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“Hasta en Fuerte Apache perdieron los kirchneristas”, destacaron algunos comentaristas de la vecina orilla una vez conocidos los resultados de las PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), las internas que se celebran en todo el territorio argentino para elegir los candidatos para las legislativas en noviembre, que renovarán cerca de la mitad de los diputados y un tercio de los senadores.
El bloque de Juntos por el Cambio, que todavía lidera —aunque empieza a perder pie— Mauricio Macri junto con Horacio Rodríguez Larreta y probablemente desde ahora María Eugenia Vidal, tuvo una votación muy superior a la del Frente de Todos, el oficialismo representado por el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández. Los medios hablan de una sorpresa que supera las expectativas de los días previos.
Nos preguntamos si realmente fue una sorpresa, o si algo así era de esperar ante el fracaso del gobierno de Fernández-Fernández (en el orden que quieran). La sorpresa quizás se explique por la incertidumbre que debió enfrentar el ciudadano argentino al ver sus opciones. La pregunta era si votarían a un bloque (no sabemos si llamarlo partido) que hace dos años habían echado categóricamente en las urnas también por su fracaso como administrador del gobierno. Tan mal se veía la cosa que abrieron el camino para el actual gobierno, al que años atrás también habían sacado del medio.
Quizás la palabra fracaso en el caso de los Fernández no es la adecuada. Se habla de fracaso cuando generalmente hay planes defendibles y hasta razonables que no llegan a buen puerto. En este caso —como en todos los gobiernos populistas— el resultado no podía ser otro. Una confusión de ideología, luchas de poder y falta de respeto a las instituciones, el mal uso de los fueros y el avasallamiento directo a la Justicia fue lo más importante para ellos desde un comienzo.
Aun así, la perspectiva de apoyar a un sector identificado con el anterior gobierno —el de Macri, del que sí podríamos hablar de fracaso— dejaba dudas. Un proyecto menos estatista, más bien conservador, pero que terminó con una gran fuga de capitales y endeudamiento desmedido.
El resultado de las PASO no dejó lugar a dudas: la opción de Juntos por el Cambio fue elegida para al menos establecer algún control al gobierno actual, que seguirá por dos años. Ya sabemos que estas internas o primarias son obligatorias y por lo tanto un anticipo de resultados que no variarán mayormente en la legislativas de noviembre. El oficialismo perderá el control de las cámaras y Cristina Fernández su poder, que hasta ahora parecía inconmensurable, según sus detractores. María Eugenia Vidal lo resumió bien: “Los ciudadanos le dijeron ¡ya basta! al gobierno”.
Todo esto explica también el buen resultado que obtuvieron una variedad de propuestas independientes, que en total llevaron un importante número de votos, probablemente de personas que no quisieron ser parte de la polarización —o grieta— entre los dos bloques principales.
Un peronista de la vieja escuela, Hugo Flombaum, en su columna de la publicación digital La City, lo resume así: “El fracaso de la generación que asomó a la política en los 70 no es discutible, nacimos en aquel momento con un país con debilidad institucional, con inflación, sin unidad política, pero sin pobreza, sin deuda, con educación y salud pública. Luego de 45 años lo que teníamos lo perdimos, lo demás lo agravamos”.
