Es verano y el viento gélido ingresa de inmediato al Hércules, apenas los operarios abren la puerta trasera. La sensación térmica es de veinte grados bajo cero en la isla Rey Jorge, la isla con más bases de la Antártida —Uruguay, Chile, Polonia, Argentina, Rusia, Corea del Sur, Brasil, China, y Perú—. Esta es la época de trabajo para los científicos y de visita para los turistas que eligen conocer el continente helado. En el refugio del aeropuerto chileno —el único en la isla— hay una veintena de personas que esperan para regresar al continente a 3.000 kilómetros de distancia.
La mayoría de las bases en Rey Jorge están diseñadas en módulos por seguridad, una casa o edificio para habitaciones, otro para cocina y espacio de comedor y recreación, otro para la parte operativa y energética. Así son la uruguaya —que tiene casas separadas, por ejemplo, para la radio, los dormitorios y en un área integra el parrillero, comedor, cocina y sala de reuniones—, la china —con edificio exclusivo para laboratorio, otro para dormitorios, uno para recreación con mesa de pool, ping pong, gimnasio junto con área de generación— la coreana y la base rusa, que cuenta con su iglesia en una colina. La chilena en realidad son cuatro bases separadas que tienen centralizados algunos servicios de basura, supermercado, banco y en la llamada “Villa las Estrellas” hay casas bajas de techos naranjas para los oficiales de la Fuerza Aérea Chilena (FACH), que vienen con sus familias por dos años y en la que habitan siete niños y hay escuela. La base brasileña Ferraz en la isla Rey Jorge era de las pocas que estaba diseñada como una unidad; se incendió por completo en enero de 2012 tras un accidente en una maniobra de combustible en la que fallecieron dos personas. En una hora y media llegó el rescate chileno, pero el edificio estaba destruido por completo. En la actualidad tienen módulos de emergencia y construyen una nueva base.
Rey Jorge —isla conocida como 25 de Mayo por los argentinos y en la que cada base fija la hora de acuerdo a su país— está cubierta en su mayoría por el Glaciar Collins, que solía ser recorrido por motonieves y vehículos especializados para el terreno, hasta que una grieta se llevó a dos argentinos que intentaron cruzarlo al salir de la base uruguaya de regreso a la suya. Fue también en el glaciar que cayó un vehículo coreano, aunque esa vez no hubo fallecidos. Desde entonces, los medios utilizados para salir y entrar a estas bases son el mar y el aire, y fue por agua que ingresaron a la base argentina Carlini integrantes de las demás bases de Rey Jorge invitados para asistir al concierto que brindó Metallica en diciembre, entre ellos tres uruguayos.
La cooperación entre las bases y el diálogo es diario. Visitas semanales en verano, esporádicas en invierno y ayudas de transporte por mar, tierra o agua entre los países es algo cotidiano.
“Debemos estar preparados para absorber gente si ocurre un desastre”, dijo el capitán de navío Javier Nobile, jefe de misión del Instituto Antártico Uruguayo (IAU). La Base Artigas recibió en 2008 a unos 60 tripulantes de un barco que se hundió cerca de la base. El clima en este parte del mundo es muy cambiante y el pronóstico se ajusta dos veces al día.
Ciencia en minoría.
En la base china de la isla, 11 colchones en el piso con sábanas tendidas rodean la reluciente cancha de básquetbol—contigua al comedor y próxima a la alfombrada sala de karaoke, que solo se puede pisar descalzo—. Durante el invierno sirve para la recreación de las 14 personas que quedan en la base. Afuera nieva y el viento es intenso, pero la retroexcavadora no detiene sus labores. El nuevo edificio debe estar listo a fines de este año para aumentar la capacidad locativa a 100 personas para los meses estivales.
