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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“No se puede afirmar con derecho que existe desorden en la naturaleza, porque no hay nadie que conozca todas las causas de la naturaleza para poder juzgar de ello” (Baruch Spinoza).
Las utopías emergen en períodos de crisis y son un testimonio de insatisfacción social. Su aparición revela el lado negativo de cualquier proyecto político y se vuelven una declaración de displicencia. Gracias al vasto conocimiento de la historia y de sus fuentes, se proporciona de esta manera valiosos elementos para comprender desvíos y degeneraciones de las utopías de todos los tiempos (Canfora, Luciano, 2019, La crisis de la utopía. Aristófanes contra Platón, Fondo de Cultura Económica, México).
¿Los fracasos matan la utopía o esta sigue siendo una necesidad moral más allá de su propio naufragio?, ¿la demonización de la utopía no se convierte en un pretexto para blindar eternamente el conservadurismo y la injusticia?
En la utopía platónica ya existían planes dirigidos a la construcción del “hombre nuevo” (¿le suena conocido?) y atacar explícitamente los inevitables desvíos y degeneraciones del hombre democrático. Se trataba de crear el “Modelo de Estado ideal” y la mejor forma de gobierno y la necesidad de describir un “Igualitarismo austero”, síntoma de la conciencia intranquila de la clase culta.
En la mitología griega, eunomia (????µ?a, “buena ley”) era la diosa de las leyes y la legislación. Se la consideraba una de las Horas, hija de Zeus y Temis. En la mitología romana se llama Disciplina. También debe entenderse eunomia como el buen orden referido al gobierno de una sociedad. La utopía es el campo de batalla y la pretensión platónica de formar el hombre nuevo.
Nótese, que la “racionalidad griega” se mezcla con “designios de los dioses”, similar a utopías planteadas luego (Marx), en las cuales “fuerzas sobrenaturales” determinan las condiciones sociales El marxismo es una religión como lo es el islamismo (Harari, Yuval Noah, 2013, De animales a dioses, Penguin Random House, Grupo Editorial Sudamericana, pág. 254). Las leyes marxistas de la historia se asemejan a los mandamientos de los dioses de las diferentes religiones, se trata de fuerzas superhumanas que los hombres no pueden cambiar por propia voluntad. Según Marx, “no podemos cambiar las leyes de la historia: los capitalistas continúan acumulando propiedad privada que trae conflictos de clase que determinan su derrota por el proletariado”.
Muchos que sueñan con un mundo más justo y más igualitario pueden encontrar en la idea básica del comunismo (la propiedad social de los medios de producción, la desaparición del capital y la planificación centralizada de la economía) una buena forma de alcanzar su sueño. Es decir, desde cierta ingenuidad tiene cierto sentido emocional adscribirse al comunismo.
Ya Platón tenía una idea fija: “Yo establezco un único modo de vida común e igual para todos”. Para ello crea la imagen de la belleza perfecta abrevando en más de un modelo. Por tanto, el utopismo platónico es extender el estilo de vida de las élites al cuerpo social en su conjunto.
1. “Órdenes imaginados y órdenes espontáneos”. La “fatal arrogancia” lleva a algunos a creer que solo la economía es capaz de resolver todos los problemas humanos. El “intelectual” está convencido de que elaborando racionalmente un modelo justo y equitativo de sociedad este se puede imponer a la realidad. Todas las utopías sociales, Platón, Tomás Moro o Marx, han partido de creencias personales que no necesitan pruebas. Tanto Lenin como Mao creían que “las opiniones de la gente reflejan su educación y su entorno social, que tanto a ricos como a pobres se les lava el cerebro desde que nacen, a los ricos se les enseña a obviar a los pobres y a los pobres se les enseña a obviar sus propios intereses”.
En la política socialista el partido es quien sabe mejor lo que conviene y en la economía socialista el sindicato siempre tiene razón. Gramsci reconoce la fuerza de la fe, en una nueva deidad intramundana: “La racionalidad de la historia, que debe ser apoyada por una fuerte actividad volitiva”.
