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“¿Qué une Yo me voy con Aparicio… con Il bianco fiore, del renacentista Cèsare Negri? O A desalambrar, de Daniel Viglietti, con The frog galliard, de John Dowland”, se preguntan Jorge Alastra y Gustavo Goldman. La respuesta se escuchará este sábado 11 a las 21 en la sala Balzo del Sodre, en un concierto que cuenta con el auspicio de la Asociación Uruguaya de Músicos, en el marco de su 85° aniversario. Allí se volverán a ensamblar la guitarra española y la voz del cantautor Jorge Alastra con el laúd y la guitarra renacentista de Gustavo Goldman. Estrenado en 2021, el espectáculo se llama Pavana criolla y es un encuentro inédito en la música uruguaya.
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La pavana, según la RAE, es una “danza española, grave y seria y de movimientos pausados”. Otras fuentes la definen como “un antiguo baile cortesano de aire reposado y solemne y de pasos simples y repetitivos”. Establecen su origen en Italia y mencionan que como estilo musical tuvo su apogeo entre los siglos XVI y XVII. Lo que ahora se propusieron estos dos músicos montevideanos, con su buena cantidad de horas de vuelo, es encontrar posibles conexiones entre las músicas europeas del siglo XVI con las músicas producidas en estas latitudes en el siglo XX. El resultado de esta alquimia sonora es una nueva aleación de metales populares y cultos, de origen europeo y de naturaleza criolla. Una fusión en la que convergen en forma atemporal ritmos, melodías, armonías y estilos muy disímiles.
Alastra es un talentoso guitarrista, cantautor y productor artístico que tiene cuatro discos solistas publicados y tres más con la cantante Adriana Filgueiras y el violonchelista y acordeonista Juan Rodríguez, con quienes forma el grupo tanguero Malajunta Trío. Ganó tres premios Graffiti, el primero de ellos en 2008 (a la Mejor edición especial) por Una de Cabrera, el disco tributo a Fernando Cabrera que produjo, con la participación de músicos nacionales y de la región. En 2013 volvió a ganar una estatuilla en los premios a la música uruguaya (al Mejor álbum de tango), por Baldosa floja, el disco debut de Malajunta. En 2014 ganó el primer Premio de la Canción del Bicentenario por su composición Hacia el Ayuí.
Goldman es musicólogo, multinstrumentista (especializado en instrumentos antiguos), compositor y docente de música en el Instituto de Profesores Artigas. Es magíster en Ciencias Humanas por la Udelar, tiene un voluminoso recorrido académico y ha publicado varios libros sobre música y artículos de divulgación en revistas especializadas, sobre los vínculos históricos entre la población negra uruguaya y el origen de géneros como el tango, la milonga y el candombe. Dos de los que más trascendieron en la comunidad artística son Los otros ciudadanos: asociacionismo, prensa y política de los negros montevideanos a fines del siglo XIX y Negros modernos: música, territorio y asociacionismo al sur de la ciudad de Montevideo a fines del siglo XIX.
Ambos se conocieron en su juventud, en 1985, y pasaron más de 35 años proyectando hacer algo juntos, hasta que lo lograron en noviembre de 2021. Justo en el medio de una pandemia. Pavana criolla se estrenó con espectadores con tapabocas, distancia social y todos aquellos incordios en el Centro Cultural Mandrágora, un pequeño local de la Ciudad Vieja. Buscaban “la consonancia de las músicas de siglos tan distantes”, según contaron a Búsqueda. La fenomenal reducción de la actividad artística que padecimos entre 2020 y 2021 les permitió disponer de ese tiempo que antes no se habían otorgado mutuamente. Se juntaron, investigaron, ensayaron, dieron forma al espectáculo, estrenaron y en 2022 lo llevaron por el interior del país, en una gira que alcanzó media docena de presentaciones. Sin premeditarlo demasiado, los dos músicos se fueron dando cuenta de que cada presentación era única e irrepetible, ya que el repertorio elegido se iba desgranando cada noche en un debate improvisado en torno al origen del folclore en Uruguay, tema sobre el que tienen diferentes opiniones, pero ningún problema en volcarlas en escena en un marco de camaradería.
