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El ajuste no es una decisión política que dependa de la voluntad de quien esté al frente del país, supongo que viendo a los hermanos del Mercosur y nuestro propio caso lo habremos entendido (daba igual que ganara Dilma o Aecio, Macri o Scioli, etc.), es más bien una consecuencia ineludible del “desajuste”, de haber vivido apenitas por encima de las posibilidades y administrado de forma no tan eficiente la bonanza, también estimulados-incitados por la misma economía que es una superstición y cuando las cosas van bien parece que van a ir mejor, siempre, y como el propio optimismo mejora la economía y de sólo pensar que va a ir mejor ya la cosa va mejor, se da por hecho de que va a continuar ese camino virtuoso, ¿o somos bobos nosotros, eh? Pero después hay que ajustar —sobre todo si venís de un gobierno del Frente Amplio B que no cree en el déficit fiscal y Astori se pasó de rosca con esto del optimismo que mueve la economía y le erró feo a la proyección del PBI—, en algún momento se impone volver a la realidad para que se pueda seguir creyendo (la otra es darle hasta que reviente). Así funciona. Eso no evita que el anuncio haga calentar a un pueblo. En estas instancias de sinceramiento el ciudadano compara lo que pone y lo que le da el Estado, y siempre se siente estafado, porque el Estado promete mucho más de lo que da, en eso se parece bastante a una estafa; pero la vida misma tiene un componente de timo similar, así que no se le puede reprochar tanto al Estado al final.
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En realidad veníamos a pura inercia y pasteras. Hace un par de años que se terminó la fiesta y se empezaron a ir los invitados, hasta el año pasado quedaba algún mozo pero avanzado el 2015 ni eso, y hace 4-5 meses que se apagó la música por completo y está Viglietti solo cantando en una silla de plástico. Impresiona porque es el final de una etapa, ¡se terminaron los 90 del progresismo! Estuvo buenísimo. De las cosas más lindas que tuvo esta década del 90 progre es que nos liberó de prejuicios (y no hablo del matrimonio homosexual ni el porro ni eso, eso iba a pasar igual), nótese que fue sostenida en tres pilares económicos fundamentales: el agro, la inversión extranjera y el consumo. Les cuento a los chiquilines: antes esos eran tres demonios para la izquierda, y sin embargo su década dorada fue toda gracias a ellos. Nos hizo abrir la cabeza esta década del 90 progre. ¿Qué nos quedó?, preguntan algunos que siempre andan con la planilla del Excel en lugar de disfrutar la vida; los molinos de viento, la fibra óptica, la película de Kusturika —que algún día terminará ese pelotudo drogadicto amigo de Mujica)— que registra nuestro momento de fama mundial a través de Mujica y la fantasía de Progreland y el pequeño país que pelea contra las corporaciones del tabaco, motos empila, autos chinos, los gurisirios, los presos de Guantánamo, un montón de cosas más.
Es un momento shockeante porque nos prendieron las luces del baile y nos dimos cuenta de que somos igual de feos que antes de que las apagaran y pusieran la música y nos emborracháramos; o peor, ahora somos feos y cínicos, y estamos cansados. Y también cambiamos el viento de cola por el vértigo en el recto. Y otra vez se nos caen las empresas porque son un desastre que funcionaban mal pero eran asistidas por el Estado, que ya no puede seguir asistiéndolas (Fripur, Raincoop, Pluna, al menos 9 de las 11 industrias de Ancap, etc.), y algo parecido se puede decir de nosotros, los ciudadanos. El problema es endémico y se llama República Oriental Ineficiente del Uruguay. Esto del ajuste es más simbólico que otra cosa, en realidad ya se había pasado la parte divertida. Estuvo buenísima la década de los 90 progre, no se dejen ganar por el pesimismo derrotista de los agoreros de la crisis, compañeros.