Madre paralela

escribe Pablo Staricco 
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El encanto primario del cine es, y será, el tiempo. El de la historia, el de la proyección y, claro, el del vínculo con todos esos años, los que pasan desde el estreno, el hallazgo o el reencuentro. Otro tiempo, el de los menos conocidos, es el de la creación. Este es uno de los más largos en Uruguay, donde realizar una película lleva tiempo, mucho tiempo. Más aún si hablamos de la primera, la ópera prima.

Agustín Banchero lo sabe y, según dice, busca aprovecharlo. “Convertir el problema en virtud”, piensa al describir su proceso creativo, uno que incluye ensayos, escrituras y exigencias. Recuerda que las ideas que se convertirían en su primer largometraje comenzaron a tomar forma de guion alrededor de 2013. Desde entonces ha sucedido de todo: trabajos como continuista, editor, profesor de cine y una carrera como dramaturgo. También hubo cortometrajes y, finalmente, el esperado debut.

Las vacaciones de Hilda se estrenó en cines en Uruguay luego de un lanzamiento alentador en el Festival de San Sebastián. Es un drama firme, con bravura y encanto, liderado por la actuación de su figura principal, Carla Moscatelli. La película también anuncia la llegada de Banchero como una voz prometedora para el cine latinoamericano.

Las vacaciones de Hilda es la unión de dos momentos en la vida de la protagonista. Está, por un lado, la Hilda melancólica: una arquitecta solitaria que habla con frases tajantes y vive en una casa cuyo descuido manifiesta el estado interior de su dueña. Existe, también, una Hilda anterior, la del descanso en un balneario rodeada por los suyos y por las vacilaciones que la noche siempre trae consigo.

Banchero y Moscatelli creen que se vieron, originalmente, a través del teatro, según lo reconstruyen en un diálogo con Búsqueda. El director tuvo una de sus primeras corazonadas para elegirla como su protagonista cuando se encontró editando escenas del papel que Moscatelli tuvo en la serie uruguaya Feriados, emitida en 2016. “Ver el bruto de un actor, de una actriz, es el juicio más duro”, dice el director.

A Moscatelli la convenció, desde el comienzo, el personaje que encontró en las páginas de ese guion escrito por Banchero. Tenía ante ella un papel demandante por su presencia doble y fracturada, con la dificultad de emanar primero un torbellino debajo del silencio y luego el comienzo de la tormenta que presupone el desarme de una familia. Le llegaron a decir que el personaje podía caer antipático, pero ella jamás lo vio así. “Nunca me cayó mal Hilda”, afirma la actriz y docente, a quien también le atrajeron los espacios “en blanco” que tenía para completar como personaje.

Como producción, Las vacaciones de Hilda tiene un historial de enriquecimiento. Obtuvo el apoyo de diferentes fondos institucionales y Banchero llevó su proyecto a programas que tuvieron a realizadores como Mariano Llinás y Lucrecia Martel como talleristas, además de algún que otro pasaje por laboratorios de trabajo en los festivales de Róterdam y San Sebastián. En ese recorrido estuvieron, junto con el director y por parte de Tarkio Film, los productores Virginia Bogliolo y Juan Álvarez Neme, también coeditor de la película.

Fue a ellos a los que el cineasta les solicitó un requerimiento peculiar: filmar la película en dos instancias de rodaje diferenciados y distanciados en el tiempo, conocidas informalmente como “Invierno” y “Verano”. La exigencia demandaba la dificultad de planificar una filmación inicial para desarmarla y retomarla unos meses más tarde, duplicando algunos elementos del presupuesto. Los productores accedieron.

Si se le pregunta por la necesidad de tal esquema, Banchero responde que fue emocional. “Carla no iba a poder hacerlo”, afirma. “Ni yo tampoco”. La división del relato en el guion, traducida al esquema de producción, ayudó a dividir los preparativos que cada segmento le requería y le brindó tiempo para continuar ensayando con Moscatelli. También le permitió, junto con Neme, comenzar a editar su película.

