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    La vida sin luz

    La lista de Schindler, 25 años después
    Colaborador en la sección de Cultura

    Cuando se estrenó en Estados Unidos, en 1993, fue aclamada como una obra maestra. Fue, entonces, “la película seria” de quien era considerado el más redituable dispensador de aventuras y fantasías cinematográficas, “el rey Midas de Hollywood”, uno de los directores más influyentes y populares de la historia del cine. La producción recibió numerosas distinciones, entre ellas, siete Premios Oscar, incluyendo Mejor película, director, guion adaptado y banda sonora. A Uruguay llegó en marzo de 1994.

    Si ya había sido una maniobra temerariamente arriesgada hacer una película en blanco y negro y de más de tres horas de duración sobre el Holocausto, más temerario parece celebrar ese estreno relanzándola en un contexto moldeado por el streaming, la espectacularidad digital y las ficciones en serie. Sin embargo, aquí está: 25 años después, La lista de Schindler vuelve a las salas de cine. A un cuarto de siglo de distancia, queda clara la perdurabilidad de los reconocimientos recibidos y su condición de obra maestra.

    En pocas líneas. El largometraje recrea la historia de Oskar Schindler, industrial de Moravia que durante la II Guerra Mundial salvó la vida de aproximadamente 1.200 judíos en la Cracovia ocupada por los nazis al ponerlos a trabajar en sus fábricas.

    Notable desde el comienzo al fin, además de ser un drama histórico sobrecogedor, visualmente poderoso, es un relato sobre el sacrificio, el horror y el altruismo, que dio a conocer acontecimientos sorprendentes y personajes complejos, proyectó la carrera de dos magníficos actores, Liam Neeson y Ralph Fiennes, y consagró a Spielberg como uno de los grandes. La fotografía es principalmente en blanco y negro, aunque tiene momentos específicos, al comienzo y al final, totalmente en colores. El color, un solo color, el rojo, también aparece en algunas escenas puntuales. Y tiene sentido que así sea. Spielberg cuenta la historia de un nacimiento que viene tras la muerte. “El Holocausto fue la vida sin luz”, dijo. “Para mí, el símbolo de la vida es el color”.

    Dios

    A fines de octubre de 1980, en Beverly Hills, el escritor australiano Thomas Keneally ingresó en The Handbag Studio, una fina talabartería ubicada sobre la distinguida Rodeo Drive. Necesitaba una maleta. O, al menos, arreglar la que llevaba. Conversó con Leopold Page, el dueño del establecimiento. Al enterarse de que Keneally era escritor, Page le dijo que tenía una historia asombrosa para él. La de un empresario nazi, bebedor, mujeriego y usurero que durante la II Guerra Mundial les salvó la vida a unos 1.200 judíos, entre los que se encontraban él y su esposa. “No es que él fuera un santo”, le dijo. “Pero sacó a Mischa [su esposa] de Auschwitz, así que para mí es Dios”.

    El empresario era Oskar Schindler, que se arruinó económicamente con esta operación. También le comentó que Page era el nombre que le habían puesto en Ellis Island, que en realidad se llamaba Leopold Pfefferberg. Le proporcionó fotocopias de documentos, incluyendo testimonios de primera mano, el listado con los nombres de las personas que salvó, una transcripción del discurso de Schindler hecho el último día de la guerra.

    Cuando se mudó a Cracovia, Schindler había empleado a la madre de Pfefferberg para que se encargara de la decoración del apartamento. Fue por medio de esta conexión que Pfefferberg ingresó en la Deutsche Emailwarenfabrik (DEF), la Fábrica Alemana de Esmaltados, dirigida por Schindler. La DEF estaba cerca del campo de concentración de Plaszów, a cargo de Amon Goeth, que le proveía a Schindler la mano de obra para la fábrica. Pfefferberg aparece en el filme: es el joven que se oculta en las alcantarillas y que luego, al encontrarse con Goeth (Fiennes), finge haber recibido la orden de apartar las maletas arrojadas a la calle.

    Después de hacer sus propias investigaciones, chequear datos, entrevistarse con otros sobrevivientes, Keneally se puso a escribir. Hizo lo que mejor sabe hacer: reinterpretó el material histórico y lo convirtió en una novela. La tituló El arca de Schindler.

    Schindlerjuden

    Aunque en realidad la historia ya había sido contada antes. Años atrás, Pfefferberg le había relatado los hechos a una clienta, sabiendo que era la esposa de Marvin Gosch, de la Metro-Goldwyn-Mayer. Gosch se entrevistó con Pfefferberg y contrató a Howard Koch, guionista de Casablanca, para trabajar en el guion de una película sobre los llamados Schindlerjuden, “los judíos de Schindler”. Koch y Gosch entrevistaron a algunos de los sobrevivientes y al propio Schindler. Para entonces, el empresario estaba fundido y recibía ayuda económica de sus exempleados. En 1963, Schindler y su esposa, Emilie, estaban separados, pero volvieron a unirse y firmaron un contrato con la MGM. Título del proyecto: Hasta la última hora. Según la escritora, periodista e intérprete argentina Erika Rosenberg, heredera y albacea de Oskar y Emilie Schindler, el proyecto le proporcionaba un papel relevante a Emilie y se manejó la posibilidad de que Romy Schneider encarnara a la esposa del empresario, que iba a ser interpretado por Richard Burton. Schindler pensaba en que Fritz Lang podía ser el director adecuado para llevar adelante el proyecto que, sin embargo, se estancó y fue cancelado en 1967. Schindler murió en 1974.

