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    Itaú ve el negocio bancario “difícil” pero con “oportunidades”

    entrevista de Eloísa Capurro

    Los resultados que están arrojando los bancos privados en la plaza local son magros para lo que esperan sus casas matrices. “Está difícil” el negocio, dijo a Búsqueda el gerente general de Itaú, Horacio Vilaró.

    La salida está en seguir haciendo crecer la cartera de préstamos, en especial en nichos donde se presentan “oportunidades”, como los hipotecarios. Itaú acaba de cerrar un acuerdo para adquirir el área de consumo de Citibank y contratar a sus 51 empleados.

    También dijo que Uruguay está caro en dólares: “Uno mira y dice ojalá que podamos tener una depreciación del peso mayor y con la inflación sin que se nos vaya fuera de control”.

    A continuación una síntesis de la entrevista.

    —¿Cómo ve el negocio bancario hoy en Uruguay?

    —Si uno mira los resultados del sistema privado, es un negocio que tiene un retorno sobre el patrimonio, bajo. En términos generales ha sido así; está difícil. 

    Eso hace que se requiera determinada escala y eficiencia para hacer que el negocio sea rentable y alcance los estándares que nuestras casas matrices nos requieren. Aun en países buenos como Uruguay, de mucha estabilidad y de reglas del juego que cambian lentamente, sin brusquedades. Puede haber años excepcionales, pero si eso no ocurre sostenidamente las decisiones a la corta o a la larga son de reestructura de cambio, cierre o venta. Eso hay que tenerlo presente, porque uno tiene que levantarse todos los días con la inquietud de cómo hacemos para seguir creciendo, para ser más eficientes. 

    En nuestro sistema financiero el índice de eficiencia comparado con otros países es muy alto; estamos en promedio de 70%, y si tomamos los bancos privados más arriba todavía. Y en el mundo se apunta al 45-50%. Eso es medir simplemente los costos sobre el total de ingresos, un indicador muy relevante en la banca. 

    Dentro de eso, nuestro negocio ha venido creciendo orgánicamente en los últimos años y por el segundo semestre de 2012 alcanzamos el segundo lugar de los bancos privados del sistema.  

    —¿Los costos tienen un papel relevante en la ecuación?

    —La preocupación menor viene por el lado de los salarios. Los costos son altos en su conjunto. Los de seguridad social son caros comparados con otros segmentos de actividad. Y hay costos impositivos, por el lado del Impuesto al Patrimonio, que es elevadísimo y que en un negocio que requiere regulatoriamente determinadas coberturas de patrimonio, se hace más caro todavía. Esas disposiciones son muy sanas, pero también muy caras. 

    También hay que atender a los ingresos. Había un sistema dimensionado para otro momento y estamos viendo adecuaciones de la capacidad de préstamos de los bancos a nuevas realidades. El gran desafío que tenemos desde el punto de vista de los ingresos es generar un crecimiento de préstamos más importante. Hay margen para seguir creciendo.

    —¿Este año el crédito bancario volverá a aumentar, a pesar de la desaceleración de la economía?

    —Siguen apareciendo proyectos nuevos, clientes de la región e internacionales que aparecen para hacer inversiones en una cantidad grande de áreas. Y estamos viendo un buen ritmo de colocación de créditos. 

    El tema del consumo está más ligado al crecimiento del Producto. Y ahí se ha crecido mucho y muy bien en los últimos años. Hay enormes oportunidades todavía en préstamos hipotecarios. 

    Lo otro que va a ayudar al negocio, que es muy superavitario en depósitos, es que en algún momento las tasas de interés internacionales vuelvan a dar señales de vida. Pero no lo esperamos en el corto plazo, quizás en 2015. 

    —Se requiere una cierta escala para que el negocio funcione. ¿Habrá cada vez menos bancos chicos?

    —El problema no es el tamaño, o no solamente. También es la eficiencia y la eficacia. Puede haber jugadores pequeños que enfoquen bien su negocio y tengan los retornos sobre patrimonios y un índice de eficiencia que les permita defenderse en esos nichos de mercado.

    Cuando uno toma cierto tamaño —y estamos hablando de los 5 o 6 más grandes— en general se apunta a un espectro más amplio de clientes y a una cantidad de negocios diversificada, por eso tenemos que ser muy eficientes y pensar en esa cuenta todo el tiempo. 

    —¿Qué es lo que aporta la cartera de clientes de consumo que Itaú días atrás acordó comprarle a Citibank?

    —No es tanto en volumen sino que esta transacción nos posiciona muy bien en el segmento ABC 1, que tiene buena capacidad de ahorro y de consumo. Estamos trabajando muchísimo en la integración; habrá transiciones muy rápidas y otras con más tiempo.  

    —¿Y los trabajadores?

    —Se armó una tormenta en un vaso de agua. Desde el primer día que hablamos con el Citi entendimos que habría un pasaje de un banco al otro, para que no hubiera pérdida de puestos de estos 51 empleados más afectados al negocio de banca de consumo del Citi. Así se planteó y se aceptó. El día que firmamos el acuerdo definitivo ratificamos que íbamos a contratar hasta 51 personas y que ellos iban a ser cesados, por supuesto individualmente, porque a las personas las contratamos individualmente. Las condiciones van a ser las del banco Itaú, que son muy parecidas y muy buenas. Y van a cobrar un despido el día del cese del Citi. 

    —¿Qué evaluación hace de las normativas que esta semana sacó el BCU tendientes a instalar bancos minoristas, corresponsales bancarios y cuentas básicas de ahorro?

    —Vamos a hacer una evaluación a nivel de la Asociación de Bancos Privados y ver cómo fueron recogidos los comentarios que habíamos hecho. Pero estamos a favor de la bancarización y la inclusión financiera. Eso ayuda a todo el mundo, pero sobre todo a que se modernice el país. Aún falta la obligatoriedad de transaccionalidad a través del sistema financiero, porque eso formaliza.

    —¿Cómo observa la evolución cambiaria? 

    —Los analistas estiman que estará en el eje de los $ 21 para fin de año. Lo que todos sabemos y cualquier uruguayo siente es que el país está caro en dólares. 

    El tema es qué se puede hacer. Los cambios nominales no sirven de nada. Lo que hay que cambiar son los fundamentos, para que haya una ganancia de competitividad. Y un país que relativamente compare mejor con el resto del mundo. 

    Pero es muy difícil en un mundo con un dólar debilitado; ahora por suerte parecería que tenemos un punto de inflexión y una esperanza de que a mediano plazo —y también por la influencia de Brasil— el peso uruguayo no esté tan sobrevalorado.

    Ojalá podamos tener una depreciación del peso mayor y sin que la inflación se nos vaya fuera de control. Eso es lo que supongo que están pensando los responsables del manejo económico.