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    La mayoría de los uruguayos opina que la educación pública tiene muchos problemas y desaprueba la gestión del gobierno en ese área

    Durante mucho tiempo nos hemos visto a nosotros mismos como una nación educada, especialmente cuando nos comparamos con la región. Esa ha sido también nuestra meta: queremos ser educados. Valoramos la educación por razones intrínsecas (es un bien en sí mismo) e instrumentales (nos ayudará a construir la buena sociedad que buscamos). La educación pública primaria y secundaria es la responsable de la formación básica de la gran mayoría de los uruguayos, y en principio es obligatoria. ¿Nos ayuda a ser “tan ilustrados como valientes” como tradicionalmente nos hemos visto, y como queremos ser?

    Según la encuesta de Cifra terminada en marzo ppdo., apenas uno en diez uruguayos (11%) opina que esa educación pública es adecuada (Cuadro 1). Casi un tercio (32%) piensa que “tiene algunos problemas”; para enfrentarlos “necesita unos pocos ajustes”. El juicio mayoritario (35%) es más crítico: observa “muchos problemas” en la educación pública, que “necesita cambios importantes”. Un 13% más radical sostiene que “hay que cambiarla por otra totalmente diferente” (el resto, 9%, no opina). En resumen, para el 43% el vaso está medio lleno (la educación pública es adecuada o necesita unos pocos ajustes), pero la mitad mayor (48%) ve el vaso medio vacío (tiene muchos problemas; no sirve). La diferencia entre “lleno” y “vacío” es negativa: el “balance”, la diferencia entre los dos porcentajes, es –5 puntos porcentuales.

    La circunstancia que más diferencia los juicios sobre la educación pública es, precisamente, la educación formal de los encuestados. Los uruguayos menos educados (los que sólo tuvieron educación primaria, completa o no) ven el vaso medio lleno (el balance es positivo, 20 pp.). Entre los que accedieron a la educación secundaria las opiniones están muy divididas y el balance se vuelve negativo (–4 pp.); entre los que llegaron a tener al menos alguna educación terciaria los juicios se vuelven muy críticos (el balance es decididamente negativo, –38 pp.). Cuanto mayor es la educación formal de los uruguayos, mayor es su disconformidad con la educación pública. Otros factores como la edad y los ingresos también inciden, pero no tan vigorosamente. En particular, los montevideanos ven claramente un vaso medio vacío (balance de –19 pp.), pero los residentes en el interior del país lo ven medio lleno (balance positivo, 10 pp.).

    Las inclinaciones políticas de los uruguayos también diferencian sus juicios, como se ve en el Cuadro 1, pero en menor medida que su educación. Para los que hoy votarían al partido de gobierno, el Frente Amplio, el vaso está medio lleno (balance positivo, 21 pp.), y para los que votarían a la oposición el vaso está, aún más claramente, medio vacío (balances negativos de –24 pp. entre los blancos y –28 pp. entre los colorados).

    El gobierno y la

    educación

    Aunque las opiniones están divididas, la mayoría de los uruguayos (“la mitad mayor”, 48%) piensa que la educación pública tiene muchos problemas; no nos ayuda a ser realmente ilustrados. ¿Cuáles son las raíces de los problemas de la educación? No podemos seguir los detalles de los debates sobre la educación, porque no somos expertos, pero estamos claramente insatisfechos con lo que el gobierno está haciendo al respecto. Ante la pregunta “¿Ud. aprueba o desaprueba la forma en que el gobierno está manejando la educación?”, algo menos de un tercio (30%) aprueba la gestión del gobierno, y la mayoría absoluta (exactamente el 50%) la desaprueba (Cuadro 2). El 15% ni la aprueba ni la desaprueba, y el 5% restante no opina. El balance (la diferencia entre los porcentajes de aprobaciones y desaprobaciones) es negativo, –20pp. Esta diferencia es bastante mayor que la observada en los juicios sobre el estado actual de la educación (–5 pp.).

    Las dos clases de juicios, naturalmente, están fuertemente asociadas. Casi todos los que piensan que el estado actual de la educación pública es adecuado aprueban el desempeño del gobierno en estas materias (el 84%; apenas el 2% lo desaprueba). A medida que el juicio sobre el estado de la educación se vuelve más negativo, el desempeño del gobierno también es visto cada vez más negativamente. En el extremo opuesto, entre los que creen que hay que cambiar la educación pública actual “por otra totalmente diferente” sólo el 9% aprueba la gestión educativa del gobierno, y el 85% la desaprueba.

    No todos los uruguayos opinan de la misma forma; los juicios están considerablemente partidizados. Entre los que hoy votarían al FA el balance es positivo (16 pp.), puesto que una mayoría relativa (45%) aprueba la gestión de su gobierno en este plano, y un 29% la desaprueba. Entre los votantes de los otros dos partidos mayores, en cambio, los balances son muy negativos (–51 pp. entre los blancos, y –49 pp. entre los colorados), porque alrededor de las dos terceras partes de los votantes de los dos partidos desaprueban la gestión educativa del gobierno (68% entre los blancos, 66% entre los colorados). Los juicios de los votantes del gobierno y de la oposición sobre el desempeño del gobierno en la educación son mucho más divergentes que los referidos al estado actual de la educación pública.

