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En 2016, el exministro de Hacienda Juan Eduardo Azzini (1959-1962) fue resaltado como la figura que “cambió el rumbo” económico de Uruguay, el cual en sus ejes centrales se mantiene, con matices, hasta el presente. Durante ese homenaje, poco tiempo después de su fallecimiento, el expresidente del Banco Central Ricardo Pascale se refirió al exjerarca del primer gobierno del Partido Nacional como un “gran pionero” que hoy “continúa vigente” y quien “cambió el rumbo del barco”. Su reforma cambiaria y monetaria fue “revolucionaria”, y se “ha tratado de perfeccionar, pero está vigente”, agregó el economista.
Después de Azzini vinieron otros ministros reformistas, como Alejandro Végh Villegas, ya en la dictadura. También varias de sus transformaciones liberalizadoras perduran, en esencia, hasta nuestros días. Es un camino iniciado por aquellos años que gobiernos de distintos partidos políticos preservaron y en algún caso profundizaron.
¿Habrá en el actual período alguna reforma económica trascendental como aquellas de Azzini o Végh Villegas? La agenda desplegada hasta ahora por la administración de Luis Lacalle Pou, postergada en parte por la urgencia de la pandemia, empieza a mostrar algún avance, si bien es difícil saber hoy si prosperará y, si lo hace, cuáles serán sus resultados.
Uno de los cambios más importantes —pero quizás poco apreciado por el ciudadano común— es la nueva institucionalidad fiscal. Es un instrumento que tienen muchos países serios para tratar de apegarse a lo que haría cualquier buen administrador: ahorrar cuando se puede, para gastar cuando haga falta. Hasta ahora Lacalle Pou y la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, pueden mostrar un déficit fiscal que está en descenso. Pero la prueba de fuego llegará en las cercanías del proceso electoral, porque la historia muestra que, salvo contadas veces, la presión política lleva a los jerarcas a abrir la canilla fiscal siendo más dispendiosos o siendo menos celosos de la tan mentada eficiencia del gasto.
Otra reforma relevante con impacto fiscal es la de la seguridad social: con una población que se irá reduciendo y envejeciendo, el peso del sistema se hará insoportable de no introducirse múltiples cambios. El Poder Ejecutivo ya compartió un anteproyecto con los actores políticos y, como era de esperar, una primera reacción surgió de técnicos del Frente Amplio, que la cuestionaron en varios aspectos. Pero la coalición de izquierdas todavía no emitió un pronunciamiento político definitivo, a la espera —dijo— de conocer el proyecto final y de que se manifiesten los distintos socios del oficialismo. Algunos especialistas vinculados al gobierno también han planteado reparos. Pero luego vendrá la discusión en el Parlamento y quizás también los cálculos electorales con estas cuestiones de alta sensibilidad para la población.
Ambas reformas, si se consolidan, puede que no sean consideradas como un “cambio en el rumbo del barco” como fue la implementada por Azzini varias décadas atrás. Pero serán pasos relevantes que podrá mostrar el presidente Lacalle Pou, que, en definitiva, fue quien puso las manos en el fuego por la regla fiscal pergeñada por la economista Arbeleche y por la reforma jubilatoria que lideró el especialista Rodolfo Saldain. Sería una buena noticia. No solo para este gobierno, sino para todos los que vengan, sean del partido político que sean.
