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    Haciendo boca

    No lo tomen a mal, pero existe la posibilidad de que los uruguayos estemos un poquito excedidos en nuestro habitual apego al pensamiento mágico. Las dos últimas hazañas internacionales de Cancillería (Diyab y el entuerto de la presidencia pro témpore del Mercosur) son un buen ejemplo. Lo de Diyab fue tratado en la columna anterior: por alguna razón supusimos que se iba a terminar adaptando a este paraíso terrenal que no supo apreciar desde el momento en que llegó de Guantánamo, ni cuando lo devolvieron de Venezuela después de su descanso en el Chuy, y pasaría de su anhelo de irse al mismísimo carajo cuanto antes al sueño de tener una casita en Solymar, un perro y un parrillero.

    En el caso del Mercosur, como negar la parálisis mediante el recurso emotivo-artiguista ficticio de la Patria Grande durante 15 años no era suficiente, redoblamos la apuesta adoptando una postura contraria a la de Brasil y Argentina (¡por segunda vez!) sobre la entrega de la presidencia pro témpore (una ficción en sí misma), apegados al marco jurídico. ¿Cuánto pensamos que nos iba a durar ese gesto de rectitud normativa grandilocuente? Duró lo mismo que un blíster de aspirinas en Caracas. Ni siquiera aprendimos de la experiencia de Almagro en la que Brasil y Argentina nos doblaron el brazo para suspender a Paraguay y que entrara Venezuela por la ventana: en el Mercosur deciden Brasil y Argentina, si están enfrentados elegimos el que más nos convenga, y si comparten posición acatamos y hacemos como que estamos de acuerdo. Así de simple, todo lo demás es ficción. Incluso hubo legisladores que proponían suspender a Brasil del Mercosur cuando voltearon a Dilma. Es como que Vanesa, Teo o Ruddy propongan suspender a Bill Cosby del Show ¡de Bill Cosby!, justamente. Braulio López pidiendo la suspensión de Pepe Guerra en Los Olimareños tiene más sentido que Uruguay pidiendo la de Brasil en el Mercosur. Y ahora andamos repitiendo que “impedimos la suspensión de Venezuela”, y nos lo creemos, eso es lo lindo. Sigue habiendo gente que apuesta fuerte al pensamiento mágico en este país, piensa que si todos creemos en algo, ese algo sucede por nuestra sola voluntad. Es el chiste de Jaimito frotándose desnudo frente al espejo diciendo “quiero una bicicleta, quiero una bicicleta” después de ver a su madre haciendo lo mismo mientras decía “quiero un hombre, quiero un hombre”, que finalmente consiguió. En este caso es Lorier frotándose desnudo frente a un espejo de la sede del Pit-Cnt diciendo “quiero que Venezuela siga en el Mercosur, quiero que Venezuela siga en el Mercosur”.

    Un comunicador se graba manteniendo relaciones sexuales en un mueble, y cuando todos corremos a verlo, nos interpela como sociedad por nuestro morbo colectivo voyeurista que atenta contra la intimidad. ¡El mismo que se filmó en el telo, y se hizo famoso a costa de cámaras ocultas y mostrando grabaciones entre políticos y travestis de la mentira! ¿Qué esperaba de nosotros, no nos conoce?

    La educación hace rato que entró en el terreno de lo fantástico. He visto discusiones más apegadas a la realidad en el Señor de los Anillos y Harry Potter. Desde el número mágico del 6% del PBI que nos dará felicidad a todos repetido como un mantra (antes era el 4,5% pero era de ingenuo pensar que con ese numerito íbamos a alcanzar las metas educativas, la posta es el 6). Uno no sabe quién está más alejado de la realidad: si los docentes que entienden por negociar que les den todo lo que piden y les hagan un reconocimiento público nacional por ser el estamento social más digno e importante de todo el colectivo, los alumnos manijeados por otros alumnos de 22 años y barba espesa que están haciendo 5º de a poco junto a las infaltables “Paquitas de Irma Leites” que actúan como si estuvieran en plena revolución, las autoridades que presentan su megaplan de cambio del ADN de la enseñanza cuyas estrellas fueron echadas antes de cumplir el año de gestión, o los padres que creen que su hijo es brillante pero no lo entienden. Y eso es lo más hermoso de todo esto porque nos deja a todos en un plano de igualdad, es lo más parecido al cogobierno con el que tanto joden. La discusión más profunda y abierta que tuvimos sobre educación en el año fue la de las universidades privadas y las exenciones fiscales como donación. O sea: todos simulamos estar discutiendo sobre educación, cuando en realidad discutimos por guita, una guita que —por si fuera poco y para variar— no existe. Tenemos una habilidad para discutir pelotudeces con aires de importancia que sorprende.

    Si quieren saber de Ancap y sus 11 empresas bajo Derecho Privado, y el increíble caso de Alas-U y la azafata que intenta pasar de la pregunta “pasta o poio” a manejar una empresa aeronáutica con fondos del Estado sin escalas, consulten en la plataforma de Netflix.