—En este tiempo hubo logros importantes. Todos los indicadores menos uno han mejorado. Estamos avanzando en la universalización en la escolarización de cinco y menos años. Otro aspecto importante es que la franja de 13 a 17 años aumentó su presencia en la educación, ahora no solo se consolida el aumento...
—Viene aumentando a un paso lento...
—Hay que llegar más lejos y más profundo. Lo importante es que no hay estancamiento. Cuando se dice que es a paso lento tenemos que ver de dónde proviene esa mejora, porque los de menores ingresos son los que registran avances más altos. En términos de brecha social el avance es en los quintiles más necesitados.
—¿Esos son los más difíciles de alcanzar?
—Pero claro. Por eso hay que medir los resultados mirando los indicadores de la brecha social y la brecha territorial. La mejora de los indicadores se debe en particular a la mejora en determinadas zonas, en una disminución de las brechas entre el primer y el último quintil de ingresos.
Subió también la cantidad de jóvenes que están en los niveles que les corresponden. Son pocos puntos, pero lo importante es que se avanza y se disminuye el rezago.
Hay dos análisis a tener en cuenta en la educación, uno es la calidad de la enseñanza y la adquisición de capacidades por parte de los alumnos, y el otro es su capacidad para reducir la brecha social. Es en el segundo aspecto donde el sistema educativo tiene un problema muy serio.
Cuando yo miro los resultados de PISA por quintil de ingresos tengo un problema muy clarito que es la brecha social y si luego lo miramos por zonas territoriales vemos que hay un problema muy serio que se ubica en el cinturón metropolitano.
—A partir de estos datos, ¿cuál es su interpretación del estado de la educación?
—Hay una mejoría y eso hay que reconocerlo, sin embargo esto es claramente insuficiente. Hay que llegar más lejos y más rápido. Estos son acciones particulares, planes concretos, y los resultados no se deben a cambios estructurales.
Los cambios estructurales que se precisan están a implementarse y los que ya se hicieron están todavía muy verdes como para que impacten. El Plan Ceibal es el único cambio estructural que puede estar empezando a jugar su parte.
—Usted dice que no hay un deterioro sino avances. ¿Por qué desde el gobierno y la opinión publica se visualiza a la educación en una situación crítica?
—Claro que tenemos problemas graves a resolver. Vemos datos de que se está avanzando, pero es insuficiente, hay que llegar más lejos...
—Entonces, ¿la situación de la educación es buena o mala?
—Hoy la educación es de los mayores desafíos que tiene el país y hay que transformarla e ir mucho más lejos de lo que estamos yendo.
—Usted afirma que hay que ir más rápido. ¿Cuánto tiempo se precisa para establecer los cambios estructurales que la educación uruguaya necesita?
—Podría hacer apuestas, pero si cito el ejemplo de Finlandia, esto llevó entre tres y cuatro décadas. No digo que necesitemos cuatro décadas, pero hay que pensar en largos plazos. Aunque los cambios estructurales aún no se ven reflejados, están estos avances que le marqué y, por ende, las transformaciones son posibles; lo que se va moviendo de a décimas o pocos puntos se puede acelerar más.
¿Cómo hacerlo? Poniendo en marcha los cambios estructurales necesarios, como la extensión de los tiempos pedagógicos o la mejora docente. Esos cambios deben ser sostenidos a través del tiempo con un esfuerzo sistemático. No hay una buena política educativa si no es sostenida en el tiempo. La política pendular es un desastre en la educación, por eso se requiere de grandes consensos.
—¿En Uruguay se está llevando a cabo una política sostenida o se está discutiendo un consenso? ¿En qué etapa está?
—Estamos tratando de que se pueda compartir una política a largo plazo. Y ahí se enmarca la historia de los acuerdos políticos y el Congreso de la Educación. Pero mientras se busca eso, se avanza en cambios como la creación de la Universidad Tecnológica, cambios como nunca antes en la Universidad de la República, la puesta en marcha la regionalización de la ANEP. Y la creación de la Universidad de la Educación tendrá que sumarse a este esquema de cambios estructurales.
