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    La mañana en que la sede de la Justicia fue “ocupada”

    “Para mí esto es motivo de festejo”, dijo sonriendo uno de los 15 jueces que esperaban para firmar ante los cinco ministros de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) su promoción a un nuevo juzgado. 

    Sin embargo, su rúbrica tuvo que esperar más de tres horas ya que, entre lágrimas y abrazos, llegó su colega Mariana Mota al palacio Piria también para firmar su traspaso de un juzgado penal a uno civil, seguida de cientos de personas que esperaban en la plaza Libertad con pancartas en rechazo del traslado.

    Sobre las 11 horas, momento pactado para la firma de traspasos, la sala no solo tenía a los magistrados y sus familiares sino que la multitud que vitoreó la llegada de la jueza Mota inundó el lugar al grito de  “Mota, Mota” y constantes aplausos.  

    Los cinco ministros aguardaban en una sala del mismo piso que estuvieran las condiciones para salir, pero cada vez había más manifestantes, entre ellos el ex tupamaro Jorge Zabalza, el músico Daniel Viglietti y el escritor Eduardo Galeano, aunque los últimos dos no entraron al edificio. Fue entonces que los cánticos de aliento a Mota se volvieron en agravios a los magistrados. 

    “Alcahuetes del poder”, gritó un joven, “hijos de puta”, replicó una señora, acompañada de un anciano, que cargando una bandera de Artigas, disparó: “Nos defraudaron”. Mientras tanto, Mota, ubicada delante a unos metros de su esposo y tres hijos, sonreía tímidamente.

    Su cara cambió inmediatamente al ver cómo a un metro de la entrada a la sala, con la intención de controlar, salieron una decena de policías con cascos y escudos desencadenando un duro enfrentamiento con los manifestantes. Los representantes sindicales Gustavo Signorelle y Edgardo Oyenard, salieron al cruce y procuraron detenerlos.

    “Entendenos, fuimos torturados. Si se aparece un policía encapuchado lo queremos matar”, le dijo uno de los manifestantes a un policía.

    Con el ánimo más calmo pero con la tensión latente, el vocero de la SCJ, Raúl Oxandabarat se paró ante las cámaras y dijo: “Está parcialmente suspendida (la ceremonia) hasta que se desaloje”.

    A unos metros Signorelle dialogaba con el coordinador ejecutivo de la Jefatura de Montevideo, Miguel Iraola. “Si hubo palo ya está, pero nos pegaron en serio. Milicos con manos limpias y Oxandabarat controlando. Esto no es controlable para nosotros”, dijo Signorelle. “Dale, esto es artesanal, tiene una solución diferente de lo común”, le contestó Iraola.

    Pasadas las 13 horas llegó el jefe de Policía de Montevideo, Diego Fernández, acompañado de un grupo de 30 policías que formaron dos cordones —uno a la entrada de la sala y otro en el hall— para retirar a los manifestantes. “Que se sepa que la policía nos pega a madres inocentes”, denunció una mujer mientras los policías comenzaron a avanzar entre tironeos y empujones.

    “Me siento como cuando tenía 17 años y me sacaban de la Facultad”, afirmó Zabalza mientras lo retiraban los policías.

    La policía liberó gran parte de la sede judicial pero cerca de 20 manifestantes quedaron dentro. “En cinco minutos vamos a proceder al desalojo, pedimos que se retiren pacíficamente”, anunció Fernández.

    Lejos de aceptar, la respuesta que tuvo fue: “¡Corruptos que entregan el poder, gobierno vende patria!”.

    “Vamos a proceder al desalojo”, replicó el jefe de Policía cumplido el plazo y dio la orden de avanzar. Los policías comenzaron a moverse y rápidamente la gente accedió a bajar repitiendo los insultos.

    Sobre las 14:20 horas los cinco ministros tomaron asiento y se realizó la ceremonia. Las actas comenzaron a circular y llegó el turno de Mota, que tomó la lapicera y firmó iluminada por los flashes de las cámaras.

    “Bravo Mariana, bravo por tu dignidad”, gritó uno de los presentes en la sala.

    Pocos minutos después, los magistrados felicitaron a los jueces, con beso a las mujeres y gestos de aprobación a los hombres. Pero con Mota no hubo beso, apenas un apretón de manos protocolar y ni siquiera un cruce de miradas.

    Entre aplausos y gritos de apoyo, Mota se retiró de la sala junto a su familia en llanto, se encontró con la multitud que la esperaba afuera y caminó hasta su auto a unas seis cuadras.

    Cuando todo parecía terminar, una mujer se cruzó en su camino por la calle San José. Ante el desconcierto de todos, la señora le gritó: “Mirame a los ojos, hija de puta, no estoy desaparecida”. Mota no le contestó pero su hija se puso a llorar nuevamente. La magistrada la consoló y siguió, junto a su familia, su camino de regreso.