La Base Artigas de la Antártida cuenta con un personal fijo de ocho integrantes. Entre los que figuran en plantilla hay un mecánico, un encargado de radio, un buzo, un médico, entre otros roles operativos y de mantenimiento. Solo durante el verano, con la llegada de científicos y estudiantes, la capacidad locativa puede llegar a cerca de su máximo: 60 personas, que ocupan principalmente un módulo destinado a alojamientos con cuartos de hasta ocho personas y cuchetas. Fue inaugurado en 2006 y queda desierto en invierno. Algo similar ocurre con las bases chilenas. La base Escudero del Instituto Antártico Chileno (Inach) está operativa durante el verano pero en invierno los investigadores se van. Durante los meses de invierno en las cinco bases rusas de la Antártida el 70% del personal se dedica a logística y solo el 30% son científicos. Durante el verano el número de científicos supera a los de logística.
“La gente dice que no es buena la proporción y que deberíamos cambiar esta situación, pero primero debemos recordar los aspectos de seguridad en invierno. Sin logística es imposible”, dijo a Búsqueda Valery Lukin, el director responsable del Instituto de Investigación Ártico y Antártico Ruso (AARI) y jefe de la Expedición Rusa Antártica (RAE por sus siglas en inglés).
El presupuesto chileno para financiar proyectos de investigación en la Antártida es de cinco millones de dólares anuales, el de Corea ronda los diez y Uruguay destina en el entorno de los 200.000 dólares, según el año, el 15% del presupuesto total del IAU, que es de 1,3 millones de dólares.
Rusia tiene un presupuesto total para 2014 de 38 millones de dólares para sus cinco bases en la Antártida y financia proyectos de investigación antártica por dos millones de dólares. Muchos no requieren viajar al continente helado y utilizan información remota. “El presupuesto (para ciencia) es muy chico, pero sin energía eléctrica y servicios sería imposible hacer ciencia”, justificó Lukin. Lo mismo opina Nobile: la logística se hace para que los científicos puedan trabajar.
Política y ciencia.
Científicos uruguayos consultados por Búsqueda opinaron que faltan mayores incentivos para promover la ciencia en la Antártida y hay quienes perciben la ciencia como una “excusa” para justificar fines geopolíticos.
“Para cualquier país el principal interés en la Antártida es político y la ciencia es su paraguas”, opinó Lukin. El ruso es franco al reconocer la falta de protagonismo de la ciencia en la Antártida, pese a que el Tratado Antártico la establece como prioridad. Según Lukin, existen tres objetivos comunes a todos los países que hoy están instalados en 39 bases. El apoyo a la seguridad, no solo militar sino para lograr una mayor comprensión económica de los efectos del cambio climático y del ambiente, por intereses económicos particulares, como el turismo para Argentina y Chile y la pesca para China, Corea, Japón y Rusia. Por último, estar en la Antártida es una cuestión de “prestigio internacional” y la ciencia es un “apoyo” que contribuye a esta percepción.
“El Tratado coloca a la Antártida en una situación de reserva natural. Hay países que disponen de muy pocos recursos para sus programas antárticos, pero por geopolítica les sirve”, dijo a Búsqueda Joaquín González Vaillant, relator del Tratado Antártico.
De hecho el presidente del IAU, el brigadier general Ismael Alonzo, definió la reapertura de la Estación Científica Antártica Ruperto Elichiribehety (Ecare)—la única uruguaya en el continente antártico— luego de seis años cerrada, como una decisión política. Ecare aún no cuenta con proyectos científicos asociados al área, pero sí cumple con la “estrategia de ir cada vez más hacia el sur”, tendencia de la mayoría de las potencias miembros del tratado que suman bases en sitios cada vez más remotos.
Pero cuanto más al sur y adentro del continente, más difíciles se hacen las condiciones y “la naturaleza es más agresiva”, comentó Nobile. Hace algunos días una tormenta de viento y nieve y la llegada de escombros de hielo ocasionó problemas con el abastecimiento de agua y las cañerías se congelaron.
