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A lo largo de la historia, la inflación —es decir, el aumento generalizado y sostenido de los precios al consumidor— ha sido un fenómeno complejo de erradicar en América Latina, aunque con diferencias entre países. En Uruguay, donde el costo de vida en períodos anuales alcanzó picos de 120% algunas décadas atrás, registra en la actualidad aumentos mucho menores y en los 12 meses cerrados a junio se ubicó en 6%; hoy, jueves 3, el Instituto Nacional de Estadística informará el dato a julio.
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Un reciente ensayo publicado por el Banco Central de la República Argentina (BCRA) constató que, en una perspectiva de largo plazo, “a pesar de que las dinámicas inflacionarias han sido algo diferentes en los distintos países, se encuentran dos relaciones similares para todos ellos. La primera vincula al índice de precios” con —en particular— los salarios y el tipo de cambio en todos los países; y para algunas economías, entre ellas Uruguay, también se suman las cotizaciones internacionales.
La investigación evaluó seis economías latinoamericanas —Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Uruguay— para el período 2004-2019. Su propósito fue recopilar una serie de hechos estilizados para direccionar el análisis teórico-conceptual que intenta racionalizar las causas y los mecanismos relevantes detrás de estas dinámicas. Puso foco en el componente núcleo o subyacente del IPC (Índice de Precios al Consumidor) para cada país, es decir, la parte que excluye componentes estacionales y con mayor volatilidad como las frutas y las verduras frescas. Los autores, cuatro economistas del BCRA y uno de la Universidad de San Andrés, buscaron relacionar estos índices con diversas variables consideradas como “determinantes”, como el tipo de cambio nominal, los salarios, el nivel de actividad económica, la cantidad de dinero, la tasa de interés y los precios internacionales de la energía y los alimentos, para identificar si existen relaciones estables entre las variables que tienden a traccionar las dinámicas a lo largo del tiempo.
La metodología que usaron también permitió descomponer la evolución de corto plazo de la inflación interanual en dos tipos de componentes. El primero está relacionado con las “noticias” o las “sorpresas” —entendidas como alteraciones que no pueden anticiparse dado el comportamiento pasado de las distintas variables— que aportan cada uno de los determinantes durante el período de 12 meses en cuestión.
Salarios y tipo de cambio
En cuanto al análisis de largo plazo, a pesar de que las dinámicas inflacionarias han sido algo diferentes en los países, el estudio encontró dos relaciones similares. La primera vincula al IPC con los salarios y el tipo de cambio en todos los países; y para algunas economías también se suman los precios internacionales (el caso para Chile, Colombia, México y Uruguay).
La diferencia entre países se observa sobre todo en la influencia del tipo cambio en la demanda de dinero de largo plazo. Para algunos países existe una elasticidad positiva (Argentina y Colombia), para otros la relación es negativa (Brasil, México y Uruguay) y en Chile no parece ser relevante.
El análisis halló diferencias en las experiencias inflacionarias entre estas economías de la región al descomponer las dinámicas de corto plazo en los distintos componentes antes mencionados. Por un lado, la “influencia de la persistencia de la propia inflación da cuenta de la gran parte de las dinámicas de inflación en Argentina, Uruguay y, en menor medida, Brasil. Esto implica que, para estos países, cada sorpresa inflacionaria registrada se retroalimenta en un proceso persistente, influyendo en los registros inflacionarios posteriores”.
En cuanto al rol de estas sorpresas, identificaron algunas diferencias entre países. “En la gran mayoría de los casos, las dinámicas cambiarias influyen significativamente en los movimientos no anticipados de la inflación. Esto se observa principalmente en Uruguay, Brasil y Argentina. La dinámica salarial también es mayoritariamente relevante en Argentina, Chile y México, mientras que la evolución de la actividad ha afectado a la inflación en menor medida (en especial en México, Chile y Colombia). Para algunos episodios puntuales, los precios internacionales han jugado un rol en Uruguay y en Chile, mientras que las variables monetarias han tenido una influencia mayormente acotada en todos los países”, según la investigación.
En el período analizado la inflación en Uruguay se ubicó en un promedio de 8%, con “desaceleraciones temporarias observadas en torno a la crisis financiera global (de 2007-2008) y comenzando 2017. Este es un caso también donde el componente de persistencia propia tiene la mayor capacidad explicativa”, similar al de Argentina y Brasil, subrayan los autores. “De todos modos, observamos que la suma de los componentes de persistencia muestra diferencias significativas con la inflación observada. Esta diferencia, explicada por las sorpresas contemporáneas, está muy ligada a la dinámica cambiaria” —con efectos positivos más bien en la segunda parte del lapso analizado—, así como también a los precios internacionales. También constataron una contribución algo menor del efecto contemporáneo de salarios y variables monetarias.
En suma, los resultados indican “un rol preponderante de la persistencia propia de la inflación para los casos de Argentina, Uruguay y, en menor medida, Brasil, que a priori podrían limitar la posibilidad de lograr cambios permanentes en los niveles de inflación”. En los demás países esa persistencia se encuentra menos vinculada con la propia dinámica inflacionaria, aunque está presente a través de los efectos rezagados del resto de los determinantes considerados.
Por otro lado, del estudio del conjunto de estos factores surge que “no hay un patrón que se relacione específicamente con la vigencia de algún régimen monetario particular. Por ejemplo, la persistencia propia es relevante para explicar la dinámica inflacionaria tanto en países que adoptaron metas de inflación”, como lo hizo Uruguay por decisión de su Banco Central, del mismo modo que con otros esquemas.