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Existen distintas formas de medir la pobreza. Estimada con la metodología más usual, el enfoque monetario —en función de si el dinero que tiene la gente le alcanza o no para adquirir ciertos bienes o servicios básicos—, en Uruguay hubo una reducción al inicio de este siglo. Desde una perspectiva multidimensional, considerando el acceso a servicios como el agua, la educación o la vivienda, la cantidad de pobres también bajó, aunque menos. Ello sugiere que la mejora de los ingresos de los hogares no fue acompañada por un aumento de similar magnitud en el acceso a esos otros componentes de la medición de la pobreza multidimensional.
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En la introducción destaca que durante las últimas décadas los países del Mercosur experimentaron una evolución positiva, pero que el “avance hacia niveles más altos de ingresos y ciertas dinámicas más recientes ponen de manifiesto que han surgido nuevos retos para los procesos de desarrollo de la región. Eso requiere atacar las llamadas “trampas del desarrollo”: en materia de productividad, institucional, medioambiental y la vulnerabilidad social.
Pobreza
La evolución del poder adquisitivo de los ingresos —su variación en términos reales, es decir, quitando el efecto de la inflación— fue positiva en los cuatro países del Mercosur entre 2002 y 2016, el período analizado: aumentó 27% en Argentina, 33% en Brasil, 42% en Paraguay y 55% en Uruguay. Considerando valores en dólares a “paridad de poder de compra”, Uruguay también fue el que tuvo el mayor incremento (321%).
Si se subdividen los hogares por su nivel de ingreso, los del primer decil (los más “pobres”) fueron los que registraron el mayor incremento en los cuatro países.
Las “líneas” absolutas de pobreza delimitan el costo de un conjunto de necesidades básicas y son interpretadas como un mínimo para la supervivencia. Con una metodología revisada recientemente, la Cepal determinó que en 2002 cerca de la mitad de la población de Argentina y Paraguay vivía con ingresos per cápita bajo la línea de pobreza, cifra que se ubicaba en 38% en Brasil y 21% en Uruguay. Por otro lado, en 2016 esos porcentajes se redujeron a cerca de 20%, salvo en Uruguay, que cayó por debajo del 5%.
Anualmente, la pobreza disminuyó 2,2 puntos porcentuales en Argentina, 1,7 en Paraguay, y 1,3 puntos en Brasil y Uruguay. Con eso, en el período 2002-2016 la pobreza bajó a la mitad en Argentina, Brasil, y Paraguay, y tuvo una reducción de 80% en Uruguay.
Los determinantes de esta evolución difieren según el país. En Uruguay el crecimiento económico fue “propobre”, señala. Incluso ese factor tuvo un mayor efecto a favor de la equidad del ingreso que las políticas distributivas.
La investigación —coordinada por la economista uruguaya Verónica Amarante, a cargo de la oficina de la Cepal en Montevideo— propone métodos alternativos para medir la pobreza absoluta, por fuera del monetario (las “líneas” que marcan montos necesarios para adquirir cierta canasta básica). Es que a medida que las sociedades mejoran sus estándares de vida, la inmensa mayoría de las personas logran satisfacer las necesidades mínimas para la subsistencia, lo que implicaría la erradicación de la pobreza en términos absolutos. Sin embargo, se argumenta que esto no quiere decir que los recursos con los que cuentan sean suficientes para participar adecuadamente en la vida social.
Con ese enfoque, el estudio calcula niveles de pobreza relativa (a partir de una línea identificada como el 50% de la mediana de los ingresos per cápita de cada país). Salvo en Uruguay, al inicio del período había una “proporción importante” de personas que eran pobres en términos absolutos, pero no relativos.
Otra alternativa para evaluar el bienestar de la población en el Mercosur es incorporar al análisis un conjunto de dimensiones consideradas relevantes. La medición con este enfoque de pobreza multidimensional realizada por la Cepal tuvo en cuenta el acceso al agua y saneamiento, a la energía, la vivienda y a la educación, y mostró una tendencia decreciente en los cuatro países del Mercosur aunque en niveles muy diferentes.
La caída de la pobreza en la medición con el enfoque monetario fue más pronunciada que con el indicador multidimensional, salvo en Paraguay, en donde en ambos casos disminuyeron de manera fuerte según el estudio.
Transferencias
El análisis de la Cepal también analiza los programas de transferencias sociales, en cuyo impacto influyen elementos de diseño, en particular su monto, la cobertura, la ubicación de los beneficiarios en la distribución del ingreso. En este sentido, advierte importantes diferencias entre los países del bloque, por ejemplo, en la cobertura en términos de hogares: en Uruguay, más del 15% de aquellos del primer quintil de ingresos reciben las transferencias analizadas, cuando la cifra apenas supera el 5% en Paraguay. Además, casi el 20% de la población residente en Uruguay vive en hogares que cobran asignaciones familiares y algo más del 10% accede a la Tarjeta Uruguay Social.
Según el estudio, sin este tipo de transferencias, la pobreza infantil en Uruguay sería cinco puntos porcentuales superior. Y como en Argentina y Brasil, alteran el perfil etario de la pobreza, con efectos mayores para los menores de 18 años y un impacto casi nulo entre las personas mayores.