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    Los políticos “cuando son electos se olvidan del agricultor”, dijo el presidente de CropLife, organización de la industria agrícola

    La inversión anual en investigación y en tecnología del grupo de empresas es de US$ 7.300 millones

    “El agricultor es un eterno optimista, aunque le vaya mal en un año con el clima o con los precios”, dijo a Búsqueda el presidente de CropLife Latinoamérica, José Perdomo. Esa asociación nuclea a las mayores empresas de la ciencia de los cultivos, específicamente en agroquímicos y en semillas, como Bayer, Syngenta, DowDupont, Basf, Monsanto, entre otras.

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    Perdomo reconoció, sin embargo, que en la última década hubo una reducción en la cantidad de productores y una tendencia a la concentración de la producción de alimentos en el mundo.

    El productor deja la actividad “por no poder ser rentables o por no querer asumir el mismo rol que su padre”, y en algunos casos “se conforman cooperativas o hay productores que compran la producción a otros de tamaño menor para ganar escala”, comentó.

    Esa situación también genera un desafío para la industria de los agroquímicos y las semillas y para Perdomo la respuesta está en la tecnología y en la innovación. Uno de los mayores avances se da en la siembra de cultivos que resisten la sequía, como una variedad de maíz que hoy ocupa más de un millón de hectáreas en Estados Unidos (EE.UU.).

    Ese ejecutivo, que se graduó en la Universidad de Texas en Ingeniería Agrícola, estuvo en marzo en Montevideo con el objetivo de mantener reuniones con firmas del sector y evaluar el desarrollo de algunos programas de difusión que impulsa CropLife para “realzar el rol del agricultor” en la sociedad y “educar” en el uso de agroquímicos.

    Al analizar esos temas y los “riesgos” que debe enfrentar el productor rural, Perdomo se refirió a las políticas de los gobiernos. “Los políticos prometen y dicen, y al final cuando son electos se olvidan del agricultor”, cuestionó.

    Lo que sigue es un resumen de la entrevista.

    El perfil del productor uruguayo es distinto al del campesino tradicional latinoamericano. ¿Cómo incide eso al afrontar los desafíos actuales de la agricultura?

    —La producción agropecuaria en Uruguay está a cargo de productores y trabajadores rurales, mientras que en otros países latinoamericanos se trata de familias campesinas.

    En el caso de Uruguay no es el perfil del pequeño agricultor que explota media hectárea que hay en Centroamérica, sino que lo hace con unidades de producción mayores y, pese a ello, están siendo desafiadas en su productividad por costos y por mano de obra.

    A futuro el mayor uso de tecnología y maquinaria vendrá a reemplazar a una gran parte de esos empleos, dependiendo del tipo de cultivos al que se enfoque: está la soja, el arroz, el maíz, que se pueden llevar a escalas, versus cultivos de hortalizas, que son más intensivos en uso de mano de obra. Así sucede con la caña de azúcar en Florida, Estados Unidos, que es totalmente tecnificada porque no hay mano de obra; en caso contrario, desaparece esa producción.

    El 1% de la población de EE.UU. produce alimentos para todo el país, además de los productos importados, lo que demuestra la eficiencia de los productores de ese país.

    El agricultor tiene que evaluar los mercados en los que puede tener una vocación de éxito y cambiar otras opciones agrícolas que le brinden una mayor renta en menor área.

    En ese escenario, ¿por dónde pasa el futuro de la agricultura?

    —Una industria como la que representa CropLife Latinoamérica, que son unas siete compañías de las más grandes del mundo y que invierten en investigación, está comprometida con el agro porque el mundo necesita alimentarse. Ese 50% más de personas previsto para 2050 tiene que tener acceso a alimentos y los recursos en el mundo son cada día más limitados.

    La tecnología y la innovación van a poder permitir conquistar esos grandes desafíos. El aumento de la productividad desde el inicio de la revolución verde hasta ahora es impresionante en la fertilización, en las semillas, en un mejor uso de riego, en la capacidad de poder rotar el suelo. Somos optimistas respecto a un futuro promisorio para la agricultura, porque habrá que producir más en menos área.

    La agricultura será tan importante que un pueblo sin alimentos irá a la guerra por su supervivencia

    El 25% de los suelos del planeta están degradados porque han sido abusados, pero se pueden recuperar con tecnología y con la capacidad de rotación.

    Las empresas del sector invierten unos US$ 7.300 millones anuales en tecnología para generar productos que saldrán al mercado en 10 años.

    ¿Qué tipo de productos revolucionarán la tecnología vinculada a la agricultura en el futuro?

