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En 2115 un padre le hará escuchar por primera vez a su hijo de cuatro años El Reino del Revés, de María Elena Walsh (1930-2011), seguirá con Manuelita la tortuga y La Reina Batata. El hombre pensará que esas son antiguallas de la música infantil de otro siglo, que su hijo se morirá de aburrimiento con cualquier actividad que quiera arrancarlo de las realidades virtuales hiperrealistas de su cuarto de juegos digital. Hasta que empiece a ver cómo el niño se queda mirando el videoclip como hipnotizado, escuchando la historia extraña de una papa que le teme al cocinero, o la de un lugar donde todo está patas para arriba. Porque hay algo en el universo infantil que salió de la mano de esta autora porteña, que funciona mágicamente con los niños, generación tras generación. Hoy, 2015, además de lo que sucede con la música, es posible que ocurra con sus libros. Padres y abuelos nostálgicos podrán investigarlo, probando con cada niño, a ver qué pasa.
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Este año Sudamericana publicó unas cuidadas ediciones de tapa dura con reproducciones facsimilares de cuatro obras de Walsh: Tutú Marambá, Dailan Kifki, El Reino del Revés y Zoo loco, libros que marcaron una época de la región, los más famosos de la autora más vendida en Argentina. Están pensados para niños de entre dos y ocho años, aunque se sabe que estos parámetros son solo orientadores y no determinantes, porque cuando un niño conecta con una historia o con una manera de contarla, los límites de edad se desdibujan.
Según informó la editorial a Búsqueda, Walsh históricamente tuvo una venta de catálogo constante. Hace un tiempo se lanzaron en Argentina unos coleccionables por entregas que lograron buena aceptación entre los lectores. Que esta edición vintage sea facsimilar implica que reproduce una copia gemela de ediciones de la década de 1960, con las típicas ilustraciones de Pedro Vilar, un dibujante argentino que hoy está en sus 80 años. Walsh siempre vinculó mucho a los niños con los adultos, y estos libros son un paso más en ese sentido, porque logran que los grandes no solo digan “yo leía este libro”, sino que puedan decir “leía exactamente este libro”. Esos adultos crecieron escuchando o leyendo estos relatos.
Tutú Marambá es un conjunto de poemas con las características rimas juguetonas de Walsh, que presenta el libro con un canchero “Distinguidísimos señores niños”, para pasar a hablarles de un duende brasileño malo, que en realidad tiene más fama que maldad. Por esas páginas circulan la Vaca Estudiosa, la Mona Jacinta y Confite, un gato con dolor de muelas: “El perro dentista le ha recetado bombón de pescado. No hay nada más triste, más triste que una tristeza gatuna, gatuna, gatuna”.
Si algo caracteriza los textos de Walsh es la libertad, los juegos de palabras y las ocurrencias que generan un efecto absurdo y despiertan sorpresa, con un tono general de alegría y liviandad. Entre las páginas de Tutú Marambá vive El vendedor de sueños: “Vendo sueños con gusto a caramelo, países raros, lentas maravillas, ángeles que dan cine por el cielo y relámpagos para pesadillas. Sueños como trapitos de colores, imágenes y muchas otras cosas. Algunos tienen pájaros y flores. Otros, infierno y brujas espantosas”.
Walsh tenía ascendencia inglesa e irlandesa por parte de padre y andaluza por línea materna. Los planteos temáticos de su literatura no son simplistas ni maniqueístas, y cada tanto menciona los aspectos más oscuros del universo infantil: los miedos, los monstruos que pueden acechar aquí o allá, jugando a colocarlos en lugares menos peligrosos.
Zoo Loco es una oportunidad para que los chicos generen sus propias creaciones, porque sobre el final incluye páginas libres para “Mis versos y mis dibujos”. Aquí conviven una vaca que es un reloj, un gato que toca Liszt al piano, un canario que ladra cuando está triste, una lombriz que no puede sonarse la nariz y una cantidad de bichos que viven situaciones increíbles e improbables. Zoo loco reúne limericks, que Walsh llama “juguetes hechos de palabras”, refiriéndose a la composición poética inglesa realizada con dos versos largos, dos cortos y otro largo. “En general cuentan soberanas tonterías, cosas requetesabidas o descomunales mentiras”, explica la autora.
Una vez más se encuentran poesías en El Reino del Revés, como esa que dio origen a la canción archiconocida que habla de un lugar donde “nada el pájaro y vuela el pez”, “los gatos no hacen miau y dicen yes, porque estudian mucho inglés”. También figura la Canción de tomar el té, La Reina Batata, El show del perro salchicha y la Marcha de Osías el osito, letras también musicalizadas. “Quiero tiempo pero tiempo no apurado, tiempo de jugar que es el mejor. Por favor me lo da suelto y no enjaulado adentro de un despertador”, dice Osías. Cada poema es un pequeño y redondo cuento.
En el libro Dailan Kifki la escritora pasa a la prosa para contar las aventuras de un elefante que llega a la casa de una familia para complicarles radicalmente la vida. En 48 capítulos se desarrollan las idas y vueltas de la “joven señorita” que encuentra al enorme animal, sus padres, la tía Clodomira y su hermano Roberto, que lo único que repite es “Estamos fritos”. Todo este disparate comienza con la joven amiga de Dailan teniendo que ir a conseguir 400.000 kilos de avena y 54.672 docenas de bananas.
Los cuatro libros se presentan como un homenaje bien merecido para esta mujer que supo jugar con el lenguaje de una manera libre y franca, para satisfacción del lector, que siempre podrá volver a esos mundos del revés.