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El fin de semana pasada se produjo un muy bienvenido triple retorno en la música uruguaya: volvieron los shows internacionales en Montevideo, volvió la actividad al Antel Arena y volvió (y demostró su vigencia) una de las bandas fundamentales del rock posdictadura.
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El sábado 7 Julieta Venegas reabrió el Antel Arena en un muy buen concierto al que acudieron algo más de 2.000 personas. Aunque no se llegó a agotar el estadio (el aforo permitido es de 2.700 butacas), se trata de la máxima audiencia congregada en un espectáculo desde la reapertura de los escenarios. Con todas las restricciones sanitarias dispuestas, en los cuatro meses que llevan abiertos los escenarios no se han detectado brotes (solo un puñado de casos aislados), por lo que es de esperar que se amplíe pronto la capacidad permitida en el protocolo, del 30% al 50%.
Le hace bien al ecosistema económico musical que vuelvan los shows de alta convocatoria como este. El sector de los técnicos de sonido y luces es uno de los que más ha sufrido la recesión pandémica. La mexicana radicada en Argentina demostró su gran carisma y capacidad interpretativa al sostener un concierto en solitario en un estadio e hizo gala de su fuerte arraigo en la escena uruguaya. Luciano Supervielle, Emiliano Brancciari, Papina De Palma y Eli Almic desfilaron por el escenario transformando el concierto en una especie de Venegas & amigos uruguayos. La variedad de colores musicales y el talento de los cuatro solistas locales fueron decisivos para dar forma a un excelente espectáculo, que de hecho fue registrado para ser editado como un audiovisual en vivo.
El otro regreso remarcable fue el de Níquel, la banda que estaba inactiva desde 2001, que dio dos excelentes conciertos en el Sodre. El combo liderado por Jorge Nasser demostró que aún tiene buenas páginas para escribir. Especialmente porque desempolvó un riquísimo cancionero, que además de Candombe de la Aduana y Amo este lugar, está poblado de éxitos como Gusano loco, Sangre y rosas, Nancy y Sid, Estrella fugaz, Mi canción y Hoy es uno de esos días.
Níquel 2020 es una formación compacta y muy bien ensamblada, que a la solidez vocal que conserva Nasser sumó un despliegue protagónico y decisivo de Pablo Pato Dana no solo desde el bajo, sino gracias a su gran aporte en los arreglos corales, al que contribuyen también el resto de los instrumentistas. De hecho, por momentos con un coro de cinco voces. El otro punto alto fue el despliegue de Gonzalo de Lizarza en la nada sencilla tarea de sustituir a Pablo Faragó en la guitarra solista. Vaya si estuvo a la altura. Níquel volverá a presentarse el 26 de marzo en el Teatro de Verano. No lo duden.