    —Las tecnologías desarrolladas en este momento, no solo en agroquímicos sintéticos que son más específicos y concentrados, ya que antes se aplicaban dos litros por hectárea y hoy se emplean 10 centímetros cúbicos en una hectárea, son más nobles y precisas.

    Hay inversiones en el área de biológicos, lo que significa usar la naturaleza para contrarrestar las plagas y enfermedades, además en genética y en biotecnología. A eso también hay que sumarle la tecnología digital en proceso con drones y otros equipos para medir la humedad y el tipo de fertilización, entre otros factores.

    Hay plantas que pueden consumir menos agua. En Estados Unidos hay 1.150.000 hectáreas plantadas de maíz resistente a sequía. Para llegar a eso hubo un incremento de 45% en el área sembrada con esa variedad de maíz entre 2015 y 2016. Eso es relevante considerando que vamos a precisar un 55% más de agua de la que consumimos hoy para 2050. Eso implica que un 40% del planeta va a tener problemas de falta de agua en algún momento del año.

    Esas tecnologías ayudan a las plantas a que sinteticen el nitrógeno ellas mismas, eso es parte de una agricultura que tendrá capacidad de producir a menor costo, más sustentable y usando los recursos de forma más eficiente. En agricultura, la inversión de la industria y su visión de largo plazo está en elaborar una semilla que saldrá al mercado en 13 años.

    El agricultor está en nuestras casas tres veces al día, en cada comida

    La agricultura será tan importante que un pueblo sin alimentos irá a la guerra por su supervivencia. El agua es un recurso precioso.

    El que tiene todos los riesgos es el agricultor que se enfrenta a los cambios del clima, a las plagas, a la comercialización de los productos.

    ¿Y a las políticas de los gobiernos?

    —También. Soy de Guatemala y puedo hablar de mi país y un poco de Centroamérica. Y puedo decir que los gobiernos que hemos tenido en esa región fueron oportunistas que nos vinieron a vender espejitos de colores y que vienen a buscar a los agricultores cuando hacen campaña política, porque representan miles de votos. Los políticos prometen y dicen, y al final cuando son electos se olvidan del agricultor. Es una realidad muy parecida en muchos de los países de América Latina. El agricultor representa una masa tan grande y pese a que ha sido tantas veces engañado no deja de creer.

    En ese sentido, Crop­Life Latinoamérica inició hace dos años una campaña denominada El Agricultor Primero, con la que se trata de realzar el rol del productor para que la sociedad urbana apoye la causa de la agricultura cuando el gobierno trate alguna ley vinculada a la producción agropecuaria.

    El agricultor está en nuestras casas tres veces al día, en cada comida. Mientras que a un médico o a un abogado lo precisamos una o dos veces al año. El citadino compra la comida en el supermercado y no piensa mucho en eso.

    Las empresas del sector invierten unos US$ 7.300 millones anuales en tecnología para generar productos que saldrán al mercado en 10 años

    Hay que considerar también la posibilidad de capacitar en las buenas prácticas agrícolas para evitar el mal uso de los agroquímicos en la agricultura. Las intoxicaciones en el campo se deben al uso inadecuado de esos productos, en el momento inapropiado, en las dosis que no corresponden u otros problemas.

    Para eso impulsamos campañas como Campo Limpio, que implica una serie de tratamientos de los envases de los productos fitosanitarios, con la Cámara de Comercio de Productos Agroquímicos en Uruguay.

    Los casos de contaminaciones con agroquímicos juegan en contra de la campaña que intenta realzar el rol del agricultor en la sociedad. ¿Qué dice al respecto?

    —La respuesta a eso es educar a los productores. Por eso es que la industria nucleada en CropLife invirtió algo más de US$ 22 millones el año pasado en esos dos programas, que intentan ayudar a recolectar los envases y procesarlos para otros usos y a que los agricultores utilicen bien los productos para no causar daños al medio ambiente.

    ¿Qué resultados están dando esos programas en la agricultura uruguaya?

    —El programa El Agricultor Primero comenzó hace casi tres años en Colombia y Guatemala para aprender. La mayoría de los agricultores son responsables, pero siempre hay unos pocos que generan los problemas de contaminaciones. A veces sucede que son los ayudantes, que no están capacitados, los que provocan esas situaciones.

    La industria de los agroquímicos es la más regulada del mundo, incluso más que la industria farmacéutica, que tiene incidencia directa en la salud de las personas.

    Nuestros productos inciden en el agua, en el suelo y en el cultivo, por eso es que se tarda tanto en la autorización, ya que eso requiere años de estudios y evaluaciones.