El Uruguay ha perdido, y va perdiendo, costumbres que hablaban de su nobleza. Ya nadie avisa cuando un amigo se va. Por eso, muchos no pudimos despedir a Julio Durán, que volvió a la tierra el sábado último.
El Uruguay ha perdido, y va perdiendo, costumbres que hablaban de su nobleza. Ya nadie avisa cuando un amigo se va. Por eso, muchos no pudimos despedir a Julio Durán, que volvió a la tierra el sábado último.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAmigos por más de cincuenta años, nos conocimos militando en las juventudes batllistas y de ahí a la fundación de la 99. Es cuando nace su entrañable amistad con Zelmar Michelini, que la mantuvo intacta hasta el día del crimen. Después, no hizo otra cosa que recordarlo. Por esa amistad estuvo preso y fue apremiado con secuelas físicas que arrastró hasta el sábado 11.
Ingresó al Senado como funcionario con 17 años y se fue de ahí con 70. ¡Cuánta gente conoció! ¡De cuánta gente se hizo amigo más allá de divisas!
Siempre tenía tema. Especialmente de pintura. Fue un estudioso y sabía como pocos de pintores nacionales. ¡Cuántos que lean esto recordarán cuando le compraron un cuadro!
En los últimos años de la dictadura funcionó, como tantas, una mesa en El Jauja donde se reunían intelectuales de gran valor en la que uno de sus animadores fue Julito Durán. Ahí convenció a gente que venía de la izquierda y la integró a la 99. Y en esta, brillaron.
A cierta altura de la vida, nuestros caminos se bifurcaron. Apreciamos de forma distinta algunos hechos y él permaneció en el Frente Amplio. No sé por qué pero a partir de ahí nuestra amistad se hizo más fuerte. Yo respetándolo a él y él viviendo la esperanza de que su camino volviera a ser el mío. ¡Cuánto hablamos, cuánto dialogamos, cuánto nada discutimos! ¡Cuánto nos respetamos!
Como los intolerantes no faltaron, y aún no faltan, sé cuántas veces proclamó con orgullo nuestra amistad y cuántas veces se jugó convencido de la probidad de su amigo.
Hoy muchos estamos doloridos y muchos más serán cuando se vayan enterando.
No puedo desearle lo que no creo. Pero como él sí creyó, ojalá haya tenido razón y hoy esté en el mejor de los lugares reservados para los hombres nobles, íntegros y dignos.
Que todo eso lo fue y que el dolor impide expresarlo en su debida dimensión.
Julito: en nombre de tantos te reitero cuánto te quisimos. Y de algo estoy seguro: no te vamos a olvidar jamás.
Yamandú Fau