    Además de partidizadas, estas visiones sobre el desempeño del gobierno están aún más vigorosamente ideologizadas. Los juicios más aprobatorios son los de los uruguayos que se consideran a sí mismos de izquierda neta: el 55% aprueba y el 23% desaprueba; el balance es 32 pp., el doble que entre los votantes del FA. Puesto que el grueso de la izquierda en sentido amplio vota al FA, esto sólo es posible porque entre los votantes de centro-izquierda el juicio ya se vuelve negativo, aunque por poco: el 32% aprueba, y el 38% desaprueba (el balance es de –6 pp). Entre los votantes de centro el juicio se vuelve vigorosamente negativo (la mayoría absoluta desaprueba, el balance es –27 pp.), y desde allí hasta la otra punta ideológica los juicios se vuelven aún más críticos.

    A la inversa que lo ya observado para las opiniones sobre el estado actual de la educación pública, las circunstancias que más diferencian los juicios de la población sobre la gestión educativa del gobierno son las inclinaciones ideológicas y las preferencias partidarias, en ese orden. Pero no son los únicos factores diferenciadores. Los menos educados (los que sólo tuvieron educación primaria, completa o no), que veían el vaso medio lleno, aprueban la gestión del gobierno, aunque por poco (balance de 4 pp.). A más educación, mayor desaprobación: entre los que tienen al menos alguna educación secundaria el balance es –18 pp., y entre los que llegaron al nivel terciario, completo o no, el balance es –43 pp. Las opiniones de los montevideanos son mucho más críticas que las de los residentes del interior (aunque las dos son negativas).

    Las implicaciones

    Una posible manera de resumir (e interpretar) los resultados anteriores es la siguiente: “el medio país que opta por votar a la izquierda aprueba la gestión del gobierno en lo que a la educación pública primaria y secundaria se refiere, mientras que el ala derecha la desaprueba”. Esto, en sí mismo, es estrictamente cierto. Probablemente, a juzgar por lo que se observa en sus declaraciones públicas, los militantes gremiales de la educación tienden a ver las cosas en estos términos. Desde este punto de vista los activistas defienden la gestión del gobierno contra los ataques de la derecha. La crítica más o menos radical del estado de la educación pública es inaceptable, presumiblemente por razones “objetivas”, pero también porque equivale a aliarse con la derecha.

    Hay otras formas de resumir el asunto. Se puede decir que “sólo la izquierda neta (que es una minoría que no llega al 15% del electorado) realmente aprueba esa gestión; la centro-izquierda (la mayoría relativa de los votantes del FA) la desaprueba, aunque muy dividida, y todos los demás la desaprueban vigorosamente”. Esto también es estrictamente cierto. Para los activistas de la educación la primera interpretación ayuda a defender un cierto estado de cosas identificándolo con “la izquierda”. La segunda visión ayuda a criticar ese mismo estado de cosas asociándolo a una porción minoritaria de la izquierda que, al menos en esto, se enfrenta con la mayoría de la población (centro-izquierda incluida). Tal vez el gobierno del FA deba optar por una u otra interpretación.

    Lo haga o no, las consecuencias políticas de sus acciones e inacciones en materia educativa son inevitables. Como la desaprobación de la gestión educativa del gobierno es más fuerte que el juicio crítico sobre el estado actual de la educación, esto significa que a juicio de la sociedad uruguaya el gobierno, los gobiernos en general, son los que deben enfrentar y resolver esos problemas. No hay excusas. Cuanto más crítico se vuelva el juicio sobre la educación, más negativa será la opinión sobre la gestión educativa del gobierno. Cuanta más importancia se asigne a la educación entre los problemas nacionales, mayor será el costo político para el gobierno. Y los datos muestran que en el lapso de unos pocos años estas dos cosas están cambiando mucho. Hacia fines de 2007 la mitad de los uruguayos (50%) aprobaba el desempeño del gobierno en la educación. A mediados de 2011 ese porcentaje bajó a 35%; ahora es 30%. Paralelamente, en 2007 casi nadie pensaba que la educación era uno de los principales problemas de la sociedad uruguaya. Este porcentaje comenzó a crecer hasta que la educación ha llegado a ser uno de los tres principales problemas nacionales (junto con la inseguridad y los resurgentes problemas económicos). Naturalmente, para el FA ganar o perder esta batalla no significa ganar o perder la guerra. Pero estos datos, en conjunto, sugieren que para los uruguayos la educación es una de las batallas realmente importantes.

    © Luis E. González. Derechos reservados (Especial para Búsqueda).