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    Gabriel Boric y “la alternativa del diablo”

    Nº 2154 - 23 al 29 de Diciembre de 2021

    Desde que el Ejército quedó subordinado —en un lento proceso— a la autoridad democrática, nunca vivió Chile una crisis como la actual. A pesar de los éxitos del modelo trasandino, las violentas protestas y su represión radicalizaron a la sociedad en los últimos dos años. Como resultado el domingo 19 se llegó a un balotaje con dos candidatos peligrosos: Gabriel Boric y José Kast. ¿Por qué peligrosos? Simplemente porque ninguno parece ser un demócrata pleno, sino que tienen respectivamente alianzas con partidos extremistas o afinidades con regímenes autoritarios de izquierda y de derecha. Aunque estos términos en la práctica digan poco, implican en este caso un riesgo para la estabilidad del país.

    José Kast es un católico practicante, casado y padre de nueve hijos. Se recibió de abogado en 1990, fue dirigente universitario, profesor y apoyó la dictadura de Pinochet. Electo diputado en cuatro ocasiones, apoyó al actual presidente Sebastián Piñera. En 2018 fundó el Partido Republicano y en 2021 fue el candidato más votado en la primera vuelta con el 28%. Pasó al balotaje frente a Gabriel Boric. Sus ideas fuerza son la defensa del orden público, la familia y el desarrollo económico a través de un Estado pequeño y eficiente. Descrito frecuentemente como “ultraconservador”, se define como “de derecha a secas”. También lo acusaron de homofóbico, lo cual ha negado.

    El analista Jaime Retamal, de la Universidad de Santiago, sostiene que posee “el enfoque clásico conservador y el modernismo económico de Hayek y Friedman…, una posición que tiene razones sociales, religiosas y culturales profundas”. Según su colega Jorge Schaulsohn, “Kast es un político extremadamente conservador, más en la tradición de Margaret Thatcher que Marine Le pen; no es un fascista que represente una amenaza para la democracia representativa, ni un racista ni homofóbico, ni un demagogo populista como Trump, pero sí un implacable anticomunista, enemigo de todo lo que se considera ‘políticamente correcto’. Un adversario de la modernidad, que está en contra del matrimonio igualitario, el aborto en cualquiera de sus formas, indiferente a los derechos de la comunidad LGTB y al feminismo”. Tiene un estilo pausado, no esquiva las preguntas y defiende sus ideas con energía. En 2017 durante el Día Internacional contra la Homofobia, criticó la iluminación con los colores de la diversidad del frente de La Moneda, por lo cual escribió en la red que “el palacio se rindió ante una dictadura gay (…), las instituciones públicas son de todos los chilenos, no de minorías”. No se define pinochetista, pero acepta que apoyó la gestión de la dictadura.

    Gabriel Boric, por su parte, encabezó la coalición de izquierda vencedora, Apruebo Dignidad, con el 55% de los votos contra 44% de Kast. La participación alcanzó solo el 56% del padrón electoral. Fue dirigente universitario y es agnóstico. Nació en Punta Arenas, tiene solo 36 años y vive en pareja con la politóloga Irina Karamanos, una feminista y antropóloga educada en Alemania. Durante este período se dio el ciclo de protestas más duro en democracia, a partir del conflicto por el aumento del boleto, el vandalismo y la represión oficial. De su acción parlamentaria se destaca el pacto que inició el proceso constituyente. Boric fue uno de los impulsores y se organizó un plebiscito donde el 80% de los votantes aprobó reformar la Constitución.

