El gran salón está repleto de neurocientíficos de diversos rincones del mundo. Los uruguayos, orgullosos de poder ser los anfitriones, cuidan cada detalle de la organización, mientras cientos de investigadores se aprontan para escuchar a uno de los principales oradores del XII Congreso Internacional de Neuroetología.
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Habla Gene Robinson, director del Instituto de Biología Genómica de la Universidad de Illinois y asesor del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos. Si bien el viaje fue largo, la sede le parece “apropiada”, porque Uruguay tiene grupos “fuertes” de trabajo en neurobiología.
Robinson considera que esta reunión es “importante” y explica a Búsqueda por qué: la “neuroetología se enfoca en estudiar el comportamiento natural, permite entender cómo el cerebro, sus genes y sus neuronas trabajan juntos”. Considera que aportes desde este campo, combinado con otros, pueden servir para entender respuestas ante amenazas, la influencia en la crianza y el comportamiento en general. También pueden aportar datos para comprender las adicciones a las drogas y a la comida. Las oportunidades son vastas.
El científico que publicó en la revista “Science” es un referente mundial que se ha dedicado a estudiar la relación entre la genética y el comportamiento social. Este es un campo “relativamente nuevo”, y si se tratara de un edificio, el especialista diría que recién están construyendo los cimientos. Muchos de sus estudios han sido sobre abejas, seres que viven en complejas comunidades y dividen tareas de forma similar a los humanos.
—¿Son los humanos como pequeñas abejas? Usted lo planteó en su charla ante colegas y reconoció que era provocador. Enseguida aclaró que en el pasado han ocurrido numerosos malos entendidos y que ahora la genómica tiene la oportunidad de arreglar las cosas. ¿Por qué?
—Las abejas no son pequeños humanos, pero tienen modelos, componentes y programas que han evolucionado y que podrían tener profundos paralelismos. Si podemos estudiarlos como modelos podremos reconstruir caminos recorridos.
La pregunta apunta a lo más importante. Hubo errores. Cuando dije que las cosas han marchado mal en el pasado me refería al llamado determinismo genético, en el cual uno toma una visión muy simple de la genética. En esta concepción la genética determina completamente la manera en que un organismo se comporta. Esa visión derivó al genocidio, es la visión que estaba en las bases del nazismo y del Holocausto.
Tenemos que ser conscientes de estos problemas cuando lo que tratamos es de entender mejor la relación entre los genes y el comportamiento en todos los organismos y ver lo que la genómica nos ha enseñado. Sí, los genes son muy importantes, pero esto funciona como una calle que tiene doble sentido de circulación. Hay una relación entre los genes y el comportamiento, hay algunas relaciones causales entre ellos, pero también existe lo inverso. El ambiente afecta el comportamiento y produce efectos en los genes, lo sabemos gracias a la genómica. Hay una interacción.
De lo que estoy hablando realmente es del debate de lo “heredado por la naturaleza” versus lo “adquirido por crianza” (en inglés conocido como nature versus nurture). La gente ha discutido siempre de esto. El argumento de la naturaleza es el argumento del determinismo genético, del nazismo, y una postura pura de lo “adquirido” es el marxismo, en el que puedes moldear completamente el comportamiento humano. Los dos experimentos han fracasado.
Lo que ahora podemos ver gracias a la genómica es que se trata de un camino de ida y vuelta, vemos los efectos que se producen en los genes con el paso del tiempo. En la naturaleza vemos que las diferencias hereditarias actúan en el genoma de generación en generación. En la crianza lo adquirido también actúa en el genoma pero lo hace en tiempo real, hoy, a corto plazo, en minutos, horas. Las dos ocurren. El genoma es moldeado momento a momento por la experiencia y también a largo plazo por la línea hereditaria.
—Sus colegas señalan que su trabajo al secuenciar (leer y analizar) el genoma de la abeja fue un hito. ¿Qué puertas le abrió?
—Abrió muchas puertas, nos dio las herramientas para desarrollar un nuevo abordaje en el estudio del comportamiento social. Necesitas la secuencia genómica para diseñar ciertas herramientas analíticas que te permitan medir la actividad de los genes, maneras de estudiar la forma en que los genes son regulados. La secuenciación de los genes es la apertura a todo eso y es necesaria.
