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    La renuncia del Papa

    La renuncia del Santo Padre es no solo muy respetable sino, se puede sostener, admirable. Es obvio que la avanzada edad (85) y una notoria disminución de sus fuerzas físicas necesarias para orientar su cargo, que representa a más de 1.000 millones de feligreses en el mundo, concientiza su espíritu como para (un teólogo, sin duda) dar un paso al costado y dejar llegar a otro Pontífice.

    Todos sabemos, al menos los católicos obviamente, que el cambio no se debe a movimientos revolucionarios o presiones políticas que todo los Papas sufren en el devenir de sus mandatos. “Tú eres Pedro (piedra) y sobre esa piedra edificaré mi Iglesia”. No lo dije yo y para los que somos creyentes alcanza y basta. O sea, obsérvese la grandeza de la decisión cuando no se siente en la plenitud de la capacidad humana y se tiene esa responsabilidad y representatividad. Pero aquí vale un juicio aparte. Es el fastidio que produce constatar la mala fe y perversa retórica intercalada hábilmente, pertinaz y constante por los enemigos de la Iglesia, particularmente la CNN y agencias periodísticas yankees y afines.

    Ante este gesto trascendente de grandeza adoptado por Benedicto XVI, sutilmente se prefiere indicar constantemente no tanto el gesto generoso de desprendimiento espiritual y moral, sino señalar futuros cambios con la “esperanza” imperial de sus aspiraciones respecto a lo que la Iglesia debiera hacer con el aborto (lo han dicho expresamente), la homosexualidad y su matrimonio sodomita, en una “modernización” de la Iglesia. Sin perjuicio de señalar la provecta edad del Clero y sus Papas.

    Bueno sería aclararles que la Iglesia tiene carácter eterno y permanente. No cambia porque el Papa de turno sea más o menos viejo. Máxime en principios dogmáticos que son mandatos de Dios. No se decide en materia de dogmas los cambios como de “camisa”, según convenga a los poderes imperiales de distinto signo. El aborto es reprobado por Cristo. Si se depusieran esas bases dogmáticas no seríamos cristianos. ¿Está claro? Igual sobre el matrimonio sodomita, la unión heterosexual es base de la familia cristiana, su estructura y cimientos, mal que les pese a los imperios que quieren dañar a la Iglesia porque se opone permanentemente a su despotismo, crímenes y depredaciones morales a las que nos tienen acostumbrados en sus guerras permanentes.

    Estos imperios “campeones de la justicia” no gastan ni invierten en pan ni producciones alimentarias para dar de comer al hambriento y beber al sediento sino, en cambio, sus inversiones son en la carrera armamentista atómica sofisticada para seguir aplastando a los países subdesarrollados, necesitados y pobres. Y eso no les preocupa. Sí pierden el sueño por obtener futuros pontífices yankees o por si el Papa a devenir es joven o viejo. No se les pasa por la cabeza que el “patrón de arriba” es, en definitiva, quien decidirá semejante responsabilidad. El Vaticano no usa su tiempo en armar ejércitos y proliferar guerras para quedarse con riquezas ajenas, ejemplo el petróleo árabe que les hace perder el sueño. La Iglesia no responde a los poderes bélicos expoliando a los pueblos humildes. Solo responde a Dios.

    Sería bueno aclararle a la CNN y a sus patrones de Wall Street, a título de ejemplo, que reprobar el aborto que ellos defienden no fue una idea impuesta por Ratzinger. Es defender la vida misma de un niño naciente que desea ver la luz del día y que tiene alma y vida. También es mandato de Cristo.

    Es obvio que el imperio y sus amigos usureros están en contra de la multiplicación de la especie. Cuanto más se multiplique el mundo, más complejo y difícil será dominarlo. Hay que sacar comensales de la mesa. Jamás los imperios y sus socios usureros ponen más pan para los comensales. Lo mismo el matrimonio sodomita. No debe haber reproducción indiscriminada, sino regimentada. Prefieren macho con macho y hembra con hembra, donde no puede haber moral reproductiva, y ellos seguir dominando globalmente.

    Si los viejos Papas, el Vaticano o la Iglesia propiamente dicha, que tanto les molesta, defienden la vida y el verdadero amor entre los semejantes, no hacen otra cosa que conjugar el Verbo de Cristo. ¿Por qué tanta molestia entonces por la edad de los Papas, cuando no se puede más y se pide, piadosamente, cambio como hizo Benedicto XVI y el “patrón de arriba” se lo otorga? ¡Quédense tranquilos! Que Dios, ni a los yankees, ingleses, judíos, franceses y demás imperios —que son bastantes, por desgracia— no los va a consultar. Es Dios y decide por su cuenta sin riesgo de equivocarse.

    Buena cosa sería que la CNN y sus agencias imperiales constaten la cantidad de guerras sufridas y sus masacres, en lugar de perder tanto tiempo en la vigencia vital de determinado Papa tratando de empañar su imagen. Y que se dediquen a enumerar las obras que promueve, mantiene y concreta permanentemente la Iglesia Católica y sus pontífices: universidades, colegios, guarderías, hospitales, sanatorios, leprosarios, cotolengos y asilos de ancianos, centros de investigación científica y demás obras a lo largo y ancho de todo el mundo. La Iglesia se calla y a sus cristianos feligreses los mandata “poner la otra mejilla”; eso también lo dijo Jesús.

    Yo, imprudentemente y pidiendo perdón por anticipado, voy a desobedecer. Estoy harto de recibir golpes y arbitrariedades imperiales alrededor nuestro. Vamos a comparar las obras existentes de la Iglesia Católica con las imperiales que critican a Ratzinger, nuestro Papa. Hoy se retira. Hizo lo suyo y ¡vaya si suficiente en obras y verdades teologales! Sin ruidos ni demagogias, ni sonrisas simpaticonas. No persiguió las riquezas del petróleo arrasando pueblos que siguen estando en la mira de los usureros imperiales, verdaderos criminales del mundo subdesarrollado. ¡La real ambición de Benedicto XVI fue salvar almas! Ante lo inevitable, en su futura ausencia, mis humildes y sentidos respetos. Amén.

    Leopoldo Amondarain

    CI 950.556-0