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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn los últimos días, como consecuencia de la publicación de un libro sobre el extinto Eleuterio Fernández Huidobro, volvieron a circular y fue motivo de discusión partes del contenido del libro que involucran ciertos acontecimientos de nuestra historia reciente, de nuestro presente, y sus repercusiones sobre el propio futuro. Mi intención es aportar la visión de un testigo más, que vivió ese tiempo histórico, que está siendo deformado en la memoria de las nuevas generaciones porque los análisis son tuertos, por decir lo menos.
Producto de una persistente prédica que ha deformado acontecimientos, algunas generaciones más jóvenes desconocen casi todo lo relacionado con historias de tupamaros y otros guerrilleros, verdaderos delincuentes sociales que se han dedicado a destruir la trama social, donde crecieron sin hacer aportes en lo que a valores se refiere.
Hay además un segundo efecto sorprenderte sobre algunos integrantes de generaciones más contemporáneas, es decir más cercanas a aquellos acontecimientos, quienes siguen creyendo y defendiendo leyendas y mitos. Ni los propios tupamaros originales son tan fundamentalistas. Al escucharlos se entiende una posición radical que a veces deforma para escurrir el bulto, pero que termina siendo más fidedigna que la que repiten fanatizados sus hijos.
La autora del libro no oculta su izquierdismo, que resulta evidente para quienes no lo somos. Sin embargo, su libro arroja sombras y genera sospechas en algunos simpatizantes de esa corriente que no pueden racionalizar lo que leen con la historia que les han inculcado. En verdad, para entender lo que relata la autora, debe enfocarse la lectura desde la perspectiva de las luchas internas, los pases de factura entre viejos rivales, viejas luchas de poder internas, antiguos rencores y nuevas desconfianzas. Hay que entender que siempre se trata de enfoques, diferencias acerca del método, en todo caso, más nunca de objetivos y menos del gran objetivo estratégico de disolución cultural y sustitución de valores. Ahora queda claro que el cambio es el no valor y la anarquía. En definitiva, todos son marxistas y ese es el parámetro de análisis y procedimiento que los identifica.
Según el diccionario de Filosofía Marxista “La moral proletaria está subordinada a los intereses de la lucha de clases del proletariado. Desde el punto de vista de la moral comunista, solo es moral lo que favorece la destrucción del viejo mundo, de la explotación y de la miseria, lo que consolida el nuevo régimen socialista. “La lucha por la consolidación y culminación del comunismo es el fundamento de la moral comunista”. Desde la década de los años 60, cuando comenzaron las primeras incursiones del MLN Tupamaros, los objetivos fueron explícitos. Lucha armada para la toma del poder, bien clarito, lo cual está escrito y ha sido expresado reiteradamente por líderes políticos de casi todas las corrientes frentistas y que es también un objetivo común del ahora tristemente célebre Foro de San Pablo.
Para lograrlo se valieron, en aquellas épocas, de asesinatos, robos de armas, asaltos a bancos, secuestros extorsivos, entre otras acciones. Se trató siempre de acciones criminales e ilegales, similares a las que vemos a diario en informativos que reportan operaciones de grupos terroristas, inspirados siempre en alguna reivindicación que la legitima, fundada normalmente en el odio y la intransigencia más ciega. De política se usó poco o más bien nada; para ir desmontando algunos mitos que rodean a nuestros idealistas fanatizados de la segunda generación, que se están quedando cada vez más solos.
Algunas acciones han llegado casi hasta nuestros días, ponen arriba del tablado que los propósitos elaborados en aquellos años se mantienen vigentes y reivindicados, como lo hizo el Sr. Zabalza días pasados, en un hecho que constituyó una apología de sus acciones guerrilleras. Así nos enteramos de que las características extraordinarias de algunos asaltos tan recientes como el año 2000, por su dimensión y forma de llevar a cabo, se deben a la mano experta del movimiento tupamaro de los 70. Resulta ahora evidente la razón de aquella intrepidez y entrenamiento que pensamos se inspiraba desde el exterior. Queda claro cuál es la mano que empuña el puñal traidor. Son aquellas mismas personas que han recibido instrucción de tipo militar, comprobadamente y testimonialmente realizada en el exterior, lo cual les ha permitido llevar a cabo estas acciones complejas con mano diestra y que hubiera quedado oculto si no fuese por el libro de marras.
Finalidad: obtener recursos para financiar sus movimientos, que permanecen vigentes y que para sus propósitos requieren de importantes sumas de dinero. Recientes arsenales descubiertos y de los que nunca más se ha vuelto a hablar, son solo parte de una trama oscura que solo se puede asociar a quienes han tomado las armas para intentar asaltar el poder absoluto. Así aparecen ahora nombres de sus más conocidos líderes y que a esta altura del partido no debería sorprender, están una vez más involucrados y son responsables de estas nuevas fechorías.
Por lo tanto, Mujica, Bonomi, Topolansky, saltan al ruedo nuevamente en su más connotada y lamentable faceta de cabezas de actos delictivos, en un país en el que una parte de su gente los puso en el pedestal de héroes y ejemplos a imitar. El mito del presidente más pobre del mundo, que vive humildemente, en estilo andrajoso y casi marginal, con su inocente esposa y una perra de tres patas, ha calado y taladrado cientos de mentes que, seducidas por engaños, dimes y diretes, han convertido a estos personajes en ídolos con pies de barro.
