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    Hombre al agua

    Fugaz

    En los puentes los autos no se detienen. Sin embargo, un Toyota Prius negro se detuvo este domingo 19 en el puente Vincent Thomas de San Pedro, distrito portuario de Los Ángeles. El conductor abrió la puerta con tranquilidad, descendió del vehículo como quien se enfrenta a un día soleado y caminó sin apuro hacia la valla de seguridad. Con decisión comenzó a escalar los fierros de contención de tres metros mientras los autos pasaban a su lado. Tal vez, alguno de los conductores que iba al trabajo o volvía a su casa lo contempló con curiosidad o inquietud. Una vez que sorteó la valla y la vista se hizo límpida e imponente, se arrojó hacia las turbias aguas. Un salto de cien metros que algunos vieron desde una ventana, o desde una azotea, o quizá desde el parabrisas de un camión mientras una bola de colores o una virgencita colgando del espejo retrovisor hacía intermitente la visión.

    Podría ser la secuencia inicial de una película de Tony Scott, siempre propenso a la acción trepidante y a un vertiginoso montaje, pero en realidad fue la escena final de su propia vida. El cineasta y productor británico de 68 años, hermano de Ridley, dejó en el auto una nota suicida que la Policía no dio a conocer. Luego se supo que padecía un tumor cerebral no operable.

    La muerte no redime a nadie, y por más que se haya tirado de un puente, la gran mayoría de las películas de Scott no superan el mediocre pasatiempo. Eso sí, muy taquilleras como “Top Gun” (1986), con Tom Cruise, “Un detective suelto en Hollywood 2” (1987), con Eddie Murphy, y “Juego de espías” (2001), con Robert Redford y Brad Pitt. Podían ser dirigidas por Tony Scott o por cualquier otro realizador. Tenían lo que el público espera: autos, explosiones, helicópteros, explosiones, tiros, explosiones.

    Sus últimas cuatro películas, también del montón, tuvieron a Denzel Washington como protagonista: “Hombre en llamas” (2004), “Déjà vu” (2006), “Rescate del metro 123” (2009) e “Imparable” (2010). Y combinaban autos, explosiones y el rostro anodino de Washington.

    En honor a los cien metros finales y a los huevos bien puestos que hay que tener para quitarse la vida, recordemos sus dos mejores realizaciones: “El ansia” (1983), sobre vampiros en Nueva York, con una impecable ambientación, un envejecido David Bowie, una fría Catherine Deneuve y una jovial Susan Sarandon, y “Escape salvaje” (1993), un policial al mejor estilo tarantinesco (el guión tenía la firma de Quentin), con mucho humor y un elenco de estrellas donde destacaba Brad Pitt, que se pasaba todo el día tirado en una casa-remolque fumando crack. Entraban individuos armados preguntando por un fulano y Pitt, con los ojos rojos, decía:

    —Salió, pero capaz que vuelve.

    Al rato volvían a entrar otros individuos armados y nerviosos, preguntaban por el mismo fulano y Pitt, con los ojos rojos, la pipa en la mano y un poco más divertido, volvía a decir:

    —Bueno, sí, cada tanto pernocta aquí, pero hace días que no lo veo.

    Y así se pasaba toda la película, dado vuelta de crack y divertido por la cantidad de individuos armados que preguntaban por su amigo.