El representante empresarial cuestionó el incremento de costos internos y se quejó porque, dijo, los ahorros de generación logrados por UTE entre 2006 y 2017 —que estimó en US$ 400 millones— no se reflejaron en las tarifas que paga el sector productivo.
El año pasado, sin considerar la refinación de petróleo que hace Ancap, la actividad industrial creció 0,3% respecto a 2016. A la vez, si se deja de lado la producción en zonas francas, el núcleo “duro” fabril aumentó la producción 1%, según cifras oficiales.
“Por lo tanto, 2017 habría sido el quinto año de crecimiento consecutivo del entramado industrial”, destacó Heijo.
A partir de esa evolución, dijo que el sector “ha mostrado constantes síntomas de recuperación” porque “no solamente ha incrementado su producción promedio, sino también difundiendo el crecimiento en más de la mitad de las ramas”. Insistió en que el dinamismo es “generalizado y uniforme”, porque no responde “a unos pocos rubros que crecen muy pronunciadamente”.
En febrero, la producción industrial creció 9,2% si se incluye la refinación de crudo, pero bajó 2,1% sin esa actividad al comparar con enero.
“Estas no son las únicas señales positivas que tiene la industria: los precios de exportación también han aumentado y han mejorado las expectativas” de los empresarios, añadió Heijo.
También aludió a encuestas de la CIU según la cuales 75% de los industriales consideraron que la economía va a estar “igual o mejor en 2018” y 81% dijo lo mismo respecto a sus negocios.
“Existen razones, por lo tanto, para ser optimistas en lo que respecta a la evolución de la actividad industrial para los próximos dos años”, concluyó el jerarca.
Analizó que dado el “peso actual en el conjunto del sector y las tendencias detectadas”, los impulsores del crecimiento en los próximos años serán la cadena forestal-celulosa-madera y la industria alimenticia. También destacó las “potencialidades” de las ramas química y farmacéutica.
En febrero, la producción industrial creció 9,2% si se incluye la refinación de crudo, pero bajó 2,1% sin esa actividad al comparar con enero, informó el miércoles 11 el Instituto Nacional de Estadística. Varias divisiones fabriles registraron un retroceso.
El asesor económico de la CIU, Sebastián Pérez, declaró a Búsqueda que “todas las industrias están muy jaqueadas” en cuanto a sus costos y buscando ahorros, porque no avizoran que este año mejore su actividad.
A su juicio, el sector está “estancado o en una fase de leve recuperación”, porque muestra niveles de actividad por debajo de los de hace cuatro o cinco años.
Para 2018 “no da la sensación de que la demanda vaya a aumentar” y las expectativas de los empresarios “no muestran un incremento de ventas”, indicó. Por tanto, este año asoma “muy parecido” al comportamiento que el núcleo industrial tuvo el año pasado.
“Hoy la inversión está deprimida y no están dadas las condiciones para que uno pueda pensar que tienda a cambiar a corto plazo. Uruguay, a nivel industrial, está caro, pero nadie dice que haya que competir con salarios bajos”, aclaró. Pérez se refirió a la “presión salarial” y a los costos energéticos como los dos elementos que están “fuera de equilibrio” para toda la industria. “La presión salarial ha hecho que estemos en un nivel récord de participación de la masa salarial en el valor agregado industrial”, afirmó.
Marcó que los sectores más intensivos en mano de obra son a los que les “fue peor” en términos de actividad, y entre ellos mencionó las ramas de vestimenta y calzado. En contrapartida, los que utilizan más tecnología para producir (farmacéuticos y químicos) tuvieron un mejor desempeño.
El año pasado, sin considerar la refinación de petróleo que hace Ancap, la actividad industrial creció 0,3% respecto a 2016.
Indicó que la incorporación de maquinaria es lo que favoreció el incremento de la productividad fabril. “La tasa de rentabilidad del proyecto de sustituir personas por máquinas es muchísimo más alta cuando el salario está tan caro y cuando los equipos, en términos relativos, salen baratos, por el tipo de cambio bajo”, explicó.
En ese contexto, lamentó que “la gran mayoría de los sectores están destruyendo empleo”, porque la industria es un “ámbito muy diversificado” donde trabaja desde un peón u operario hasta un ingeniero químico. “Hay que generar condiciones para que algunas ramas puedan contratar gente, no solo las de alta formación, sino también de las otras. Ese equilibrio hoy falta”, indicó.
Para el asesor de la CIU, la “transformación productiva del país en el futuro, si ocurre, se va a dar en tanto haya un nivel de capacitación distinto (al actual) de la gente. Dime qué nivel de calificaciones tienes y te diré qué produces”.
Heijo también se refirió al asunto, y en eso, parecen estar de acuerdo. Dijo que la estrategia de la política es estimular la incorporación de tecnología y al mismo tiempo “preparar a los trabajadores actuales y futuros a un nuevo rol, con más alta calificación”. Añadió que se irán generando puestos que requieran de habilidades en mecatrónica, robótica, informática “con mayor productividad y consecuentemente con mayores niveles salariales”.
Reconoció que en la transición se requieren medidas “paliativas” para “sostener el empleo de baja especialización hasta que se complete el recambio generacional”.
En esa línea, aludió a las políticas en rubros como la construcción o la vestimenta, “aunque no impliquen un estímulo expreso al valor agregado tecnológico”.
Por otro lado, Pérez también se refirió a lo que entiende son otras limitaciones para la transformación productiva del país. En el sector industrial, dijo, por ejemplo, que dependerá del gerenciamiento de las empresas, que puedan internacionalizarse y desarrollar marcas en el exterior. Pero enseguida acotó: “Con la propiedad de las principales industrias uruguayas en manos de extranjeros, no sé si se va a dar, porque ellos están haciendo un buen negocio”.
La apertura de nuevos mercados también es otra de las claves, reflexionó. Pero en esa área Uruguay está “quieto” y “hay que abrir esa llave”, opinó.
“Hay muchas agroindustrias con dificultades por perder preferencias comerciales frente a otros países”, apuntó.
Heijo interpretó que las variaciones en la participación de la actividad manufacturera en el Producto “son normales” en parte por la tercerización de tareas, que a su vez hizo crecer el peso relativo de los servicios, un fenómeno que se dio a escala global. Se trata —dijo— de un “fenómeno estructural”, por lo que no espera un “cambio en la tendencia” en cuánto contribuye la industria al conjunto de la economía.