Todavía tenemos unos pocos genomas secuenciados. Propuse hace unos cinco años hacerlo para 5.000 especies de insectos, hay llamados similares para vertebrados, plantas. Queremos que todas las formas de vida tengan su genoma secuenciado algún día. Espero que no sea muy alejado en el tiempo.
—¿Qué pueden enseñar los insectos del comportamiento social? Las abejas viven en sociedad, ¿el interés de estudiarlas es para luego profundizar en el comportamiento humano?
—Es uno, pero no el único. Los insectos son muy importantes por sí mismos. Las abejas, por ejemplo, son modelos muy buenos porque viven en sociedades complejas, pero tienen cerebros pequeñitos. ¿Cómo pueden cerebros tan pequeños producir un comportamiento social tan complejo? ¿Cómo funcionan los cerebros de los individuos que trabajan juntos y crean sociedad? En ese sentido las abejas son un gran modelo.
También lo puedes mirar desde otra perspectiva: las abejas son importantes no solo como modelos para humanos sino porque polinizan. Son responsables de un tercio de la comida que se produce en el mundo. Pero sus poblaciones están descendiendo. En algunos lugares es muy serio, necesitamos entenderlas. Muchos otros insectos tienen historias similares, nos interesan por su bien, por su ecología, por el rol que cumplen y por lo que nos puedan enseñar.
—En una investigación concluyó que dos abejas hermanas se comportaban de manera diferente dependiendo del contexto social en el que habían crecido. Esto tiene un vínculo con los humanos. ¿A que apunta ese estudio?
—La idea es ver cómo el ambiente influencia el comportamiento social. Las pusimos en diferentes ambientes, estudiamos qué ocurría con sus comportamientos y con sus genes.
—¿Le sorprendieron esos resultados?
—Honestamente no. Teníamos una apreciación de que el comportamiento social era muy sensible al ambiente. Esto fue una forma de estudiarlo bajo condiciones controladas y de ver los efectos en la actividad de los genes y en el comportamiento.
—Usted opina que esta área de investigación puede ayudar a comprender problemas como la adicción a la comida o las drogas. ¿Piensa que es posible revertir algunas conductas?
—Para adicciones por ejemplo, si podemos empezar a entender cómo los mecanismos de recompensa en el cerebro actúan sobre el comportamiento social, eso podría ayudarnos a entender cómo un individuo es dominado por cosas malas como las drogas. El sistema de recompensa ha evolucionado hasta moldear el comportamiento, lo hace a través de hacernos sentir bien cuando hacemos determinadas cosas.
Primero evolucionó para amoldarse a sobrevivir, no sorprende que estos comportamientos básicos de superviviencia (como comer) nos brinden placer. También sabemos que el sistema de recompensa es muy flexible. A alguna gente escuchar ópera les da profundo placer, a otros comer chocolate y lamentablemente a alguna gente las drogas de abuso les generan lo mismo. Todas están activando el mismo sistema de recompensa, al igual que cuando crías a tus niños y los premias cuando hacen algo lindo por otras personas y quieres hacerlos sentir bien cuando hacen algo bueno. Es posible imaginar que ocurre también en la evolución social, algo de esto ha sido cableado, seteado. ¿La abeja que da su comida y comparte con miembros de su familia se siente bien? Es parte de nuestro plan de investigación. Puedes usarlo para entender las adicciones.
—Investigó sobre agresión y amenazas. ¿Cuál ha sido su principal logro?
—Encontrar que hay una asombrosa similitud en la manera en que animales muy diferentes entre sí (peces, ratones y abejas) responden a una amenaza. Encontramos la actividad genética similar, los genes clave. Luego miramos al detalle en moscas de la fuga y abejas. Hay una profunda conservación de los mecanismos. Hay cambios en el metabolismo del cerebro en respuesta a una amenaza que ocurren en muchos animales de lejano parentesco por igual. Parecen usar una caja de herramientas común.
—Considera que investigar es como construir un edificio, un bloque a la vez, ¿en qué parte del edifico está?
—Interesante… Le diría que estamos en las etapas iniciales del edificio, armando los cimientos. Lo tenemos que hacer de manera cuidadosa en la manera en que aplicamos la genética y la genómica en el estudio del comportamiento social. Me siento entusiasmado por las posibilidades que existen. Ahora tenemos un mejor marco que nos permite entender cómo el ambiente afecta al genoma. Fue un gran logro y permite una aplicación más completa y cuidadosa de la genética para estudiar el comportamiento social.