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Nos explica Mises en su libro Teoría e historia: una interpretación de la evolución social económica (Unión Editorial, España, 2004) que para la ciencia histórica el individuo actuante es un dato cuyas acciones no pueden reducirse a ninguna fórmula. En rigor, las circunstancias psíquicas internas que subyacen a la acción no conciernen al historiador, para quien los rasgos característicos de la personalidad de los individuos son el punto de partida de sus investigaciones, independientemente de cómo se formaron originalmente. Los sujetos (agentes) del cambio social son los individuos actuantes. Debido a su individualidad el cambio histórico es algo necesariamente aleatorio; al actuar los individuos afectan a los demás y a la vez resultan afectados. Desde la perspectiva del observador el curso de la historia en sí es individual o aleatorio, incluso si las acciones de cada individuo siguen un plan desde la perspectiva interna.
Esto es lo que pudo advertir lúcidamente la ilustración liberal, de ahí que tanto Hume como Smith se plantearan el problema de la historia como una frontera comprensiva de la concepción de la libertad. No es inocente cómo se escribe la historia, o mejor, cómo se la concibe; de hecho, comporta una medida importante de la forma en la que nos acercamos al conocimiento de la política y de la economía, empeño que puede ser guiado por el afán de demostrar una hipótesis dada o bien, en clave de apertura, por el puro interés o gusto de conocer.
El historiador de esta tradición de pensamiento se ocupa del examen de los hechos del pasado. No pretende saber nada sobre el futuro. No es misión del economista ni del historiador evaluar el progreso, presumirlo, dibujarlo, pronosticarlo. La existencia de las personas y de las sociedades está continuamente interferida por un número infinito de variables, nadie sino alguien que cree haber alcanzado la celeste iluminación puede vaticinar de qué modo y en qué tiempo y a qué velocidad se combinarán esas variables que escapan a todo cálculo. Por eso la economía, en tanto asunción científica de la realidad material, está exenta de valores; acepta los juicios de valor de los actores como datos de acción y como puntos de partida de sus investigaciones. Si esos juicios engendran mejoras en las condiciones materiales de vida, entonces habla de progreso y solo en ese caso el progreso es algo que tiene sentido.
En comparación con la Ilustración, las filosofías colectivistas y universalistas de la historia de Hegel, Comte y Marx aparecen como claramente reaccionarias. Los economistas liberales de la Ilustración creían que las personas que actúan de manera autónoma continúan educándose y desarrollándose con las condiciones a las que aspiran y que esta es la garantía de una tendencia histórica siempre ascendente. Los colectivistas recurrieron a una errática y en verdad calumniosa interpretación de la teoría de la providencia divina para marginar al individuo y establecer que todas las personas son meros peones del destino. Pero atención: el liberalismo de Ludwig Mises (como igualmente el de Hayek) no solo rechaza el determinismo y el colectivismo, sino que tampoco comparte el ingenuo optimismo de la Ilustración. Por un lado, la persona que actúa es capaz de tomar las decisiones correctas a través de su intelecto, pero también puede pasarlas por alto, errar. La tendencia histórica es, por tanto, una cuestión abierta. Lo incierto es la norma.
En la concepción de Mises es el individuo y su composición de lugar, el individuo y sus cálculos, el individuo y sus ideas el que produce la historia. Afirma que todo acto de acción sigue una idea, que a su vez es influida por otras. En una abstracción de esta base, la filosofía social-liberal va a entender la historia de la humanidad como una historia de las ideas, como una lucha de las ideas de las personas que actúan entre sí. De esto se deriva naturalmente que los colectivos como tal no existen, dado que son siempre no otra cosa que grupos de individuos reales. Lo que se entiende por característica de un grupo es en verdad una relación especial entre los individuos, la función de sus interrelaciones. Las propiedades de un grupo son reales solo en los individuos.
En fin, lo que viene a centrar Mises es que la perspectiva liberal de la historia es algo que producen los individuos en su apertura y libertad y que por tanto no se puede seriamente planificar. Todo lo que el hombre puede planificar son los efectos de sus propias acciones personales; y eso sin ninguna garantía de buen suceso.