Dicha “soberbia intelectual” deriva en “religiones seculares” (marxismo, comunismo, progresismo), en creer que el motor de la historia sea solo el conflicto entre burguesía y proletariado, ignorando la multiplicidad de factores sociales, culturales, étnicos, religiosos, psicológicos, familiares y personales. Estas “ingenierías utópicas” son más un acto de fe que una filosofía racional, son algo totalmente anticientífico, es una vergüenza que se difundan desde los ámbitos universitarios públicos.
A la “civilización” nadie la inventó, fue naciendo de a poco, es el resultado imprevisto y no pretendido del sometimiento a las reglas morales y legales que nunca fueron inventadas con un resultado prefijado. Crecieron porque las sociedades poco a poco las fueron desarrollando y se fueron imponiendo, ya que su propósito era la civilización.
2. “Comprender el mundo real tal como es, no como desearíamos que fuera, es el comienzo de la sabiduría” (Bertrand Russell). Se tiende a pensar que existe una sola respuesta verdadera para cada problema humano. Así, cada vez que se encuentre una respuesta, se desechan todas las demás. Complementando lo anterior, se piensa que los más nobles ideales que animan a la humanidad —justicia, libertad, paz, felicidad, etc.— son todos compatibles unos con otros.
Nicolás Maquiavelo fue uno de los primeros en observar que no todos los valores son compatibles, que la noción de una única y definitiva filosofía para establecer la sociedad perfecta es material y conceptualmente imposible.
Montesquieu advirtió como característica central de la humanidad que los fines de los seres humanos son muchos y distintos y en muchos casos incompatibles unos con otros y que esta es la raíz de choques entre civilizaciones y de diferencias entre comunidades diferentes y, en el seno de estas, de rivalidades entre grupos y en la propia intimidad de las conciencias individuales.
El factor clave de la civilización no es la razón ni el conocimiento (siempre incompleto, fragmentario y disperso), sino la adaptación de ambos a una tradición depurada por la experiencia vivida. Los órdenes espontáneos no son todos buenos, en el largo proceso civilizatorio, el hombre ha ido eligiendo aquellas instituciones que contribuyen a su progreso real y ha abandonado aquellas que lo perjudicaban. La civilización es sinónimo de libertad, legalidad, individualismo, derechos humanos, equidad de género, propiedad privada, mercado libre, convivencia y paz.
3. “La utopía de la inteligencia artificial (IA)”. ¿Estaríamos de acuerdo en delegar nuestro voto en un programa que nos representa mejor, o hay temas que no pueden dejarse en manos de las máquinas? Así como existe “grieta” entre los “softwares libres” y software propietario, ¡me imagino las “marchas de uruguayos” partiendo de la Udelar por 18 de Julio a favor o en contra de tal posibilidad!
Bromas aparte, ante un tema tan serio, conviene brindar información al respecto. El primer paso en el camino de búsqueda a la IA: emular y replicar la inteligencia humana (Sigman, Mariano y Bilinkis, Santiago, 2023, Artificial: la nueva inteligencia y el contorno humano, Penguim Random House, pág. 16). Si usted leyó con atención el texto precedente, ¿descubrió la disonancia? Si faltara poco para ser disonante, la IA es “antropomórfica”, pues asume que la inteligencia general tiende a asemejarse a la humana (Sigman, Mariano y Bilinkis, Santiago, 2023, op. cit., pág. 18).
El problema evidente de dar entrada a la IA a la función pública y el ejercicio del gobierno es la enorme dificultad de definir la función de valor que guíe sus decisiones. Se puede ser excelente en llegar a la meta fijada, pero ¿cuál es la meta fijada? La barrera esencial es la variada y ecléctica definición de “bien común”.
Según Yuval Noah Harari, la IA representa un peligro para el sistema democrático tal y como lo conocemos, ya que depende de la conversación pública. La democracia es básicamente conversación, gente hablando entre sí. La conversación es la fábrica de ideas, el lugar en el que se construyen ideas y creencias (Sigman, Mariano y Bilinkis, Santiago, 2023, op. cit., pág. 189). ¿Es aceptable el uso de la IA para manipular ideologías o para dirigir el debate público?
