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    Ideas viejas en un mundo nuevo

    N° 1952 - 11 al 17 de Enero de 2018

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    En la antesala de decidir si por tercera vez intentará lograr la candidatura presidencial del Frente Amplio, Danilo Astori considera necesaria una renovación ideológica de la coalición gobernante, cada vez más empantanada en el ejercicio del gobierno por sus frecuentes diferencias internas.

     “Tiene que haber una renovación ideológica y política” porque “no se puede seguir haciendo política con conceptos muy ancianos a esta altura” de la evolución económica y social del mundo, declaró Astori la semana pasada a Búsqueda.

    Si bien reconoció que en la sociedad uruguaya se mantienen vigentes “ideas muy viejas”, Astori remarcó que dicha actualización “implica que también el Frente Amplio evolucione hacia conceptos que están más cerca de lo que está reclamando hoy el mundo actual”.

    Admitió, ¡cómo no hacerlo!, que “no es un secreto para nadie que en el FA conviven dos visiones bastante diferentes sobre temas relevantes de la realidad nacional” y que “no solo se refieren al tratamiento de tal o cual tema”, sino a múltiples cuestiones que hacen a la problemática nacional e internacional.

    “Tenemos diferencias sobre lo que programamos y también (…) en cuanto a la perspectiva de largo plazo. (…) Veo que hay una visión en el Frente Amplio a la que le cuesta  mucho pensar en términos de futuro”.

    Astori se refirió a diferencias existentes en torno al sistema de seguridad social, a la política impositiva, a la cuestión fiscal. Cualquiera podría ampliar la nómina en varios otros ítems relevantes como la inserción internacional (“seguir discutiendo un TLC con Chile hoy me parece una antigüedad”, dijo) o, lo que es peor, el inmovilismo en educación pese a las promesas y énfasis de Mújica y de Vázquez en sus discursos inaugurales.

    Astori cree que quizás, de estos tres gobiernos del FA, “el período en el que estas diferencias se manifestaron con mayor grado de exposición pública fue este”. Pero evita explicar por qué. No sería conveniente hacerlo. En cualquier país, “visiones” ideológicas tan distantes suelen ser partidos diferentes enfrentados que luchan por el poder.

    ¿Qué lleva a que dichas “visiones” acepten la complejidad de esa situación política? Solo la pretensión de conservar el poder —y todo lo que ello implica en materia de protagonismos, posicionamientos personales y aprovechamiento del poder con fines clientelísticos—y la esperanza de avanzar en transformaciones soñadas en el pasado, que poco se compadecen con el competitivo mundo actual.

    Ocurre que muchos uruguayos están hartos de una disputa permanente que eterniza la toma de posiciones y de la que se sienten absolutamente ajenos. Incluso cansan a muchos votantes del FA, para quienes la exposición pública de diferencias tan significativas resulta incomprensible. Por eso, aun sin llegar a una ruptura, toman distancia y meditan qué harán en las próximas elecciones.

    Quienquiera que ingrese en Google y busque antecedentes de: “Renovación ideológica del Frente Amplio”, advertirá que Astori ya hablaba de ello desde principios de 1992, solo unos meses después del colapso de la Unión Soviética.

    Lo hizo mucho antes que Vázquez, que prometía que el FA “haría temblar las raíces de los árboles” cuando llegara al gobierno. Recién meses después de haber sucedido a Líber Seregni en la presidencia del FA (diciembre de 1996), Vázquez hizo un tibio planteo en pro de una “actualización” de ideas de la coalición.

    En diciembre de 2010, Vázquez le declaraba a Búsqueda: “El siglo XX ya pasó y estamos en un nuevo siglo, una nueva realidad que hay que estudiar y definirla desde el punto de vista ideológico. Creo que se debe dar una discusión en el Frente. Yo respeto enormemente el pensamiento de los compañeros del Partido Comunista y su posición ya conocida que es muy definida y muy honesta, pero creo que la realidad nos va a obligar a discutir si realmente la aplicación de esa concepción ideológica se adapta a la realidad de nuestros días”.

    Aun antes había anunciado la reforma del sector público (“la madre de todas las reformas”, según su expresión), aún pendiente.

    En sus declaraciones de la semana pasada, consultado sobre cómo sale el FA de esta situación, Astori respondió: “Con paciencia, mucha paciencia”. Su esfuerzo político de renovación, en su caso, lleva ya un cuarto de siglo.

    ¡Si llevará tiempo la “renovación ideológica” en el FA!

    La verdad es que dicha renovación no pasó más allá de un enunciado teórico vago que en todo caso muy pocos se tomaron demasiado en serio. Un enunciado que resultó muy útil en tiempos en que se quería “acumular fuerzas” para llegar al gobierno.

    Ya en los umbrales del gobierno, tras la crisis financiera del 2002, Vázquez aludió más de una vez a la necesidad de actualizar las ideas de la coalición. Astori, mientras, consideraba inevitable que la “renovación ideológica” de la “izquierda” sobrevendría una vez que el FA llegara al gobierno, al tener que tomar decisiones que no siempre resultan populares.

    Pero nunca, ni Vázquez ni Astori dieron un debate abierto en la opinión pública que desafiara ideas y concepciones impuestas por las corrientes marxistas fundacionales del FA. ¿Para qué correr el riesgo de irritar a quienes desde hace décadas alimentan la cultura dominante de una militancia detrás de la cual siempre estuvieron el Partido Comunista y las “visiones” ideológicas más radicalizadas? Cultura, que en el sentido amplio, gramsciano, arraigó en la mente de miles de uruguayos durante la dictadura y los gobiernos prefrentistas.

    Desde sus posiciones de gobierno, Vázquez y Astori han tratado de reorientar discretamente, cuando no impedir, iniciativas que a su juicio tendrían consecuencias nefastas para el país. El mayor reconocimiento que se le hace a Astori, también a Vázquez, es precisamente haber sido prudentes y haber evitado acciones que en otros gobiernos “progre” causaron inestabilidad.

    El giro hacia ideas y políticas socializantes, “progresistas”, “populistas”, o como quiera llamárseles, en varias naciones de la región, se dio en momentos en que la globalización imponía reformas promercado y ajustes estructurales “poco simpáticos” aun en las naciones más desarrolladas.

    En la izquierda, quien más abiertamente desafió aspectos de esa cultura que el frenteamplismo arraigó en sectores de la sociedad uruguaya, fue el expresidente Mujica. Quien, propio de su desenfado, incontinencia verbal y de una retórica tan envolvente como contradictoria (así como te digo una cosa te digo la otra), lo hizo al mismo tiempo que cuestionaba el consumismo y encendía “velitas al socialismo”, muchas de las cuales ya se extinguieron.

    Los Congresos del FA que periódicamente han discutido y aprobado los “programas de gobierno” han evitado todo debate que implique una renovación ideológica. Más bien todo lo contrario. Las comisiones que presentan los textos al Plenario se han esforzado siempre en lograr formulaciones lo suficientemente ambiguas como para habilitar más de una lectura, de modo que quienes se creen “renovadores” y quienes defienden la “ortodoxia” se sientan satisfechos. 

    Una lectura fina de las manifestaciones del ministro de Economía confirma que el FA está hoy prisionero de ideas y de fuerzas políticas que fueron decisivas para llegar al gobierno, pero que hoy obstaculizan —o impiden— las transformaciones que impone la modernización capitalista. Modernización a la que, poco a poco y al ritmo uruguayo, se han ido sumando los sectores más dinámicos y competitivos de la sociedad uruguaya.