Uno de los grandes debes y temas que tenemos por delante en los cambios estructurales es la universalización de la enseñanza media, con la creación de dos Consejos.
—Eso estaba en la Ley de Educación del 2008. ¿Por qué todavía no se aplicó?
—Se arrastra toda una historia de deterioro del sistema. El docente dejó de ser un referente en la sociedad, hubo un deterioro salarial, un deterioro general y eso generó uno de los problemas más serios que tenemos: que la educación refleja una brecha social muy importante.
En educación a veces las discusiones sobre estructuras y diseños que pensamos que pueden dar resultados mágicos no alcanzan. Los programas y su definición son muy importantes pero el mejor programa no va a marchar si no se tiene el entorno docente adecuado. La apuesta a la profesionalización docente es muy importante y eso debe entenderse aún hoy con todos los líos que tenemos.
—¿Qué opina de los altos niveles de conflictividad en la enseñanza durante todo el período de gobierno?
—En diciembre del 2010 se presentaron los resultados de PISA y ahí el cielo se desplomó sobre la educación. A partir de eso se desata un fuerte cuestionamiento sobre la educación y los docentes recibieron el golpe con todo y eso tuvo su reacción muy fuerte.
Los docentes, interpelados por la sociedad y los sectores políticos, iniciaron su contraposición. Ahí intentamos apaciguar y logramos un consenso mediante los acuerdos partidarios que duró muy poco. La conflictividad actual responde a no haber encontrado los caminos adecuados para resolver esta situación. Esto tampoco es ajeno a los desafíos que se le plantean a un gobierno de izquierda con el movimiento sindical y viceversa.
—¿Cree que los sindicatos tenían una expectativa mayor en un gobierno del Frente Amplio?
—Sin lugar a dudas. Además se ve claro que el movimiento sindical no es uniforme, las posiciones de sectores gremiales departamentales son distintas a las de la federación nacional.
—¿El reclamo de los docentes es justo?
—No hablaré de números. El reclamo de mejora salarial es justo, pero tiene que estar acotado a las condiciones del país y las proyecciones económicas. Es un conflicto que me duele y me preocupa, pero vamos a ser capaces de recorrer los caminos de diálogo.
Construir confianza con los docentes es un desafío a mediano plazo, es claro que ellos son fundamentales para los cambios. Al principio le presenté resultados que evaluaba como positivos y atrás de estos están los docentes trabajando cuerpo a cuerpo. Hay una batalla que se está dando por salir adelante y atrás de estas mejoras hay personas, los docentes.
—El presidente José Mujica declaró a radio Carve que los maestros cobran sueldos bajos pero por cuatro horas de tareas, y los instó a “trabajar un poco más”. ¿Qué opina al respecto?
—El presidente tiene que ver todo el panorama y darle una respuesta a todo el país. Yo lo analizo desde el conocimiento personal de las situaciones
—¿Comparte o no la posición del presidente?
—El presidente habla desde su mirada a toda la sociedad y da una respuesta comparada. Yo lo veo más de cerca y conociendo más de cerca las instituciones. La mayoría de los docentes está haciendo un esfuerzo monumental para sacar adelante la educación.
—¿La modificación de la autonomía sería un cambio estructural?
—El tema autonomía hace rato que esta afuera de la mesa de discusión. Conozco la situación educativa en muchos países del continente y del hemisferio norte con sistemas muy diversos. Hay varios sistemas que dependen directamente del Poder Ejecutivo y eso no ha garantizado ningún resultado positivo. Lo que garantiza es que los tiempos políticos primen sobre los tiempos del sistema educativo.
—¿Y eso es bueno o malo?
—No he visto en ningún país que eso sea bueno en sí mismo. Hoy el tema no está arriba de la mesa. No está en la agenda. Se requiere una política sostenida, puede haber una continuidad entre el partido de gobierno, pero lo que tiene que ver es un hilo conductor, un proyecto país que trascienda los tiempos políticos.
Mi mirada es optimista: el país está en inmejorables condiciones para alcanzar esa política a largo plazo en educación.
—¿Es Finlandia un modelo a seguir?
—¿Cuál es el secreto finlandés? Apostar a los docentes. Y eso es lo que debemos hacer acá.