En los últimos años el número de áreas protegidas ha aumentado. Los países ofrecen hacerse cargo de ellas, una forma de colaborar en la conservación para algunos, y de expansión de dominio del territorio para otros.
“Como (en el Tratado Antártico) se vota por consenso, el rol de Uruguay es tan importante como el país más pobre o rico del tratado”, agregó Nobile.
“Uruguay en la Antártida es una decisión geopolítica, y la ciencia es parte de esto”, comentó Juan Abdala, coordinador científico del IAU.
Se presume que la cantidad de bases y de áreas protegidas administradas pueda ser un argumento a futuro si algún día se decide explotar la Antártida.
La Antártida se encuentra ubicada en una cuenca petrolera y la base uruguaya está dentro de esta franja. Sin embargo, el compromiso firmado por el Tratado Antártico —y el artículo 7 del Protocolo de Madrid— establece la no explotación de los recursos fósiles. Para habilitarlo, los 29 países miembros tendrían que votar por unanimidad, algo que algunos creen podría pasar en poco más de una década.
Cuidado ambiental.
Un pingüino sonriente en un afiche en el baño de la base Artigas le recuerda al visitante no tirar papel al inodoro. Es que se congela y tapa las cañerías. La logística no es sencilla y se acompasa con el cuidado ambiental al que los países se comprometen por el tratado. Tras el paso por dos tanques en el que se deposita la materia orgánica, las aguas grises terminan en el mar. Según autoridades del IAU, no produce un impacto significativo por la baja población que habita en la base durante el año. Por mar llegan unas 40 toneladas de carga al año para abastecer la base y regresa a Montevideo la materia depositada en el fondo de los tanques, aceites, plásticos y latas que se acumulan. En invierno solo un vuelo de la Fuerza Aérea Chilena conecta por aire la isla cada mes y medio.
El agua utilizada se toma del lago Uruguay mediante un sistema que se congela, se tapa, se rompe y el buzo debe arreglar día por medio cuando la base en verano tiene muchos visitantes. La maniobra es delicada: al sumergirse en un lago semicongelado para solucionar el problema, por más que se utilice la protección adecuada, si se demora más de 40 minutos el frío se hace sentir.
Ancap dona cada año 150.000 litros de combustible que descarga en uno de los inmensos tanques rusos oxidados de la época soviética que aún están instalados en una de las playas entre la base uruguaya y la rusa Bellingshausen. Según Rodrigo Ponce de León, profesor adjunto del Laboratorio de Zoología de Invertebrados, quien participó del monitoreo del impacto de la descarga de combustible que se hace una vez al año desde un barco uruguayo al gigantesco cilindro oxidado sobre la costa antártica de arenas negras, siempre existe un impacto, pero este no ha provocado grandes problemas, según los resultados del monitoreo ambiental realizado entre 2007 y 2011. De todos modos señaló como debilidad el recambio de personal y la falta de traslado de experiencia de un año al otro, que puede inducir a cometer errores.
UTE y Ancap financiaron un proyecto de eficiencia energética por 600.000 dólares que está en sus etapas de diseño. El objetivo es el ahorro del 43% del combustible que se consume cada año (180.000 litros). En la Antártida cada paso debe calcularse con precisión, las condiciones climáticas adversas pueden complicar maniobras que en otras partes no representan complejidad. Por ejemplo, tras la llegada de un generador hace cuatro años, se lo remolcó con un vehículo con oruga, pero el peso del artefacto y la nieve blanda hicieron que este se hundiera y requiriera varios días de trabajo para desenterrarlo del camino. Actualmente Antel provee servicio de teléfono fijo, internet y celular. Antes el diálogo de quienes vivían en la base con sus familiares se hacía una vez por semana mediante radio. De todos modos aún hoy cuando fallan las nuevas tecnologías se utiliza el código morse desde la cabina de radio, lenguaje que ya pocos saben interpretar.
Ciencia, Salud y Ambiente
2014-02-13T00:00:00
2014-02-13T00:00:00