Haciendo posible lo imposible

Haciendo posible lo imposible

Emma Sanguinetti

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Nº 2210 - 26 de Enero al 1 de Febrero de 2023

No estoy segura de que seamos conscientes de la magnitud de la siembra que Pablo Atchugarry y el MACA (Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry) están legándole a Uruguay. Con apenas un año de existencia, el sueño es hoy una realidad en la que nada parece imposible; carácter que probablemente encarne en los múltiples retos que afrontó el proyecto. Lanzado en enero de 2020, pocos meses antes de que la pandemia hiciera trizas todas nuestras certezas, se inauguró en enero de 2022 en uno de los peores momentos del Covid y con una retrospectiva del gran artista búlgaro Christo. Una exposición inédita —la primera en Sudamérica— que llegó a Uruguay unos meses después de que deslumbrara en París la obra póstuma de Christo: el Arco del Triunfo “empaquetado”. Una vocación por lo imposible que quizá arraigue simplemente en el carácter de Pablo, en su determinación y perseverancia, en su perenne y contagioso optimismo. Sea como sea, el legado tiene dos caras: el tangible, en forma de museo, y el intangible, en forma de esperanza. Porque el MACA es una voz que nos susurra, una semilla que por inmaterial es menos visible e inmediata que la otra, pero que está allí, en cada visitante que dice “este museo es de otro país”, “esto no parece Uruguay”. Pues es Uruguay, y por eso hoy nuestro deber es la esperanza, apostar a la cosecha de esa siembra de sueños.

El MACA ondula como un barco en un océano verde. Sus formas orgánicas se funden en el entorno del parque, causando una profunda sensación de unidad. El gran atrio de pórticos de madera con pilares y vigas curvas nos da la bienvenida con Julio Le Parc (Mendoza, Argentina, 1928) y su maravilloso Mobile Sphère Orange (2010-2017). Suspendida en el aire, traslúcida y luminosa, la esfera de más de 4 metros de diámetro y 2.913 piezas de acrílico naranja refracta su luz y nos envuelve en sus movimientos creando una atmósfera única. La obra llegó a la colección en 2019 y el maestro Le Parc viajó desde París, en donde reside desde 1958, para inaugurarla. Allí comenzó a gestarse Quintaesencia, la exposición antológica de Le Parc que hasta el 20 de marzo es una de las grandes atracciones del MACA, junto con Desenlace, de Guillermo Kuitca, y Entre dos líneas tenues, del norteamericano Emil Lukas.

Reunir a un mismo tiempo y en un mismo lugar a dos grandes del arte contemporáneo como Le Parc y Kuitca habla de esos imposibles que el MACA se pone como objetivos. Los dos son argentinos y, aunque los separe algo más de tres décadas y un abismo artístico, ambos son figuras de dimensión internacional; verlos juntos el día de la inauguración fue, sin exagerar, un hecho histórico. Llamémosle el efecto MACA.

Le Parc es el gran pionero del arte cinético mundial y es hoy, a sus 94 años, una leyenda viviente. El arte cinético nació en los tumultuosos años 60 y quebró con todas las formas tradicionales de hacer y de ver arte. Los cinéticos convirtieron la obra en experimentación, incorporaron el movimiento y el cambio, la luz y el reflejo, integraron al espectador a la obra y así nos invitaron a jugar y nos provocaron, transformando y enriqueciendo nuestra percepción y sensibilidad.

Le Parc expuso en Uruguay en 1967, tras haberse consagrado en la Bienal de Venecia el año anterior. Fue en el hoy mítico IGE (Instituto General Electric) comandado por Ángel Kalenberg, quien hoy al escribir el texto del catálogo torna la ocasión en un doble homenaje. Aquella muestra fue un punto de inflexión para Uruguay, y a 56 años de aquel momento Le Parc y Kalenberg vuelven al ataque como si el paso de los años fuera un mero detalle a pie de página, lo que vale para el texto de Kalenberg y la valiosa recopilación documental que lo acompaña, así como para las 80 obras de Le Parc que llegaron desde Francia para la muestra. Con un deslumbrante montaje en el que las salas se vuelven “cajas negras”, van desfilando las obras de finales de los años 50 hasta las más recientes, en un despliegue de más de seis décadas de creación, que es puro nervio, búsqueda y experimentación.

Por su parte, Guillermo Kuitca (Buenos Aires, 1961) es desde hace décadas una figura de culto, un “pintor-pintor” en tiempos tormentosos para los virtuosismos plásticos. Es la primera vez que exhibe en Uruguay y quizá porque cuenta con la curaduría de Sonia Becce, quien acompaña al artista desde hace décadas, el conjunto alcance el máximo de tensión poética, sobre todo en sus clásicas reflexiones sobre el teatro y sus misterios.

No creo que haya museo en el mundo capaz de resistirse al deseo de tener en sus salas estas dos exposiciones. Sin embargo, están en Uruguay y al mismo tiempo. Están en el MACA, esa gran caja de sueños, universo de los imposibles.