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Según Yuval Noah Harari, profesor del Departamento de Historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel), entre 70.000 y 32.000 años atrás, con la aparición de nuevas maneras de pensar y comunicarse de los humanos, es que sucede lo que él denomina como la “revolución cognitiva”. La teoría más ampliamente compartida aduce que mutaciones genéticas accidentales cambiaron las conexiones internas del cerebro de los sapiens, lo que les permitió pensar de manera sin precedentes y comunicarse de manera totalmente nueva (capacidad lingüística). Una segunda teoría plantea que ese lenguaje único permitió compartir información sobre el mundo, lo que transformó a los sapiens en un animal social. La cooperación social es la clave para la supervivencia y la reproducción, o sea la supervivencia de la especie (Harari, Yuval Noah. 2014. Sapiens. De animales a dioses. Debate. Pág. 35).
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Las teorías de neurociencia y evolucionistas más aceptadas argumentan que en el “estado de reposo de la mente” se evolucionó para permitirnos sobrevivir en un mundo cada vez más dinámico (Bachrach, Estanislao. 2014. En cambio. Editorial Sudamericana Uruguaya S.A., pág. 147). En ese estado, nuestro cerebro tiene una preponderancia hacia lo negativo. Con tribus cada vez más complejas, peligros, amenazas ambientales y depredadores es conveniente que cuando “el cerebro no hace nada” se dedique a resolver problemas que todavía no ocurrieron, así nos protegen de amenazas futuras y conflictos sociales (supervivencia).
1. “Me pasé la vida temiendo cosas que jamás iban a suceder”(Winston Churchill). Vivimos en un estado emocional, la diferencia entre los sapiens y otras especies radica en cómo procesamos las emociones. Gracias al desarrollo cognitivo y a su interacción con los sistemas más primitivos de procesamiento de estímulos de relevancia biológica, todos están involucrados en la supervivencia de la especie (Manes, Facundo y Niro, Mateo. 2014. Usar el cerebro. Editorial Planeta S.A. 1ª Ed., pág. 270 y siguientes). El miedo es uno de esos estados emocionales que hace que el mundo se detenga, que todo el resto del entorno ingrese en un compás de espera hasta que ese peligro sea resuelto de alguna manera. De las emociones básicas propuestas por Darwin (tristeza, alegría, ira sorpresa, asco y miedo), la última es la más estudiada. El miedo es un estado emocional negativo por el peligro o la agresión próxima. Cualquier estado emocional puede ser pospuesto, menos el miedo. Se debe responder al miedo de forma inmediata, por lo que se halla privilegiado a las demás emociones. El miedo modula las situaciones sociales, por tanto, es la estrategia primitiva más importante de la supervivencia humana.
2. “Creo que aquello en lo que nos convertimos depende de lo que nuestros padres nos enseñan en pequeños momentos, cuando no están intentando enseñarnos. Estamos hechos de pequeños fragmentos de sabiduría” (Umberto Eco. El péndulo de Foucault).
Sin considerar visiones filosóficas y religiosas, la evolución de la biología humana permite afirmar que su objetivo es la supervivencia del individuo y por ende de la especie. Por tanto, el Uruguay tiene un gran problema cuando se observa el alto número de suicidios que ocurren en el país. La gravedad de este drama lo convierte en un problema nacional, que al igual que la pandemia por el Covid-19 es demasiado importante para dejarlo solo en manos de los médicos.
Frente a este problema al que estamos omisos, ya le agregamos un problema “antievolutivo” con el aborto.
¿Es que no somos responsables de manejar nuestra libertad y el camino más fácil es matar a los inocentes?
Hoy se conversa, y “cuando el río suena es porque agua trae”, de comprarnos otro problema “antievolutivo”, se maquila la eutanasia.
Se piensa que, cuando se habla de ese tema, lejos se está en pensar en la “libertad del paciente” de quitarse la vida. Como se debe negar la posibilidad de cualquiera que desee quitársela. Cuando los que de última “decidirían” sobre la vida del paciente se sabe se encuentran en una situación intolerable, sobrepasados de tensión, ansiedad y dura realidad. Su mente activa una batería de estrategias poderosas para ayudarles a tolerar la situación. Son mecanismos de autodefensa que justifican la eutanasia. Estas defensas no son intencionales, es como el inconsciente alivia las debilidades de la conciencia, al decirse “él lo pidió”, cuando él no está en condiciones de pedir nada.
3. “Cuando los hombres dejan de creer en Dios, no quiere decir que creen en nada: creen en todo” (Umberto Eco).
Dado el momento que se vive, un personaje muy interesante de conocer es Viktor Frankl, un psiquiatra que fue hecho prisionero por la Alemania nazi de Hitler durante la II Guerra Mundial y llevado a los campos de concentración de Auschwitz y Dachau. Durante aquel episodio histórico vio morir a su padre, madre y esposa. Sin embargo, a pesar de vivir una situación tan dolorosa y horrorosa, de aquella tragedia surgió algo tan bello como El hombre en busca de sentido, uno de los libros más leídos de la historia y muy recomendable para los tiempos de adversidad actuales.
“No es libertad de condiciones, sino libertad de tomar una decisión teniendo en cuenta las condiciones. Cuando permites que las circunstancias determinen tu actitud pierdes el control de tu vida”. Esto es lo que nos recuerda Frankl, que sirve para abrirnos los ojos: “Las experiencias de la vida en un campo de concentración demuestran que el hombre tiene capacidad de elección. Muchos de los prisioneros del campo de concentración creyeron que la oportunidad de vivir ya les había pasado y, sin embargo, la realidad es que representó una oportunidad y un desafío: que o bien se puede convertir la experiencia en victorias, en un triunfo interno, o bien se puede ignorar el desafío y limitarse a vegetar como hicieron la mayoría de ellos”.
Siempre tenemos el poder de elección, y esa elección —con resiliencia o resignación— marca nuestro devenir: “El hombre no existe simplemente, sino que decide lo que su existencia será, lo que se convertirá en el próximo instante. En este orden de ideas, cada ser humano tiene la libertad de cambiar en cada momento”. Y prosigue: “Nosotros, que vivimos en campos de concentración, podemos recordar a los hombres que caminaban de barraca en barraca reconfortando a otros, regalando su trozo de pan. Puede que los hombres que ayudaban fuesen pocos, pero son prueba suficiente de que te pueden quitar todo, excepto la libertad de actuar como quieres”.
De manera más concreta, ¿qué lecciones podemos aprender de Viktor Frankl y su obra? Apunto cuatro:
“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino”.
“No hay nada en el mundo que capacite tanto a una persona para sobreponerse a las dificultades ‘externas’ y a las limitaciones ‘internas’, como la conciencia de tener una tarea en la vida”.
“Es sabido que el humor, más que cualquier otra cosa en la existencia humana, proporciona el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque sea un instante”.
“Lo que se pide al ser humano no es, como enseñan los filósofos existenciales, que soporte el sinsentido de la vida, sino que soporte la incapacidad de comprender su sentido incondicional en términos racionales”.
Quizás para muchos, sobre todo los más jóvenes, la Segunda Guerra Mundial y Viktor Frankl resulten cosas muy lejanas y por tanto muy “voladas”.
Mucho más cercano en el tiempo, existen hombres, con los cuales hoy nos cruzamos por la calle o los vemos en la TV local, que hicieron cosas similares. Quizás, por ser uruguayos, no los apreciamos.
Se llaman Fernando Parrado y Roberto Canessa.
El ejemplo de ellos dos, es el legado que queremos dejarles a las generaciones futuras.