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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl domingo 4 de junio del corriente se publicó en un matutino de la capital el artículo ¨Alerta por falta de ética a la hora de recetar remedios¨ en el cual se plantea el tema de los medicamentos, los médicos y su relación con la industria farmacéutica.
En el mismo se menciona, entre otras cosas, que los médicos deben recetar por nombre genérico (nombre de la sustancia que constituye el principio activo) de acuerdo a un decreto del años 2002. Sin embargo, se dice, esto no ocurre así porque los representantes de las farmacéuticas ofrecen atenciones, cortesías o regalías a los médicos que serían un aliciente para que receten por nombre comercial el producto de la empresa que representan. Se afirma que esta práctica, ampliamente difundida, implicaría un ¨conflicto de interés¨ y estaría reñida con la ética.
Existe una gran confusión en el público general (lo cual no extraña), pero también entre los profesionales de la salud, sobre la diferencia que existe entre ¨nombre genérico¨ y ¨medicamento genérico¨. Además los productos que tienen el mismo principio activo, o sea la misma molécula química, pero provienen de distintos laboratorios (generalmente nacionales o regionales), se denominan ¨similares¨. Esto complica aún más este popurrí de denominaciones técnicas.
Sabemos que distintos laboratorios de similares tienen medicamentos con el mismo principio activo pero con diferente nombre comercial (marca). Y además, debido a la competencia, distinto precio. Sin embargo, un medicamento ¨similar¨ aunque tenga el mismo principio activo que la competencia, no necesariamente produce el mismo efecto.
¿Por qué? Bueno, porque un medicamento es mucho más que el principio activo. La formulación farmacéutica involucra muchas otras sustancias (excipientes o vehículos) y, para llegar a la forma farmacéutica final (comprimido, comprimido retard, cápsula, jarabe, etc.), es necesario una formulación y un proceso de fabricación que es propio de cada laboratorio.
¿La formulación tiene que ver con el efecto? La formulación farmacéutica influye en la absorción y, en consecuencia, en la distribución a los órganos y la eliminación del principio activo. Por otra parte, para que el principio activo haga efecto debe llegar en cantidad suficiente y permanecer el tiempo adecuado en el órgano o tejido dónde desarrolla su acción terapéutica.
De manera que si un medicamento similar se absorbe en menor cantidad que el correspondiente original (desarrollado y fabricado por un laboratorio internacional) no va a producir el mismo efecto que éste último, lo mismo si se absorbe más lento. Y si se absorbe más rápido, incluso, puede tener efectos adversos o tóxicos.
Este proceso de absorción, distribución y eliminación de los medicamentos orales en el intestino humano se llama biodisponibilidad. Para algunos medicamentos la biodisponibilidad se puede certificar con estudios farmacéuticos ¨in vitro¨ pero para muchos otros ésta se debe demostrar con ensayos clínicos en humanos. Estos se llaman ¨estudios de bioequivalencia¨. Estos ensayos comparan las biodisponibilidades del producto similar con la del producto original.
Si ambos productos son bioequivalentes (se absorben igual) entonces son ¨intercambiables¨ y el producto similar que se probó es un verdadero medicamento genérico. De manera que, para simplificar, un medicamento genérico es un similar que ha demostrado la intercambiabilidad con estudios de bioequivalencia. En este caso el médico puede recetar por nombre genérico porque cualquiera de las marcas que el paciente elija en la farmacia le va a asegurar eficacia y seguridad comparables.
En Uruguay existe desde 2007 un decreto que exige que los medicamentos similares demuestren la intercambiabilidad con el original para poder ser comercializados como genéricos. Este decreto no fue cumplido por ninguno de los tres gobiernos del Frente Amplio, que fue quien lo promulgo, ni, hasta ahora, por el actual gobierno de la Coalición Republicana. Esta exigencia existe en gran parte del mundo, por supuesto en los países desarrollados pero también en algunos de nuestros vecinos de América del Sur.
Uruguay en la década del 80-90 fue el primer país de América Latina en desarrollar los estudios de bioequivalencia de medicamentos en el ámbito académico. De manera que cuando se puso en vigor el decreto de 2007 existía la experticia para realizarlos. Sin embargo nunca se pudieron llevar a cabo por falta de voluntad política.
Sería un enorme avance, por el bien de los pacientes que son los potenciales perjudicados por este incumplimiento, que el MSP exija estos estudios. De esta manera los médicos recuperarían la confianza para recetar por nombre genérico y se les podría exigir legítimamente que cumplan con el decreto de 2002. Por lo tanto ¨la falta de ética a la hora de recetar remedios¨, en todo caso, no es sólo de los médicos, sino de varios gobiernos que han cedido a presiones inconfesables para mantener todo como está.
Dr. Francisco E. Estevez Carrizo
Médico Internista y Farmacólogo Clínico.