Banchero confiesa no ser un entusiasta de los rodajes. Señala que cuando egresó de la Escuela de Cine del Uruguay tenía un problema con el proceso cinematográfico propuesto en su aprendizaje. Le costaban la burocracia, la distancia y el frío que encontraba en el sistema de roles cinematográficos. Probó romperlo con sus cortometrajes pero encontró ayuda, sobre todo, en el teatro, donde hoy ya cuenta con dos obras estrenadas (La segunda luna de Júpiter y Galaxie). Aprendió a humanizar los procesos creativos e intentó hacer lo mismo para honrar el pacto que implica que un equipo de personas decida trabajar en una película.

El rodaje de Las vacaciones de Hilda se realizó entre Dolores, Jaureguiberry, Solís y Montevideo. Banchero tiene presente la calidez del tiempo compartido con el equipo. “Disfruto más escribiendo o ensayando, incluso hasta editando”, dice. Moscatelli, por su parte, sintió que tras su primera experiencia en la piel de Hilda le había pasado “una aplanadora”.

Durante los años que le dedicó a la película, Banchero tuvo como objetivo que la relación del equipo a largo plazo no rompiese el vínculo que los motivó a rodar. Incluso si ese vínculo sufría todo tipo de cambios. “La película se tiene que adaptar a uno y uno se tiene que adaptar a la película”, indica. “Para que no dejara de tener sentido, tenía que ganar en capas y actualizarse. Y se fue actualizando”.

El director rechaza las interrogantes biográficas que la película podría generar para entender la inspiración detrás de Hilda y su parentela y en cambio se refiere a otro término para entender su trabajo. “Yo uso y trabajo con insumos reales pero los deformo”, describe. “Creo más, como lo usa Sergio Blanco, en terminologías como la autoficción porque hay un pacto con la mentira. Lo que conozco, lo que tengo cerca, lo distorsiono. Si bien es un universo cercano, las referencias son complejas”.

En ese sentido, Moscatelli también busca referentes cercanos y personas que tienen relevancia en su vida para sostener la creación de su personaje. Ambos artistas coinciden en ese proceso, el de una deformación de eso que llaman “insumos reales” para transformarlos en lo que luego se verá y escuchará en la pantalla grande. El agregado no es menor, ya que Las vacaciones de Hilda explota la sonoridad de los diálogos y los pesos de cada palabra, por más mundano que sea el contexto. Moscatelli distingue a sus dos Hildas con variaciones que derivan, al final, en una mujer que busca completarse. “La emoción en la actuación también se siente así: o está afinado o desafinado”, dice.

La propuesta de la película, muy bien afinada, va primero en la distancia y luego en la cercanía. El trabajo de fotografía, arte, montaje y producción proponen un díptico bien marcado que también incluye espacios de experimentación en los que se juega con recuerdos que se proyectan sobre las superficies de la vida de Hilda e inundan un espacio que ella parece haber dejado sin completar. “Creo en un cine interactivo, no expositivo”, apunta Banchero. “Las lagunas hacen que haya reflejos. Si no hay lagunas, hay una sola reflexión, una exposición sin lecturas. Ese no es el cine que me interesa”.

Tras el Festival de San Sebastián, donde la película cosechó sus primeras reseñas positivas, el director hoy navega por un mar de sensaciones. Están los esperados nervios del encuentro en las salas con el público uruguayo pero también, en el horizonte, aparece un optimismo frente a los preparativos de su segunda película, Las muertes pasajeras, ya en camino. Banchero la describe como una apuesta que representa “un paso más” de Las vacaciones de Hilda en torno a una narrativa que va desde el interior hacia el exterior y que lo mantiene en la búsqueda de un lenguaje audiovisual propio. Tendrá como protagonista a un personaje de una edad similar a la del director afrontando el miedo a convertirse en padre. El realizador señala que será una película más cercana a su vida. Saber qué tanto, se podrá responder, solamente, con el tiempo.

Vida Cultural
2021-10-13T23:35:00