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    Israel puede llegar a tener tres elecciones en un año

    por Eduardo Zalovich (Jerusalén). ??En un sistema parlamentario, donde el gobierno debe articular una mayoría para gobernar, armar una coalición viable y sólida nunca es tarea fácil. La actual fragmentación del sistema político israelí, tras dos elecciones nacionales en 2019, parece concluir en un callejón sin salida. Nadie quiere nuevos comicios, pero tampoco el actual primer ministro, Bibi Netanyahu, que ostenta el récord nacional con 13 años en el poder, parece dispuesto a realizar las concesiones imprescindibles. Y si el actual punto muerto no se supera en poco tiempo, la ciudadanía será nuevamente convocada a decidir.

    El Parlamento hebreo —Kneset— es unicameral, se compone de 120 legisladores electos mediante representación proporcional, aunque para obtener un escaño debe superarse la barrera del 3,25% de los votos. El país funciona como una circunscripción electoral única. Sostener que las diferencias en el sistema político pueden explicarse con el tradicional esquema —más bien superado— de izquierda-derecha es totalmente errado para comprender la política israelí. Existe una coalición de partidos musulmanes que alcanzó 13 lugares en el Parlamento, pero dadas sus posiciones —similares a las de la Autoridad Nacional Palestina— que controla zonas autónomas donde pretende crear un estado, ningún grupo político está interesado en aliarse con ellos; y viceversa.

    Quedan por lo tanto 107 escaños, de los cuales debe surgir una coalición de al menos 61 integrantes. Y la única forma viable de lograrla, en esta instancia, es mediante un acuerdo entre los dos partidos principales. El oficialista Likud obtuvo 32 bancas y el opositor Cajol-Laban (Azul y Blanco) alcanzó 33.

    La matemática conduce entonces a un acuerdo entre ambos, donde se maneja la fórmula —ya utilizada— de rotación en el cargo de Premier por dos años. Un acuerdo así debería ser en su primera época encabezado por Benny Gantz, excomandante del Ejército, debido a que sumó más apoyo que Netanyahu. Le otorgaría al gobierno una sólida mayoría de 65 bancas, a la cual podrían sumarse partidos como Israel Beiteinu, dirigido por Avigdor Liberman, que obtuvo ocho diputados y es firme partidario de esta opción. En teoría pues podría formarse un gabinete con suficiente apoyo para completar el período legal de cuatro años.

    ¿Estancados sin salida?

     

    El gran escollo es Bibi. Con varias causas judiciales pendientes, el premier no acepta asumir si no es en el primer bienio, calculando que de este modo le será más fácil articular su defensa. Para justificar este planteo, se presenta con un bloque de partidos que lo apoya, los cuales suman 55 mandatos, y pretende así encabezar el gobierno desde el inicio.

    Sus socios son los dos partidos religiosos más ortodoxos que suman 16 legisladores y el partido nacionalista Iemina con siete. Estos tres partidos no aceptan, hoy por hoy, integrar un gobierno que no encabece Netanyahu. Mientras los demás grupos con representación parlamentaria, Avodá (6) y Meretz (5), únicamente apoyan a Gantz. En conclusión, ninguno de los bloques puede alcanzar el número mágico de 61 sin la participación de su principal competidor. O acuerdan o no hay gobierno.

    Sobre las diferencias ideológicas, son básicamente en materia de flexibilidad ante los palestinos y las concesiones aceptables en caso de que Abu Mazen, en Ramallah, renuncie al fomento del boicot y vuelva a negociar directamente con Jerusalén. Con Hamás, grupo islámico radical que no reconoce la legitimidad de Israel y realiza atentados contra civiles en forma permanente, no hay lo que hablar.

    De todos modos, tanto Gantz como Netanyahu consideran que Israel debe mantener el control del valle del Jordán —fronterizo con Jordania— por razones de seguridad. Las demás zonas son negociables, incluso —aunque no se proclame— la zona árabe de Jerusalén, al este de la ciudad amurallada donde se encuentran los lugares sagrados. Un punto clave para comprender la base ideológica de Israel es no asociar el sionismo —ideología fundacional del estado— con ningún partido político israelí. Esta idea básica, que defiende el derecho judío a una nación independiente en tierras bíblicas, cruza horizontalmente todo el sistema político hebreo, e incluye a todos.

    Un dato interesante es que todas las listas tienen el mismo tamaño, son blancas, con el símbolo y nombre del partido en negro, y se ubican en una caja dividida en espacios rectangulares iguales. Es menos colorido que el sistema uruguayo, pero evita el trabajo de reparto y ensobrado. Retornando al comienzo, en una tierra considerada “de milagros”, los nueve millones de israelíes esperan uno que les evite “la pesadilla” de votar por tercera vez… en el mismo año.