Nº 2078 - 2 al 8 de Julio de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSe sentaba en medio del escenario con la botella de whisky al lado y empezaba a hablar. Desde la platea de la antigua Casa del Teatro, sus estudiantes lo escuchábamos durante más de dos horas, acompañándolo en un viaje que comenzaba tal vez con alguna cita de Antonin Artaud y terminaba tres o cuatro vasos después, en algún lugar impredecible. Tener clase con Alberto Restuccia era como ir a verlo actuar a una de sus obras. Hablaba de teatro, de física, de metafísica, de sexo y, casi siempre, de fútbol. Y mientras hilvanaba sus palabras, sus gestos construían el subtexto.
Restuccia no usaba términos académicos para hablar de conceptos como homofobia, transfobia o misoginia. Sin embargo, hablaba de todo eso con lenguaje sencillo y contundente. Decía, por ejemplo, que cuando los hinchas de un cuadro les cantan en el estadio a sus contrincantes: “Los vamos a coger”, desde la tribuna de enfrente deberían responderles: “¡Muchas gracias!”, en lugar de sentirse atacados. Sin decir nada más, sugería lo ridículo de usar el sexo como insulto, lo empobrecedor de insistir en la homosexualidad como algo humillante y lo penoso de seguir construyendo masculinidades que atrasan.
Protagonizó el primer desnudo y el primer acto de travestismo en la historia del teatro uruguayo (en la obra Las sirvientas, de Jean Genet) y pasó los últimos años de su vida siendo más tiempo Beti Faría (su alter ego de calzas y collar), que Alberto Restuccia. Irónicamente, murió el Día Internacional del Orgullo LGBT, el pasado 28 de junio. Se podría decir que Restuccia encarnó en vida el concepto mismo de orgullo, en el sentido de no avergonzarse de ser quien era más allá de las discriminaciones. Dedicó toda su carrera a trabajar por el cambio cultural y por el fin de la hipocresía y la pacatería de la sociedad uruguaya.
Sin embargo, Uruguay sigue sin estar a la altura de sus aspiraciones. A pesar de los avances en derechos de la población LGBT obtenidos en los últimos años, para un gran porcentaje de la población uruguaya, el sexo y la orientación sexual siguen siendo motivo de insulto. El domingo pasado, muchas de estas miserias quedaron en evidencia a través de la red social Twitter, como consecuencia de los posteos realizados por instituciones o personalidades del gobierno en reconocimiento del Día del Orgullo. “Por favor Delgado los votamos para cambiar no para seguir con las mismas estupideces de los frentistas”, responde un usuario al tuit del secretario de la Presidencia. “Con todo respeto Señora Vice Presidente. Pero usted tiene claro que este movimiento busca legalizar la pedofilia?”, comenta una mujer al posteo de Beatriz Argimón. “¿Por qué tenemos que tolerar que un Ministerio de este gobierno que la mayoría votó haga panfletarismo con un tema que no todos los uruguayos aprobamos?”, se pregunta otra usuaria ante el tuit del Ministerio de Desarrollo Social. “Que les pasa! Mostraron ser algo diferente antes de la elecciones y ahora aparecen a cada rato con esto! Que votamos por diosss!”, le escriben a Lorena Ponce de León, esposa del presidente de la República.
Entristece observar la profunda ignorancia detrás de algunos comentarios, repitiendo mentiras propagadas una y otra vez por movimientos religiosos conservadores en todo el mundo (como la asociación de la homosexualidad con la pedofilia, cuando en realidad los medios muestran día tras día que los pedófilos son en su mayoría varones adultos heterosexuales vinculados a explotación sexual de menores o al abuso sexual intrafamiliar).
También sorprende la dificultad para distinguir entre política partidaria y derechos humanos. Como si el actual gobierno no tuviera derecho a promover la diversidad y defender la no discriminación. Es verdad que cierta decepción de algunos/as votantes puede deberse a la fuerza de discursos promovidos por algunos parlamentarios al interior de la coalición multicolor, como Álvaro Dastugue, del Partido Nacional, que siempre se manifestó contrario a la “ley trans” y al matrimonio igualitario, o como Guillermo Domenech, de Cabildo Abierto, que considera que las familias homosexuales con hijos son un “fenómeno propagandístico”.
Es por todas estas resistencias, que el apoyo mostrado a los colectivos LGBT por parte de figuras como Beatriz Argimón, Álvaro Delgado o hasta Loli Ponce de León el pasado domingo, resulta muy importante para afianzar el camino hacia la igualdad. Lo que tantas reacciones de enojo quizás estén mostrando, es que un tuit no es suficiente para ganar la batalla cultural. Es necesario educar a la población día tras día, se precisa un trabajo constante que ayude a erradicar toda la ignorancia en torno a estos temas, así como recursos para la aplicación efectiva de políticas que aseguren la inclusión y el respeto integral de lesbianas, gais, bisexuales y trans en Uruguay.
Buen viaje, Restuccia, gracias por no cansarte nunca de tanta pacatería.