    Duro crítico de Díaz Canel,

    Maduro y Ortega

    Desde 2018, Boric denuncia los regímenes de La Habana, Caracas y Managua. Los define —algo interesante dada su alianza con el Partido Comunista— como dictaduras represivas de los derechos humanos y llama a la izquierda regional a condenar esta situación. “No podemos continuar con el doble estándar en la materia, ni escudarnos en el principio de autodeterminación de los pueblos para justificar violaciones contra esos mismos pueblos”. Durante la campaña electoral, manifestó su “compromiso total con la democracia, sin respaldo de ningún tipo a tiranías, moleste a quien moleste”. Desconoció las últimas “elecciones” nicaragüenses y exhortó a sus aliados comunistas a “retractarse” de haber apoyado dicho acto fraudulento. Algunos dudan de su sinceridad, y solo el tiempo demostrará si es franco. Su cercanía a la colectividad palestina chilena —la mayor de Latinoamérica— lo impulsó a ser muy crítico con Israel, lo cual le acarreó críticas ante afirmaciones basadas en folletos elaborados por las organizaciones terroristas Hamás y Hezbollah.

    A pesar del optimismo de sus partidarios, se vislumbra una época de problemas económicos y políticos, con un presidente sin mayoría en el Congreso y en medio de un proceso para cambiar la Constitución. El peso chileno cayó más de 3% y acumula un descenso del 20% desde mayo. Una de las mayores empresas mineras, Litio SQM, acusada por su negativo impacto ambiental, cayó 10% y el dólar alcanzó un récord histórico tras conocerse el resultado electoral. Boric deberá calmar los mercados ante la desaceleración económica, alejando a los sectores radicales de su coalición. El economista Diego Pereira sostuvo que “el desafío es moderar la agenda política para evitar una crisis financiera y una fuga de capitales”. El presidente electo moderó su postura tras la victoria y prometió “expandir los derechos sociales manteniendo la responsabilidad fiscal y cuidando la macroeconomía”. Pero el presidente electo deberá enfrentar una desaceleración económica que se prevé más dura en 2022.

    Seguramente, enfrentará bloqueos en el Congreso. Ha prometido impulsar un “Estado de bienestar”, en un país reconocido como una de las mayores economías de América, aunque con una brecha que se evidenció en el estallido social de 2019. En medio de las altas expectativas de sus simpatizantes, los analistas señalan que las ideas con que atrajo a millones de votantes podrían verse frustradas si no logra los cambios anunciados. El Wall Street Journal aseguró que una sociedad libre nunca corre más riesgo que cuando las expectativas aumentan más rápido que los resultados. Bajo el título La misión suicida de Chile, el diario señaló que una nueva Constitución “podría terminar con el modelo de capitalismo democrático, que permitió reducir la pobreza del 70% en 1990 hasta el actual 10%”.

    Su programa político propone cuatro reformas estructurales: salud, pensiones, educación y tributos. Chile, al igual que todo el mundo, sufre los efectos de la interminable pandemia. Aunque ha sido una nación de sólido desarrollo en las últimas décadas, el 30% de la población es aún económicamente vulnerable y la desigualdad de ingresos es alta. Se estima además que viven 1,5 millones de inmigrantes ilegales, siendo la comunidad venezolana la mayor, con unas 500.000 personas, seguida por la peruana y la haitiana. La migración fue uno de los temas que más pesó en la campaña. Kast dijo que construiría una zanja en la frontera norte del país, para evitar el cruce, mientras Boric afirmó que trabajará en una política de devolución, “generando condiciones para que, siguiendo los principios de Acnur, se pueda realizar”. De acuerdo con encuestas, el 60% de los chilenos rechaza la llegada de inmigrantes, así que el tema constituye todo un reto.

    Quizás el aspecto más extraño será gobernar en medio de la elaboración de una nueva Constitución. El rol del Estado, que busca mayor incidencia social, es una cuestión compleja. Hay que definir con cuidado qué derechos se pueden garantizar por escrito en la Carta Magna.

    Chile confirmó la peligrosa situación continental que muestra un apoyo débil a la democracia. La desconfianza en los partidos, los gobernantes y las instituciones son originadas en la percepción de su ineficacia para solucionar los problemas de salud, violencia y desempleo. Habrá que ver si el presidente electo posee el pragmatismo para evitar caer en el barranco de Venezuela o Argentina y al mismo tiempo proteger la democracia chilena.