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    María Esther Gilio

    Sr. Director:

    Esta carta, que me puede quedar un poco larga, es sobre María Esther Gilio.

    Como vivo en Brasil hace más de cincuenta años demoré bastante para recibir el libro de Liliana Villanueva sobre María Esther.

    Quiero prestar testimonio acerca de que ese libro es un absoluto mamarracho y me indigna que no se haya prestado a mi querida amiga un homenaje como merece.

    Durante casi toda su vida María Esther pasaba un mes por año en mi casa, conmigo y mi familia. Solo dejó de ir cuando su salud ya no se lo permitía.

    El libro de Liliana se trata de una entrevista de nueve horas hecha en Montevideo. No solo que María Esther ya no estaba en condiciones, sino que se trata de un texto hecho después de su muerte donde se inventó lo que venía bien inventar.

    Me enteré de su muerte por una llamada de su hija menor, Isabel, a quien todos llamábamos Sabela, que me fue a buscar al aeropuerto y me llevó directo a la casa Martinelli donde estaba siendo velada. Después de quedarme durante una hora Sabela me llevó a la casa de María Esther, donde me quedé y donde después se iba a reunir la familia (yo era considerado familia). Tuve la extrañísima sensación de haber dormido en su cama, durante una hora, mientras ella era velada en Martinelli. Noté que ella no había dormido recientemente en su cama, ya que había una cama de hospital en el cuarto.

    Dos horas las pasé entre los libros, muchos de los que yo la ayudé a escribir. Aquí cabe citar una de sus más características, y encantadoras, facetas: una cosa infantil y a veces un poco tarambana que le daba un frescor único.

    Una vez estábamos en Buenos Aires y quería ir a la CGT. Yo le pregunté a cuál y me preguntó si había más de una. Le aclaré sobre la CGT de Azopardo y la de Paseo Colón, cosa que ignoraba completamente. Yo hice la primera parte y ella le dio sus toques.

    Yo fui novio de su hija Carmiña (que no se llama Carmen como está en el libro de Liliana ni su apellido es Queigeiro sino Queijeiro).

    Las confusiones del libro incluyen confundir a Alicia Behrens, exmujer de Alfredo Behrens, con Martha Behrens, que es hermana de Alfredo.

    Las expresiones sobre Michele Ray, que son de Carmiña y Liliana, se permite la libertad literaria de ponerlas en boca de María Esther. Eso no es libertad literaria, eso es mamarracho.

    Cuando Costa Gavras filmó Estado de sitio, María Esther, que era muy amiga de él y de Michele, llegó a conocer a Ives Montand y recurrió a él para pedir dinero para los tupamaros, llegó de vuelta informando que Montand iba a mandar cien mil dólares. Cuando llegaron cinco mil le preguntaron a María Esther: por favor, decí cien y cinco en francés.

    Querría mucho que alguien hiciera un homenaje a la altura de los merecimientos de mi gran amiga.

    PD: Envío esta carta de Roberto Leal en su nombre, ya que él no reside en el país

    Andrés Alsina

    CI 1.084.802-0