    Epifanía

    Sid Sheinberg, expresidente de Universal, le acercó a Spielberg el libro de Keanelly. El director le dijo que podía hacer una gran película con ese material, pero que iba a necesitar tiempo. Sugirió que se adquirieran los derechos antes de que lo hiciera otra compañía. Sentía que era una película necesaria, así que trató de reclutar a otros directores. Primero se acercó a Roman Polanski, sobreviviente del Holocausto (su madre fue asesinada en Auschwitz), que se negó. Se lo ofreció a Martin Scorsese, que aceptó. Mientras tanto, se puso a dirigir Hook, su revisión de Peter Pan. Scorsese estaba en pleno proceso de preproducción cuando Spielberg tuvo una epifanía en el set de Hook y comprendió que estaba listo para rodar la adaptación. A modo de compensación, le ofreció los derechos de un proyecto que había estado desarrollando, una remake de Cabo de miedo.

    Spielberg realizó su propia investigación y reclutó a varios asesores. Viajó a Polonia, entrevistó a sobrevivientes, visitó la sede de la Gestapo, el apartamento de Schindler y la villa de Goeth. Filmó en 92 días. Casi la mitad del metraje, cámara en mano. El campamento de Plaszów fue recreado en una cantera de roca abandonada y el equipo obtuvo permiso para rodar fuera de las puertas de Auschwitz.

    Spielberg quiso filmar en polaco y alemán y usar subtítulos. Decidió no hacerlo porque sentía que les quitaría la urgencia y la importancia a las imágenes. “Quería que las personas vieran las imágenes, no que leyeran los subtítulos”, dijo. “Hay demasiada seguridad en la lectura. Habría sido una excusa para apartar la vista de la pantalla y mirar otra cosa”.

    Harrison Ford fue la primera opción para interpretar a Her Direktor. Rechazó el ofrecimiento alegando que su asociación con Indiana Jones y Han Solo desviaría la atención de lo importante: el personaje, la historia y el mensaje. Warren Beatty había leído el guion y quería el papel. Y también Kevin Costner y Mel Gibson y Tom Hanks.

    Se quedó con Neeson. Era alto como Schindler, aunque no tan corpulento. Le proporcionó grabaciones de Schindler y le pidió que estudiara los gestos de Steven Ross, expresidente de Time Warner, a quien está dedicada la película.

    “Steven me dirigió muy, muy, muy... minuciosamente”, comentó el actor irlandés. “Yo fumaba por aquel entonces. Él me decía cómo fumar. Me decía cuándo respirar. Recuerdo decir: ‘No puedo aguantar esto, no soy una marioneta’. Hay muchas escenas, y cuando la veo soy consciente de Steven dirigiéndome, cómo sostener el cigarrillo, cuándo respirar, cuándo mirar hacia aquí, cuándo mirar hacia allá. Así que no... no estoy contento con mi interpretación. Aun cuando creo que el filme es... magistral”.

    La chica del abrigo rojo

    Uno de los momentos en los que interviene el color: la aparición de una pequeña usando un abrigo rojo. La secuencia está inspirada en una persona real, Roma Ligocka, una sobreviviente del gueto de Cracovia que, precisamente, fue conocida como “la chica del abrigo rojo”. Ligocka es prima de Polanski. Vive en Alemania, donde desarrolló una carrera como artista plástica. Sus memorias llevan por título La chica del abrigo rojo.

    Emilie

    Rosenberg, la historiadora argentina, sostiene que la versión de Spielberg no le hace justicia a Emilie Schindler, una persona que tuvo una importante participación en los hechos, tanto como Itzhak Stern (Ben Kingsley), ya que logró salvar a 120 personas que viajaban en un transporte para ser ejecutadas. Según la traductora, el personaje de Emilie es extirpado de la película de una manera poco sutil, debido al “machismo de Hollywood”, a pesar de que Emilie muchas veces se encargó de atender a los refugiados de la lista y de “llevarles comida”. Rosenberg aseguró que uno de los productores de la cinta le confesó que Emilie “no era rentable” para Hollywood.

    El contrato de cesión de derechos para realizar el filme se hizo, dice Rosenberg, a espaldas de Emilie, su heredera universal. Quien se encargó del asunto, y de recibir un pago a cambio, fue Pfefferberg, que había oficiado como mediador entre Schindler y la MGM en aquel primer intento de llevar su historia al cine. Rosenberg explicó que, al contrario de lo que se afirma en el libro y en la película, ella nunca se divorció de Schindler. Aunque sí se separaron en 1957.

    Spielberg la invitó a participar en la última escena de la película. Una vez allí, uno de los judíos de la lista la reconoció como “la salvadora” de su madre en 1945. Emilie vivió durante 50 años en San Vicente, Argentina, demandó a Universal, aunque sin éxito. Murió en 2001.