N° 1992 - 25 al 31 de Octubre de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDramaturgo, guionista, pintor, actor (le dice a Viggo Mortensen en Promesas del Este: “Cuando yo estaba en la KGB sabía lidiar con basuras como vos”), pero sobre todo cineasta de culto, Jerzy Skolimowski (Lodz, 1938) aparece cada tanto y deja su marca. El polaco estuvo 17 años sin dirigir y cuando volvió lo hizo con Four Nights with Anna (2008), en la que un empleado de un crematorio se introduce por las noches en la casa de una mujer y la contempla dormir. En Essential Killing (2010) sigue a Vincent Gallo, un fugitivo talibán que huye y sortea las balas de los soldados estadounidenses sin decir una palabra. Skolimowski también tiene una versión de Ferdydurke (30 Door Key, 1991), la novela de Witold Gombrowicz. Enfrentó a Robert Duvall con Klaus María Brandauer en Proa al infierno, una maravillosa historia de mar (The Lightship, 1985) y filmó una obra maestra poco conocida (Moonlighting, 1982) en la que Jeremy Irons es un constructor polaco que trabaja con su grupo de obreros polacos en Londres —solo él habla inglés— y les oculta, cuando ve por casualidad un noticiero en los escaparates de una tienda de electrodomésticos, la implantación de la ley marcial de Jaruzelski en 1981. A partir de un relato de Robert Graves construyó en menos de 90 minutos El alarido (The Shout, 1978), con unos inolvidables Alan Bates, John Hurt y Susannah York. Fue coguionista de El cuchillo bajo el agua (1962), de su amigo Roman Polanski, y se dio a conocer ante los cinéfilos polacos con una furibunda declaración de principios anticomunista: Barrera (1966).
Y su primera película en el mundo libre, Le départ (1967), rodada en París y con Jean-Pierre Léaud, está colgada en Qubit y a más de 50 años de filmada mantiene una frescura y un desparpajo inoxidables. Léaud es un peluquero que, cuando les lava la cabeza a las paquetas señoras parisinas, piensa en Porsches y en carreras, su verdadero sueño. Skolimowski consigue imágenes increíbles, como el chico y la chica enamorados en el interior de un auto literalmente partido, o una pelota que sale de la nada y desciende por una larga escalinata mientras en primer plano los personajes hablan de salchichas. Un cineasta imaginativo, provocador y en todo momento de una escandalosa lucidez.