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    Las cosas de la vida

    “¿Qué voy a hacer con mi marido?”, de David Frankel

    Todas las mañanas, el señor Arnold se levanta de su cama individual, en su cuarto para él solo, se asea en el baño, se viste prolijamente, toma su maletín y se dispone a desayunar café, una rodaja de tocino y un huevo frito, mientras lee el diario. Y luego se va a la oficina.

    Todas las mañanas, la señora Kay se levanta de su cama individual, en su cuarto para ella sola, se asea en el baño, se viste prolijamente y se dirige a la cocina para prepararle el desayuno a su marido: una rodaja de tocino, un huevo frito y café.

    El señor Arnold y la señora Kay llevan más de 30 años casados. Hace tiempo que no tienen vida sexual. Hace tiempo que duermen en camas individuales y en habitaciones separadas. Pero la señora Kay (Meryl Streep) no se resigna a que su matrimonio sea devorado por la rutina y añora una caricia, un abrazo, un encuentro sexual. El señor Arnold (Tommy Lee Jones), en cambio, se ha acostumbrado —o tal vez se trata lisa y llanamente de resignación— a vivir así, en su cama, en su cuarto, sin caricias, sin sexo, con su diario, su desayuno de una rodaja de tocino, un huevo frito y café y, por las noches, su programa de golf en la televisión.

    En definitiva, la señora Kay propone acudir a un exitoso terapeuta sexual (Steve Carell) cuyo consultorio está en Maine, a lo que el señor Arnold responde que ni borracho irá, ni obligado a punta de revólver, ni en sueños.

    Si el espectador espera una comedia divertida, chispeante y aguda, se desencantará. Y con razón. No hay ningún momento, ni uno solo, que despierte la carcajada. Más bien estamos ante una historia agridulce donde la gracia —o la desgracia— pasa por situaciones pequeñas, medianamente extravagantes o un tanto embarazosas.

    El personaje que interpreta Carell está muy lejos de aportar lo que se espera de este actor: ninguna morisqueta, ninguna situación absurda. Está correcto, pero su papel lo podría haber hecho cualquier comediante del montón. Es más: ni siquiera se necesita ser un comediante; basta con tener una buena dicción, cierto temple y cierta paciencia, que es lo que caracteriza a un terapeuta acostumbrado a escuchar.

    Es que la historia, responsabilidad de Vanessa Taylor (también productora y guionista de series televisivas como “Game of Thrones”), está jugada a un tono asordinado, cotidiano, sin aspavientos de ningún tipo. Por lo tanto, el interés se centra, una vez más, en la pareja protagónica.

    ¿Qué se puede decir de Meryl Streep (Summit, Nueva Jersey, 22 de junio de 1949) que no se haya dicho ya? ¿Que ganó tres premios Oscar y que estuvo diecisiete veces nominada? ¿Que una de las preciadas estatuillas la olvidó en un baño? Cualquier cosa que haga esta mujer, considerada por muchos como la mejor actriz en actividad, es creíble, de asegurada calidad y muchas veces genial.

    En su enorme carrera y dejando de lado los premios, hay que detenerse en tres películas que no son de las más conocidas pero en las cuales se muestra monumental: “La amante del teniente francés” (1981), de Karel Reisz, donde exhibía una belleza blanco marfil, fantasmal, casi de Edgar Allan Poe; “Silkwood” (1983), de Mike Nichols, donde interpretaba con un brutal naturalismo a la trabajadora de una planta nuclear (para muchos uno de sus mejores roles) y “La muerte le sienta bien” (1992), de Robert Zemeckis, un brulote, una fantochada, casi un cómic en el cual Streep se reía de las cirugías plásticas y de la belleza como cualidad insustituible, fundamental.

    Esta vez, Streep vuelve a cumplir, como siempre. Se dirá que hace lo suyo de taquito. Es verdad, pero es que se ajusta al papel: un ama de casa sencilla, del montón, que envejece con cierta amargura, como tantas. Y no tiene pánico a que la cámara capture en los primeros planos sus arrugas de sexagenaria. Ese mismo es su cometido: hacer de sexagenaria.

    Pero en esta ocasión las palmas se las lleva Tommy Lee Jones (San Saba, Texas, 1946), un actor de carácter, pesado, de los que meten miedo. El tipo no está habituado a trabajar en comedias, pero realmente se las ingenia. Su Arnold es apenas un viejo cascarrabias, a primera vista antipático, de epitelio agresivo pero en el fondo de buen corazón. Pura y exclusivamente con miradas y pequeños gestos, se anota los mejores puntos, los comentarios más irónicos, los instantes más graciosos y también los más tiernos. Tampoco tiene miedo a exhibir sus carnes flácidas de sexagenario: es lo que tiene que hacer.

    Hay poco más en ¿Qué voy a hacer con mi marido?, dirigida por el productor y cineasta (más lo primero que lo segundo) David Frankel, el mismo de “El diablo viste a la moda”, de varios capítulos de “Sex and the City” y alguna vez oscarizado por el corto “Dear Diary” (1996).

    Bueno, también están las casitas de madera blanca y las callecitas de Maine, más aptas para los fantasmas de Stephen King que para las comedias de este tipo.

    “¿Qué voy a hacer con mi marido?” (“Hope Springs”). EEUU, 2012. Dirección: David Frankel. Guión: Vanessa Taylor. Con Meryl Streep, Tommy Lee Jones, Steve Carell, Elisabeth Shue, Mimi Rogers. Duración: 100 minutos.