Según el dicho popular, “no hay peor cuña que la del mismo palo”, cosa que se cumple, con una contundencia exquisita en este libro. Los testimonios son harto elocuentes, confirmados por personajes como Jorge Zabalza, participante de primer orden en el movimiento guerrillero, quien confiesa su actual sentir “revolucionario”, que le permite justificar estos robos, atribuyéndoles la categoría de expropiaciones, como forma de “compensar” el “robo” al que son sometidos los trabajadores de su salario. Justificaciones solo de mentes privilegiadas e iluminadas por su propia locura.
El aludido Zabalza tiene razón y también miente. La quita que sufren los salarios a través de impuestos confiscatorios, IRPF, IVA, etc. verdaderamente es un robo y en eso don Zabalza acierta. Pero vuelve a atribuirse el papel de iluminado, por el cual justifica acciones delictivas para hacer creer que es el salvador y justiciero encargado de igualar a toda la sociedad. En su mente compró el mito sajón de Robin Hood y, lo que es más paradójico y triste, lo encarnó él mismo. Lo concreto de toda esta situación es que lo que tantas veces se dijo, de lo siniestro, ilegal y delictivo de estas organizaciones guerrilleras, que no se podían encubrir ni analizar a través de una visión política y menos, que aquellos participantes de tantas barbaridades fueran considerados presos políticos, hoy se convierte en una certeza que no tiene discusión, y aquellos que aún, para ser correctos, siguen hablando de presos políticos deberían corregirse. La pregunta inevitable es si la amnistía que una vez se les dio es perpetua, como su actitud criminal y sus hechos atestiguados lo son.
El país fue demasiado generoso con todas estas personas que tanto daño causaron en el pasado y del cual nunca se arrepintieron ni pidieron perdón por su accionar, sino que lo han continuado hasta nuestros días bajo idénticas consignas. Nunca se reclamó la devolución de millones de pesos producto de apropiaciones indebidas, así como pagar penas por delitos de sangre que evadieron la Justicia y que nunca cumplieron un día de cárcel. Hasta la bandera de nuestros 33 Orientales fue hurtada y nunca se exigió su devolución. Millones de dólares de indemnizaciones, reparaciones de carreras con saltos descomunales para volver a acomodar militantes alcanzados por dudosas persecuciones o autoritarias destituciones.
Algo huele mal en Uruguay. El movimiento sindical, hoy como ayer, sigue enquistado en el poder político, muy alejado de sus intereses legítimos, en un experimento social que nos ha traído vergüenza y anarquía. Se sigue procesando a militares por el simple hecho de haber tomado declaraciones en un acta. Se trata de hechos ocurridos hace más de 40 años y que la ciudadanía laudó por dos veces en sendos plebiscitos. Frente a esto, los criminales impunes confiesan y ante esas confesiones tan contundentes y actuales no aparece nadie de oficio, ni por dignidad republicana, que intente investigar estos delitos y erradicar estos crímenes. Sumemos a esta terrible y somera descripción, otros acontecimientos de orden internacional y su repercusión local, como el caso de la hermana República de Venezuela, donde notorias figuras representativas de la izquierda vernácula han desgarrado sus vestiduras para justificar y defender las barbaridades y locuras de un régimen que destruye vidas y sociedades en su insana y trágica aventura bolivariana. Esto ya no tiene sentido. La comparsa desentona. Algo huele mal en Uruguay.
Ver dirigentes del PIT-CNT haciendo el ridículo junto al impresentable Maduro, defendiendo a capa y espada una gestión deplorable en todo sentido, solo aumenta el grado de desconfianza y sospechas de negociados, huele a deberes mal hechos, huele a mandados pendientes, huele a petróleo pesado, otra vez. Huele a licitaciones dirigidas, a exclusividades forzadas, a favores non sanctos y todo esto por los mismos que aún se mantienen como actores de primer nivel en nuestro gobierno y en el libro al que nos referimos.
Si todas estas cosas no provocan reacción e indignación en la población, anuncia que el olor es insoportable en Uruguay, tanto que intoxica. Podemos decir que a la famosa frase del inefable Pepe “como te digo una cosa, te digo la otra”, se le agrega otra, no menos trágica, como: robo en un lado, robo en el otro. Algo bueno tiene este libro y es que anuncia que una parte del Frente no da más, que ya no quiere asociaciones con criminales por unos cuantos escaños que terminan costándonos a todos nuestro futuro y el de nuestros hijos y nietos, y no solo en términos económicos. Una gran debacle que esperamos poder revertir. Somos nosotros y solo nosotros, hoy como ayer, los únicos responsables. Seremos sociedades ignorantes que se desangren mientras nos quitan los recursos naturales o estaremos a la altura de las demandas del presente y del futuro. Veremos la realidad o seguiremos victimizándonos y creyendo que otro debe regalarnos alguna limosna para pasar el día. Solo nosotros podremos salir de la pobreza espiritual y ganar la prosperidad material que anhelamos, por aquello de “nada podemos esperar que no sea de nosotros mismos”. ¿Se acuerda?
Daniel García