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—No puede ser que lo único que sepan hacer estos tipos sea insultarse, ningunearse, denigrarse y burlarse los unos de otros, qué karma —balbuceaba Fortunato frente a la tele, con el noticiero de cierre ya empezado—, se me atraganta el postre —agregó, como para que lo escuchara su mujer, que pasaba con una bandeja llena de platos, vasos y cubiertos rumbo a la cocina.
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—Ya te vas a quedar dormido como siempre y después me vas a venir con el cuento de sonámbulo de que los viste matarse a puñaladas, que disparaban con una ametralladora y se mataban cruelmente los de la coalición contra los de la oposición y viceversa… ¡Siempre te pasa lo mismo! —murmuró la esposa, con bastante buena puntería.
Fortunato no se dignó a contestarle. Es que estaba escuchando y viendo cómo Fernando Pereira decía que este narcogobierno corrupto amenazaba con provocar la expulsión del Uruguay de las Naciones Unidas, mientras que Álvaro Delgado le decía a otro periodista que el Frente Amplio y el PIT-CNT eran la mejor combinación de veneno desde la invención del cianuro de potasio, y por allá Carolina Cosse explicaba que si el Uruguay debía corregir el rumbo, o más bien la falta de rumbo, que nos amenazaba con caer como pueblo por el despeñadero capitalista, ella estaba dispuesta a desratizar la Torre Ejecutiva, eliminando así hasta los últimos rastros de la podredumbre neoliberal, y en otra nota aparecía la senadora Bianchi contestándole a Carolina que, antes de desratizar las oficinas del gobierno nacional, vendiera las armas depositadas en los galpones del Partido Comunista, que sus correligionarios de la hoz y el martillo ya hace tiempo que habían cambiado esos instrumentos por las Kaláshnikov y que no las van a necesitar porque van a volver a perder en las urnas, sin luchas armadas.
Fortunato bostezaba y se iba quedando dormido. Cuando ya parecía que sus párpados sucumbirían, el informativista dijo que, a pedido de varios integrantes de la Sociedad Uruguaya por una Convivencia Pacífica, varios líderes políticos habían decidido reunirse en el predio de la Rural del Prado para una conversación exploratoria de un nuevo diálogo nacional.
—Qué van a lograr estos flacos con un diálogo pacífico y una convivencia armónica, en fija que terminan todos a las piñas —barruntó Fortunato para sus adentros, mientras le parecía ver llegar a importantes figuras políticas al inesperado encuentro.
—Transmitimos en directo desde el local de la reunión —dijo el informativista, y abrió el micrófono. Fortunato pestañeaba inexorablemente.
—Señora Cosse —dijo entonces el senador Sebastián da Silva—, encuentro que su idea de la bicisenda por 18 de Julio es interesante y constructiva y en modo alguno se opone al tren que el gobierno piensa instalar entre el Centro de Montevideo y El Pinar, ya veremos cómo combinamos ambas iniciativas…
—Tiene usted razón, estimado senador Da Silva —replicó entonces la Ing. Cosse— siempre es posible encontrar términos de entendimiento si lo que todos deseamos es el bien del pueblo, ¿no le parece?
—Claro que me parece, Carolina, y permítame que me refiera a usted de este modo coloquial y amigable, porque de eso se trata —comentó Da Silva, quien fue interrumpido por la senadora Graciela Bianchi.
—Mirá, Carolina —dijo entonces Bianchi—, tanta razón tiene Sebastián (da Silva) que nos estamos quedando cortos con los elogios que su extraordinaria carrera política nos ha brindado —agregó—. Y que conste en actas que ratifico mi propuesta de que el Antel Arena lleve en el futuro no solo tu nombre, Antel Arena Carolina Cosse, qué divino que queda, sino también que se coloque en la entrada una estatua tuya de cinco metros de altura —enfatizó.
Fortunato oía voces en su duermevela, creía estar medio dormido, pero ya no veía imágenes. Los diálogos continuaban en aquel inesperado encuentro.
—Y quiero felicitar al Dr. Sanguinetti —dijo el senador Bergara— por haber sido él quien forjó y llevó adelante la creación de la Coalición Republicana que nos gobierna —continuó—; es importante destacar que esa coalición, que limpia y democráticamente ganó las últimas elecciones, nos obligó a la oposición a formular nuestra autocrítica, preparándonos así desde el Frente Amplio para competir el año que viene contra la coalición, y, como siempre, ¡que gane el mejor, quien mejor sepa transmitirle al pueblo cuánto lo queremos y lo defendemos, gane quien gane!, ¡que triunfen la democracia y la fraternidad, como debe ser! —culminó, enjugándose unas furtivas lágrimas que corrieron por sus mejillas.
Tras estos jugosos —e inesperados— diálogos, se fueron sucediendo breves intervenciones alusivas a temas que por muchos años separaron las visiones y los planes de gobierno y oposición a lo largo del tiempo.
Hubo quien desde el gobierno dijo que en realidad Raúl Sendic había manejado con energía a Ancap, pero como su especialidad era la genética humana no había tomado todas las medidas para contener a tiempo la descapitalización, y hubo quien desde la oposición elogió la reforma de la seguridad social llevada a cabo por el gobierno y aceptó que tal vez habría que nombrar una comisión mixta para analizar algunos puntos concretos, pero que, básicamente, era una reforma ineludible.
Lo mismo ocurrió con los elogios de representantes del Frente Amplio a la reforma educativa —“algo necesario y urgente que el gobierno acometió con coraje y eficiencia a pesar de algunos obstáculos que debió superar, y lo bien que lo hizo, finalmente”— y la devolución de cumplidos del gobierno a la oposición, en los que elogió la moderación de las movilizaciones en contra de algunas iniciativas, “aquel cacerolazo al comienzo de la pandemia fue fruto del desconocimiento que se tenía sobre la enfermedad, pero cuando supieron lo que era se acabaron los cacerolazos”.
Fortunato se despertó cuando se cortó la imagen de la tele y, medio dormido, le comentó a su esposa, que leía un libro en la cama, que los políticos no se habían peleado a balazos como ella había predicho, sino que ahora eran todos amigos y se elogiaban mucho.
—Mirá, andá a dormir de una —le dijo su mujer—, si no estuviera leyendo una novela, te traía Caperucita Roja o Los tres cerditos y te lo leía…