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Compuesta por Federico García Vigil, con libreto de Carlos Maggi y Mauricio Rosencof, la ópera está basada en la vida de Benito Mussolini, “Il Duce”, y aunque tiene una base histórica real, los autores han ficcionado algunas situaciones y recurrido a la simbología para otras. Así, por ejemplo, Primo Levi, un partisano que se salvó del fusilamiento en Italia porque fue deportado a Auschwitz como judío y que jamás estuvo cara a cara con Mussolini, aparece en la ópera junto al dictador como símbolo de la oposición política al fascismo. La Madre del Pan, personaje de ficción sugerido por Rosencof, simboliza la patria italiana.
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Las funciones de Il Duce irán sin interrupción desde el martes 17 hasta el domingo 22 inclusive, siempre a la hora 20 y en el Teatro Solís. La obra tiene dirección de escena de Massimo Pezzutti, diseño de escenografía de Osvaldo Reyno y diseño de vestuario de Soledad Capurro.
Hay un doble elenco que se distribuirá de esta forma: Il Duce (barítono) lo harán Homero Pérez Miranda (Chile) el 17, 19 y 21 y Luis Gaeta (Argentina) el 18, 20 y 22; su amante Claretta (soprano) serán Paula Almenares (Argentina) el 17, 19 y 21 y Sandra Silvera (Uruguay) el 18, 20 y 22; su yerno el conde Ciano (tenor) lo interpretarán Pedro Espinoza (Chile) el 17, 18, 19 y 21 y Gustavo López Manzitti (Argentina) el 20 y 22. Los restantes papeles los harán en las seis funciones las mezzosopranos Nidia Palacios (Argentina) como Edda, hija de Mussolini, y Raquel Pierotti (Uruguay) como la Madre del Pan, en tanto el tenor Gerardo Marandino (Uruguay) será Primo Levi. Según se ha informado, la función del día 19 se transmitirá en directo por TV Ciudad.
En una Mesa Redonda realizada en el Solís, Carlos Maggi, uno de los guionistas, expresó: “Una obra de arte es siempre un acto intencional; en teatro esa intención es la justicia, un acto de justicia. ¿Cuál es el castigo para un tirano? Su muerte es muy poco. Un personaje así no puede tener un descanso en paz, no puede morirse. Por eso en Il Duce si bien hay datos históricos ciertos, como el fusilamiento del yerno de Mussolini, el Conde Ciano, nosotros no nos ceñimos de manera rígida a la historia sino que ficcionamos situaciones, como la presencia de Primo Levi”. Mauricio Rosencof, su compañero de ruta en el guión, complementó la idea con las siguientes palabras: “El acto de justicia del que habla Maggi lo constituye en Il Duce el no permitirle morir y condenarlo, por la memoria de la gente, a su eterna reaparición, al perpetuo retorno que implica volver a vivir su decadencia y su final trágico. En la ópera está la represión, el espíritu del fascismo. Primo Levi es la figura opositora, el testigo que cuenta la historia y representa esa memoria colectiva que le impide al Duce descansar en paz y lo condena a volver eternamente”.
Sobre el género de ópera, Maggi realizó un interesante apunte que calificó como un descubrimiento: “Me encontré con una gran sorpresa: en la dramaturgia y en la narrativa los personajes rara vez hablan desde adentro de sí mismos. Lo que se privilegia en ambos géneros es la acción, el relato de los hechos que ocurren. En cambio la ópera presenta un fenómeno que yo desconocía: en medio de la acción, esta se detiene y un personaje canta un aria donde explica desde adentro de sí lo que siente o lo que le ocurre. Y luego termina el aria y la acción sigue. Entonces la ópera nos muestra un relato, pero al mismo tiempo, y sin desmedro del relato, nos exhibe el interior de sus personajes. Por tanto los medios expresivos son muchísimo más grandes en la ópera”.
En diálogo con Búsqueda durante el descanso de un ensayo, Federico García Vigil explicó las razones que lo llevaron a crear Il Duce:
—Su carrera como director fue mayormente en lo sinfónico. ¿Por qué una ópera?
—Es cierto, fui muchos años director sinfónico, pero la ópera me fue ganando de a poco, porque es una expresión artística muy abarcadora donde hay música, teatro, danza, poesía y filosofía, está todo.
—¿Qué significa para usted escribir una ópera en el siglo XXI?
—A mi entender, para escribir una ópera en el siglo XXI hay que desprenderse del prejuicio de tener que hacer algo nuevo. En mi caso, reconozco que tengo un ancla en la tonalidad y no me avergüenzo por ello. El compositor debe cuidar mucho la relación entre la frase escrita del libreto y el vehículo musical que él compone para expresar eso. Hace poco vi una ópera de este siglo, “La tempestad”, de Thomas Adès, y te rechina escuchar una frase maravillosa de Shakespeare en ancas de una música que prácticamente la destruye.
—¿Dónde ubicaría el estilo y la estética de la música de “Il Duce”?
—La música responde a la estética de la época en que se desarrolla la historia, esto es, entre 1920 y 1945. Es una estética mahleriana, posromántica. En definitiva escribí la música que tenía ganas de escribir. No me ligué a ninguna otra razón. Creo que cada cual debe expresar lo que siente con la mayor sinceridad y honestidad. Esta es una ópera que está dentro de ese contexto, estamos en el blanco y negro, en Vittorio de Sica, en el “Cinema Paradiso”. Es la cosa más italiana que te puedas imaginar. Va a estar cantada en italiano; para mí el idioma de la ópera es el italiano. Maggi y Rosencof la escribieron en español y luego la mandamos traducir a Italia.
—¿El texto es enteramente de Maggi y Rosencof o hay algún otro aporte?
—Hay algunos textos de “La Divina Comedia” del Dante, cuya inserción sugirió Maggi. Hay incluso un discurso textual de Mussolini.
—¿Por qué eligió la vida de Benito Mussolini?
—Porque su vida tiene todos los ingredientes que debe tener una ópera: pasiones desatadas, traiciones familiares y un final trágico. La vida misma de Mussolini es el guión de la ópera: los errores y horrores que cometió, el pueblo que los sufrió, los amores, las traiciones y las condenas.
—En medio de ese torbellino de horrores, ¿hay lugar para el aflojamiento y la alegría?
—Por supuesto. Hay por ejemplo una frenética Tarantella y en el segundo acto en el casamiento de Edda, la hija de Mussolini con el conde Ciano, un enorme vals donde se suceden todo tipo de charlas, chismes y conspiraciones entre gobernantes, embajadores y hasta entre sacerdotes, donde siempre el tema dominante es si Italia se aliaba o no con Alemania. Allí hay muchísimas microescenas englobadas siempre dentro del vals.
—¿El tiempo narrativo es lineal?
—No, hay transposiciones de tiempo y de época. En la primera escena Mussolini sube a la tierra desde el infierno y se ve a sí mismo colgado cabeza abajo en la plaza. Luego se produce una regresión de 20 años a 1922 y entonces cambia el vestuario de todo el pueblo que está allí y aparece el Duce joven y triunfante en la marcha sobre Roma.
—¿Qué se siente haciendo música para semejante personaje?
—Confieso que me resultó espiritualmente una cosa extraña el momento de tener que ponerle música a un discurso auténtico de Mussolini donde dice cosas espantosas. Pero ha sido un lindo desafío; espero que la música tenga en ese momento el dramatismo y la tensión adecuada a lo tenebroso del discurso.