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    La “ciencia pura” puede “adquirir un sentido comercial” si se genera una buena coordinación entre empresarios y académicos

    Un hospital inglés necesitaba mejorar la iluminación en las habitaciones. Podrían simplemente haber sumado luces, pero no lo hicieron. Decidieron hacer un llamado a innovadores para crear un sistema de luces que ayude a las nurses a trabajar mejor con el paciente con una iluminación más dirigida y de calidad. Innovar requiere ir más allá de la solución estándar, pensar en los problemas y analizar distintas maneras de resolverlo.

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    “En el Reino Unido ya hace varios años que estamos trabajando en diferentes iniciativas para lograr innovación en la industria. Ofrecemos incentivos para universidades y empresas para que desarrollen proyectos juntos”, dijo a Búsqueda Nick Rousseau, encargado de Políticas de Innovación Internacional del Departamento de Negocios, Innovación y Capacidades (BIS, por sus siglas en inglés) del Reino Unido.

    No tienen por qué ser grandes sumas de dinero y el objetivo del incentivo es que los empresarios recurran al mundo académico para asesorarse y proponer la realización de proyectos. Luego las universidades pueden poner a uno de sus especialistas a trabajar un tiempo dentro de la empresa para llevar a cabo la iniciativa en conjunto. Esto se realiza a partir de las políticas delineadas por el Technology Strategy Board, la agencia de innovación británica, como ANII en Uruguay.

    Un grupo de cinco científicos y especialistas en política de innovación y transferencia de tecnología visitaron Uruguay para explorar las posibilidades de cooperación entre ambos países. Se reunieron con autoridades uruguayas, como el gerente general del Laboratorio Tecnológico del Uruguay (Latu), Jorge Silveira, el gerente general del Plan Ceibal, Gonzalo Pérez, y Laura Fernández, y Omar Barreneche, de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII).

    “Las ideas tienen que venir a menudo de las compañías. Creemos que la innovación se trata de trasladar la investigación a las empresas. No tienen por qué partir de vínculos formales, una idea puede venir de una conversación entre las distintas partes que deciden probar hacer cosas juntos”, señaló Rousseau.

    Las redes de KTN son las que ayudan a generar estas reuniones. “Todo puede comenzar por una primera conversación en la que se plantea un pequeño problema a trabajar. Lo importante es que se sienten en torno a una mesa a charlar”, dijo a Búsqueda Carolyn Roberts, directora de Sustentabilidad Ambiental de la Red de Transferencia de Conocimiento (KTN, por sus siglas en inglés) británica, de la Universidad de Oxford.

    Ciencia comercial.

    Sin una aplicación no hay dinero. A grandes rasgos esta es la idea del gobierno británico, que para otorgar recursos para investigación les exige a los académicos justificar su aplicación en el mercado. Puede ser a largo plazo, pero esta información tiene que estar. De esta forma hace que las universidades se comuniquen con la industria para buscarles una aplicación a las investigaciones.

    “Tratamos de que las universidades se concentren en el impacto de sus investigaciones, a través de distintos mecanismos. Ahora les pedimos que nos muestren qué han estado pensando sobre el impacto que va a tener lo que están investigando. Ha sido un desafío hacer que las universidades piensen de esta forma”, explicó Rousseau. Puede tratarse de investigación básica o aplicada, todas pueden ser pensadas como una ruta hacia una aplicación futura.

    “Algunos grupos de investigación en las universidades piensan que todo el mundo va a estar usando lo que están desarrollando una vez que lo publiquen pero no han puesto a prueba esta hipótesis. Tenemos un ejercicio de evaluación que consiste en que los investigadores digan qué impacto creen que va a tener lo que quieren estudiar —para analizar otorgarles dinero—. Les decimos: dime con quién has hablado para decir que tendrá un impacto, que lo valide. Este es un paso clave, no puedes decir que tendrá un impacto, lo tienes que haber probado. Puede ser un impacto educativo, uno en la comunidad local o en la industria”, explicó Rousseau.

    “Les preguntamos: ¿alguna vez le has preguntado a alguien? ¿Te has tomado un café para contarles a otros lo que hacen?”, recordó Roberts.

    “No quiere decir que queremos detener los proyectos, como la investigación en ADN, que puede tener sus efectos dentro de 20 años. Se trata de lograr un balance para que la gente piense en aplicación y en cómo lo podrán utilizar. Al menos es un avance hacer este ejercicio. Seguramente te des cuenta de que tu investigación puede ser aún más útil de lo que habías pensado”, dijo a Búsqueda Simon Charter, adjunto de Clima y Prosperidad de la Embajada británica en Buenos Aires.

    “El impacto de la ciencia pura puede adquirir un sentido más comercial, se puede aplicar. Tiene un beneficio para todos”, dijo Charter. Explicó además que, según su experiencia en políticas de innovación en Inglaterra, las primeras ideas que las universidades junto con las empresas empezaban a abordar no eran finalmente los problemas que terminaban resolviendo.

    “Debido a la comunicación entre ellos terminan resolviendo otros problemas que en general son más estructurales. Aquí se ve que la colaboración es importante y que funcionan bien trabajando juntos, Por eso es interesante hablar de esto”, agregó Charter. Generalmente, la realidad tiende a ser mucho más compleja que la hipótesis que inicialmente se planteó el investigador.

    También es difícil lograr proyectos interdisciplinarios, conectar a biólogos con ingenieros, por ejemplo, comentó a Búsqueda Yvonne Armitage, manager y experta en transferencia de conocimiento del sector Biociencias de KTN, la agencia del gobierno británico creada en 2007. Destacó además que hay sectores como el agropecuario en el que las grandes empresas son las que lideran los procesos de innovación. A los pequeños productores les es más difícil trabajar en el tema.

    Da miedo.

    Cuando los empresarios recurren a especialistas de la Universidad de Oxford para consultarles sobre soluciones para sus emprendimientos sienten temor de abordar la conversación. Lo mismo sienten los académicos que ven venir a un experto en finanzas y temen por cómo resultará el encuentro y los planteos que hará, relató Roberts.

    “Como especialistas en conocimiento, nuestro trabajo incluye entender a la gente como individuo. Veo que muchos académicos y empresarios no manejan el mismo lenguaje, pero les pides que trabajen juntos. Hay que desarrollar una actitud positiva para lograrlo. A los académicos los tenemos que entusiasmar, hay que hacer que para ellos los temas a investigar les atraigan y entusiasmen. Son procesos mentales y es cuestión de actitud”, señaló Roberts.

    En una gran compañía no todos tienen que hablar con los académicos. Se trata de que los empresarios sepan a quién recurrir en cada universidad, con los que se pueden relacionar y confiar para empezar a tejer redes. “Hay mucha gente con buenas ideas en las dos partes. El tema es conectarles, saber con quién tienen que hablar”, dijo a Búsqueda Chris Bagley, director de Generación de Energía y Suministro en KTN.

    “Hay que quebrar barreras”, explicó Armitage. Para la especialista en innovación en biociencias las barreras técnicas pueden ser que no sepa a qué especialista recurrir o también puede ocurrir que el no sepa bien qué es lo que quiere de la tecnología. La barrera puede ser comunicacional cuando los académicos y empresarios parecen hablar distintos idiomas o simplemente no tienen acceso a los universitarios.

    “Por esto estamos generando estos encuentros, estas reuniones, facilitamos mesas de trabajo y les damos oportunidades para que charlen en extensos coffe breaks —cortes para tomar café—”, detalló Armitage.