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Para corregir la falta de desarrollo del financiamiento en pesos, del financiamiento de largo plazo y del financiamiento de riesgo —para tener una “moneda de calidad”—, debe caer la inflación y reducirse la dolarización, sostienen el presidente del Banco Central (BCU), Diego Labat, y el gerente de Asesoría Económica, Gerardo Licandro, en un documento del organismo.
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En esa línea, en “tiempos normales” el BCU debe asegurar un nivel de inflación consistente con el desarrollo de los mercados de pesos en el largo plazo, aunque “por supuesto, habrá momentos como el presente en los que emergencias claras” requerirán que tome “medidas audaces para apoyar la economía”.
Para ello es importante fortalecer la independencia y la rendición de cuentas del organismo en la práctica, postulan. Por ejemplo, señalan que el BCU y el Ministerio de Economía deben reunirse para coordinar varios aspectos de sus mandatos, pero “eso no necesita una reunión formal del Comité de Coordinación Macroeconómica, que debe concentrarse en discutir la meta de largo plazo para la política monetaria y confiar la gestión de la política monetaria” al Central.
Por otro lado, indican que la política monetaria comenzó a cambiar reduciendo la meta de inflación en el largo plazo y utilizando la tasa de interés como instrumento. Para los jerarcas, el objetivo inflacionario a futuro “debería seguir cayendo hasta niveles cercanos al 3%” anual, desde un nivel actual de 8,3% en la medición del Instituto Nacional de Estadística. “Una meta en esos valores seguiría siendo elevada en comparación con las economías desarrolladas pero, a pesar de que genera incentivos a las operaciones de arbitraje de monedas (carry trade), Uruguay necesita ese mayor espacio nominal para ajustar los grandes eventos que afectan la economía”, alegan.
En otro plano, a medida que la inflación converja hacia una meta más baja de largo plazo, será posible “desarrollar un conjunto de medidas”: reformas micro en el sistema financiero; cambios en la política de endeudamiento; el manejo de la dolarización de precios —en particular de los bienes duraderos—; y el estudio y manejo de las causas de la dolarización a un nivel más “granular”.
Y rematan: “En definitiva, es necesario reafirmar la idea de que la falta de mercados en pesos adecuados causados por la inflación crónica e institucionalizados en las prácticas económicas del gobierno, la cultura, las empresas y el sistema financiero generan grandes externalidades que necesitan acciones de política para ser corregidas”.