4. “El lenguaje es el sustrato del pensamiento”. El lenguaje es la materia de la que está hecho el pensamiento humano. Cuando la IA aprende a generar lenguaje, está aprendiendo a pensar. Incluso hoy parece entender la ironía, el humor y otras propiedades sutiles que se expresan. El lenguaje es la ventana de acceso más privilegiada a la mente de otra persona o de cualquier otro ser (Sigman, Mariano y Bilinkis, Santiago, 2023, op. cit., pág. 45).
El lenguaje dirige nuestros pensamientos hacia direcciones específicas y de alguna manera nos ayuda a crear nuestra realidad al potenciar o limitar nuestras posibilidades. La habilidad de usar el lenguaje con precisión es esencial para una buena comunicación. Hablar correctamente es fundamental, ya que lo que nos diferencia de los animales es el sonido ordenado que transmite sabiduría, conocimiento y capacidad de comunicación. Las palabras no son neutras, siempre son el producto de relaciones humanas. Dicho concepto cambia la forma en que pensamos acerca del lenguaje. Las maneras en que hablamos, las palabras de las que disponemos, las herramientas que nos ayudan a construir y a vivir en el mundo.
En el año1921, Ludwig Wittgenstein publicó el libro Tractatus lógico: philosophucus, considerado uno de los libros más importantes de filosofía del siglo XX, y que se conociera como filosofía del lenguaje. En palabras de Wittgenstein: “Los límites de mi vocabulario son los límites de mi mundo”. Esto implica que cuando creamos nuevas historias, nuevas metáforas y nuevo lenguaje estamos cambiando el tejido mismo de la sociedad. Cuando el lenguaje comienza a cambiar, un mundo entero de posibilidades se abre. Detrás de esto existe una dinámica social poderosa y sutil, las palabras guían cómo percibimos e interpretamos las experiencias que se tienen. Se requiere pensar las palabras como acciones, como herramientas poderosas que hacen cosas.
El soberbio filósofo austríaco tenía razón. Una serie de estudios encabezados por la investigadora de ciencias neurocognitivas de Stanford y MIT Lera Boroditsky parecen confirmar científicamente esta intuición profunda de la historia del pensamiento humano. Nombrar, como su etimología lo sugiere, es necesario para conocer. Las palabras son ojos.
De rígida formación científica, Lera se llevó una estremecedora sorpresa después de asimilar sus resultados cuando investigó la percepción del tiempo, las formas y los colores en sujetos que habitan diferentes lenguajes. “Mi intención era mostrar que el lenguaje no afecta la percepción, pero encontré exactamente lo opuesto. Resulta que el lenguaje interviene en niveles básico de percepción y, sin tener conocimiento o consentimiento, transforma la sustancia misma de cómo vemos el mundo”.
Las palabras son más que vocablos, instrumentos de retórica o conductos de información; son formativas al guiar la manera en que las personas construyen el mundo, son los recursos que guían como de hecho viven sus experiencias. En las conversaciones en común creamos el mundo en sociedad que luego experimentamos como normal y real. Y creamos el mundo a través de las palabras que usamos. Cada vocablo identifica y valida cierto tipo de acciones. Las palabras verdaderas tienen un poder creador y catártico. Las palabras son símbolos que postulan una memoria compartida. El lenguaje es vinculante, surgen los caminos de las palabras, comunican y dan forma a la experiencia. De acuerdo al orden en que son dispuestas o las combinaciones en que se ordenan, logran escenas, mundos y realidades desconocidas.
En esa riqueza radica el corazón humano, el lenguaje permite contar historias, fijar objetivos, creencias, valores, sueños, tener ideas y poder cambiarlas. Bienvenidas las máquinas a este lugar privilegiado que la inteligencia hasta hoy solo reservaba a los humanos.
5. “A la gente no le importa tanto la verdad como la narración de las cosas” (Steven Pinker). Continuar atentos a las máquinas y a las personas que nos proponen la utopía de la “igualdad”, tan mística como falaz como todas las que le precedieron.
Rafael Rubio
CI 1.267.677-8