En su carrera, Alastra hizo muchas versiones (con arreglos para guitarra y voz) de canciones de raíz folclórica uruguayas, de autores como Daniel Viglietti, Alfredo Zitarrosa y Osiris Rodríguez Castillos. “No son covers, son versiones con arreglos muy personales —asegura el cantautor—. Y cuando conocí lo que Gustavo tocaba en el laúd le propuse, finalmente, después de tantos intentos fallidos de hacer algo juntos, hacer un espectáculo que reuniera esos arreglos míos con la música renacentista. Intentar hacer el vínculo entre la música que llegó de Europa y lo que después se desarrolló como música criolla. Él también conoce muy bien la música popular. Yo entendía lo que él hacía y él, lo que yo hacía. Ahí empezamos a trabajar. Intercambiando nuestro material y viendo dónde estaban las compatibilidades, dónde podíamos hacer un puente”.
Debido a su especialización en música antigua, Goldman posee los instrumentos necesarios para navegar en ese inmenso océano musical que es el repertorio renacentista. Pavana criolla contiene algunas piezas de autores bastante conocidos, como John Dowland y Jacques Arcadelt, pero se adentra en compositores absolutamente desconocidos en el medio local, a los que accede por Internet, por supuesto. “En este concierto hago música renacentista compuesta para el laúd y me baso en las copias de los manuscritos originales”, explica, y lejos de hablar con lenguaje elitista, se expresa con un léxico más propio de la música popular que de la académica.
Antes de aprender a tocar el laúd, el instrumentista y musicólogo fue guitarrista. Inició su camino académico estudiando guitarra y después se formó como musicólogo en la Escuela Universitaria de Música. Ese cúmulo de formación le permitió profundizar en su experticia: “Leo las tablaturas, que es un lenguaje diferente al de las partituras convencionales. Muchos guitarristas no leen tablaturas, entonces solo acceden a las transcripciones para las partituras modernas. El problema mayor de esta especialidad es encontrar lo que te gusta tocar, porque en la mayor parte de este material no hay versiones grabadas para escuchar. Entonces, para descubrir lo que me gusta tocar, primero tengo que conocerlo. Tengo que dedicar horas a leer. Así descubrí, por ejemplo, a Albert Dlugoraj, un músico polaco que vivió entre 1540 y 1580, aproximadamente”.
La Petrucci
Una de las principales fuentes de las que abreva Goldman es la Biblioteca Musical Petrucci, la principal editorial italiana del Renacimiento, un inmenso archivo de música renacentista fundado por el veneciano Ottavio Petrucci, que sigue en pleno funcionamiento, y que contiene unas 215.000 obras musicales, unas 700.000 partituras y más de 77.000 grabaciones correspondientes a unos 26.000 —sí, veintiséis mil— compositores de todos los tiempos. Goldman la menciona como “la librería Petrucci” y en el mundo de la música erudita es conocida por la sigla IMSLP. “Buscás cualquier compositor junto con esas letras y podés bajarte esas tablaturas y partituras. Hoy todo ese material inconmensurable es de dominio público y es accesible para cualquier persona. Ponés ‘Mozart IMSLP’ y te bajás las copias de los manuscritos de Mozart; las ediciones originales. Es una maravilla. Entonces, cuando chapo una que me gusta, la estudio”, dice Goldman.
Alastra explica cómo se ensamblan los instrumentos y cómo, después, ambos se lanzan al vacío: “Él se sube con el laúd y con la guitarra renacentista a la armonía que yo hago en la guitarra. Entonces en una chacarera aparece la sonoridad del laúd, que no tiene nada que ver. Tenemos una parte fija del concierto y otro segmento donde improvisamos desde el ensamblaje. Por ejemplo, yo empiezo una versión de Ky chororo, el tema de Aníbal Sampayo, y en determinado momento nos encontramos en la improvisación. Nunca sabemos adónde vamos a llegar. No es una canción normal. Yo meto un acorde y justo él se mete ahí y empezamos a jugar sin red. Y la versión puede durar cinco minutos o igual se puede ir a 10. Según cómo se genere el ambiente. Es un ejercicio muy difícil. No tenemos reglas fijas”.
La idea de Goldman y Alastra es consolidarse como dúo y seguir presentando este espectáculo allí donde los convoquen. Para Goldman, esta propuesta colabora con el cuestionamiento a la idea del folclore como “lo autóctono” y “lo original” en la música popular. “Creo que la gente hace música porque antes escuchó música. Y ese contagio siempre vinculó la música erudita con la popular, porque quien copiaba no siempre copiaba bien, lo hacía como podía, con sus limitaciones, y así comenzaron a surgir nuevos géneros, nuevos estilos. Y cuando eso llegó a América se multiplicó en cientos de variaciones, desde el joropo al malambo. La oralidad rompe con esa idea tan estática de la tradición. Después todo se cruzó con lo que vino de África. Por eso encontrás vínculos rítmicos en toda América”.