Haciendo boca

Lo del referéndum es otra maravilla de la comedia griega en la que vale la pena detenerse. La pregunta era más o menos la siguiente: ¿Ud. quiere asumir las consecuencias y firmar un acuerdo en el que la UE le cobra toda la desconfianza generada por el Estado griego y cada euro quemado con un soplete durante 20 años, y lo hace sudar sangre, pasarla horrible y sentirse un idiota castigado por Europa por años de negligencia colectiva acumulada? En caso de ser un cobarde que se rinde ante la presión de las potencias europeas, vote SÍ. Si usted prefiere NO asumir nada, mandar todo al carajo, ver qué pasa y echarle la culpa a otros de nuestras desventuras mientras nos sentimos un pueblo indómito y contracultural que escapó a las garras imperialistas alemanas, vote NO. Todos votaríamos la segunda opción. El primer ministro fue consecuente con la postura griega durante todo este tiempo: negar la realidad hasta el último momento, no acusar recibo de dónde está parado y no asumir su responsabilidad. Por supuesto que el colectivo cuando uno le pregunta “¿quieren pagar las consecuencias del desastre que hicimos?”, la respuesta es ¡NO! No conozco a nadie que quiera pagar los efectos de las cagadas que se mandó, mucho menos a nivel colectivo, donde todos diluimos nuestra responsabilidad en la masa, o directamente se la endosamos al enemigo que hayamos construido en nuestra cabeza. El resultado de la votación es lógico, lo absurdo es que —una vez más— tampoco asumieron las implicancias de lo que votaron: los griegos festejaban en las calles el triunfo del NO, pero no aceptaban estar celebrando que se iban de la UE y volvían al dracma. Evidentemente hablamos de gente a la que le cuesta entender las consecuencias de sus propios actos.