Luto Animal

Luto Animal

La columna de Pau Delgado Iglesias

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Nº 2184 - 28 de Julio al 3 de Agosto de 2022

Alguien podría haber dejado unas velas prendidas, unas flores. Un gesto mínimo de agradecimiento, de respeto hacia aquellos cuerpos que dan su vida para alimentar a otros. Pero no, qué berretín, quién haría una cosa así. “En el lugar solo quedaron sangre y vísceras”, describía un portal de noticias argentino. Fue luego de que un camión que transportaba 50 vacas derrapara el sábado pasado en la provincia de Santa Fe, Argentina. En pocas horas, “vecinos de la zona” trozaron a cuchillo los cuerpos de los animales y se los llevaron en motos y autos. No quedó ningún animal con vida.

La intención no es ser hipócrita. Esas 50 vacas de todas maneras iban a ser asesinadas para que alguien más las coma, claro. Pero hay algo de brutal en el hecho de faenar a un animal vivo, o al menos algo que obliga a detenerse a pensar en estas cosas. Sin pretender cuestionar lo correcto o no de comer carne animal, me parece necesario reflexionar por qué a la sociedad le importa tan poco la vida y el sufrimiento de otro ser. “Tenemo’ asado gratis, muchachos”, se escucha decir a un hombre en uno de los videos viralizados. No hay ni un rastro de tristeza ante la visión de 50 vacas muriendo al costado del camino.

La escena parecería dejar sin valor la afirmación del premio Nobel de literatura, el escritor sudafricano J. M. Coetzee, cuando expresa que “la gente tolera el sacrificio animal porque no llega a verlo, oírlo u olerlo”. Este no parece haber sido el caso, ya que seguramente la faena tuvo lugar a pesar de los mugidos y los olores. Se podría justificar el hecho diciendo que es consecuencia de una carencia económica, de una “desesperación por conseguir carne”, como tituló otro portal de noticias. Pero me inclino por la idea de que es más bien el resultado de la anestesia social frente a la muerte de los animales, seres de los que no importa nada más que obtener algún tipo de rédito.

En julio de 2021, la directora inglesa Andrea Arnold estrenó su película Cow (Vaca), documental que registra el día a día de Luma, una vaca lechera en un establecimiento de explotación ganadera en Reino Unido. No hay voces en off que narren la historia, se trata simplemente de una serie de primeros planos de Luma en las distintas situaciones de su vida: mientras la ordeñan con máquinas, cuando la separan de sus crías, cuando sale a pastar. “Es una película sobre la realidad de las vacas lecheras y un homenaje a todo lo que hacen por nosotros”, dice la directora, y agrega: “Quería mostrar una conciencia no humana. Me intrigaba saber si seríamos capaces de ver su conciencia si la seguíamos el tiempo suficiente”. El resultado es impactante y doloroso, y permite aproximarse un poco a las condiciones de vida a la que están sometidas tantas especies de animales en el mundo. Parece que reflejara lo que expresa J. M. Coetzee en su libro Las vidas de los animales (2001): “A los animales solo les queda su silencio para hacernos frente. Generación tras generación, heroicamente, nuestros cautivos se niegan a hablarnos”.

En sus investigaciones con criadores de vacas y cerdos en granjas francesas, la filósofa belga Vinciane Despret (2008) señala que recibió por parte de los criadores muchos comentarios sobre esta idea de la incapacidad de entender a los animales: “Cuando abro las puertas, las vacas saben que quiero que salgan, pero yo no sé si ellas realmente quieren salir”; “de hecho, nos conocen mejor”, o “los animales saben lo que queremos, pero nosotros, nosotros no sabemos lo que quieren ellos”.

Quizás, comprender a los demás animales sea uno de los grandes desafíos que tenemos hoy como humanidad. Reverenciar su existencia, aprender a respetar y agradecer. Como plantea el filósofo estadounidense Cary Wolfe (2012): si se sabe que millones de personas sufren una tristeza profunda cuando muere su animal compañero, ¿por qué las vidas de animales no-humanos no pueden contar como vidas por las que estamos de luto?

Volviendo a la provincia de Santa Fe: más allá de que los cuerpos de esas 50 vacas sirvan para alimentar a tantas familias, o precisamente porque sirven para alimentar a tantas familias, ¿hay un desenlace mejor que seamos capaces de imaginar como sociedad?