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Hay tres afirmaciones que hasta ahora formaban parte del dogma de la orientalidad: “Si Artigas viviera pensaría como yo”; “Todos los problemas del presente son herencia del pasado”; y “en Uruguay se hacen 33.000 abortos al año”. Cuando uno se proponía dudar de alguna de estas afirmaciones, sobre todo de la tercera, recibía miradas de desprecio. “Esas cifras fueron calculadas por Rafael Sanseviero usando métodos científicos, ¿Así que cómo es eso de andar dudando?”, se me contestó una vez en un debate en la propia Universidad de la República, presunta cuna del pensamiento crítico. Casualmente yo conocía el libro de Sanseviero y sabía que todos los abortos realizados por mujeres del sector social medio del interior del país fueron calculados sobre la base de los datos suministrados por una sola clínica abortiva y de ahí extrapolados a toda la población del país. Pero eso de que “N=1” no pareció importarle a nadie.
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También en ese mismo debate (año 2012) una representante de la ONG “Iniciativas Sanitarias” justificó la legalización del aborto sobre la base de la equidad social, ya que en el Centro Hospitalario Pereira Rossell (CHPR) las muertes maternas por aborto provocado representaban el 47% del total de muertes maternas, mientras que la media nacional era de 27,4%. Estos datos se derivan de una publicación del Dr. Briozzo en la Revista Médica del Uruguay (v. 18, Nº 1, mayo de 2002) y asombra que se sigan repitiendo a todo nivel y hasta en el Parlamento, porque están calculados de una manera incorrecta y carente de rigor. La media nacional se calculó sobre la base del quinquenio 1995-1999 mientras que los datos del CHPR se calcularon utilizando una ventana de tiempo diferente: 1996-2001, siendo que en el año 2001 hubo 5 veces más abortos que en los demás años. Si la ventana de tiempo hubiera sido 1996-2000, el porcentaje de 47% se hubiera transformado en un 25% y toda la conclusión se iba a pique.
Volviendo a los 33.000 abortos anuales, ese número mágico del que estaba prohibido dudar. Recuerdo al senador Rosadilla diciendo en 2011 que había “fijado su posición” (favorable a legalizar el aborto) sobre la base de “los datos numéricos” (27/12/2011). Pero ahora sabemos que en el primer mes de aplicación de esta nueva ley de aborto, se registraron 200 según fuentes oficiales. Lo que nos da, si la tendencia se mantiene, 2.400 abortos al año ¿Dónde están los otros 30.600? ¿Cómo se le puede errar a un cálculo por 13 veces? ¿Hasta qué punto esta exageración grotesca del problema habrá definido algunos votos en el Parlamento? ¿Tenemos una ley fundada sobre la base de la mentira?
Ejemplos similares sobran. En México hubo alarma cuando en el año 2006 se estimó que se hacían en el país 700.000 a 1 millón de abortos anuales. En consecuencia, en el 2007 se legalizó el aborto en México DF. En 2008 el número de abortos reales registrados fue de 13.404, creció anualmente, pero en 2011 seguían siendo 20.314. Aun extrapolando la población del DF a la de todo México, los números reales son varios órdenes de magnitud inferiores a las estimaciones. Está claro que la lógica de exageración grotesca de las cifras, y la repetición hasta el cansancio de las mismas, forman parte de una estrategia internacional.
Solamente hay dos explicaciones posibles para el hecho de que en Uruguay el número de abortos legales sea 13 veces inferior del estimado. O bien la ley se aprobó sobre la base de la desinformación y el engaño, o bien el 90% de los abortos siguen siendo clandestinos. En cualquier caso, la ley de aborto y su discusión parlamentaria han demostrado ser un mamarracho sin precedentes. Por el contrario, 2.400 vidas humanas serán eliminadas anualmente con la anuencia de la ley. Un país de primera.