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    Mentiras

    Director Periodístico de Búsqueda

    N° 2001 - 27 de Diciembre de 2018 al 02 de Enero de 2019

    , regenerado3

    Son al menos tres las mentiras que en estos días brillan como luces del árbol navideño. Tres asuntos que componen distintas escenas de una misma película y que pueden servir como un trailer para el año electoral que comienza. Tres frases engañosas que se repiten como si fueran representativas de estas fechas saturadas de dulces mensajes telefónicos y cruentas batallas callejeras, todo al mismo tiempo.

    Porque si hay algo que diciembre exacerba son las contradicciones y la hipocresía. Y no es que no sea sano el espíritu de concordia navideña y augurios de buenos tiempos. El único problema es que no es verdadero. Las redes sociales, los mensajes de WhatsApp, las reuniones multitudinarias, los cientos de eventos y las celebraciones navideñas y despedidas del año muestran un sosiego que parece esconder una furia contenida, a punto de explotar.

    Nos decimos las palabras más hermosas, nos escribimos las declaraciones más elogiosas, nos deseamos los más importantes logros para los próximos 12 meses, pero ni siquiera sabemos quiénes son en realidad los destinatarios de tanto amor. Ingresamos en una especie de acumulación de lugares comunes que en nada se parecen a lo que estamos celebrando, sin siquiera saber qué es lo que estamos celebrando.

    Y en ese sopor de un diciembre que termina un año y abre las puertas de otro que estará cargado de contenido político, también crecen las mentiras alimentadas por el calor y el cariño reinante. Son muchas, pero las tres que vienen a cuento son referidas a temas políticos o electorales y pueden tener una incidencia importante en los próximos meses.

    La primera es que los uruguayos somos muy tolerantes y rechazamos la violencia y los insultos. Esa idea quedó instalada luego de que circulara por las redes sociales un video de dos jóvenes insultando a la entrada de un supermercado al ministro de Economía, Danilo Astori, y a su familia. Es un episodio muy desagradable, de dos personas que buscan unos minutos de fama de la forma más cobarde. Lo único para destacar es la reacción de Astori, que en ningún momento contesta las agresiones.

    Una vez que este video fue subido a las redes, se viralizó. Así lo deseaban quienes lo filmaron. Por supuesto, enseguida salieron todos los animadores del circo contemporáneo, que se llama Twitter, a condenar con firmeza tan lamentables desbordes. “A los uruguayos no nos gusta esto”, aseguró uno de ellos. “Ese es el país que no queremos”, escribió otro. Y ahí está la mentira. Porque es exactamente el país que ellos quieren y que provocaron. Basta con revisar el historial de algunos de los ahora solidarios con Astori para constatar una permanente incitación al odio. Claman por respeto pero nunca lo tuvieron. Y nadie se salva, porque hay destiladores de veneno en todos lados: oficialistas y opositores. Disfrutan cada día con alimentar la guerra desde sus trincheras virtuales.

    La segunda mentira es que los uruguayos somos ciudadanos de mentes abiertas, que integramos un país de avanzada y que damos un valor primordial a la libertad. Por suerte hay muchos que sí lo hacen pero no es verdad que ese sea un bien con el que cuenta el país. Formamos parte de una sociedad conservadora y es así como elegimos vivir. Seguimos condenando a los diferentes, por más leyes sociales que se aprueben, y preferimos la patota al individuo, como se hace evidente en estos tiempos de celebraciones.

    Para los uruguayos, mucho más importante que la libertad es la certeza. Los liberales en política brillan por su escasez. Y también en economía. Suma votos el Estado y no la persona, los años y no los talentos, el promedio y no los despegados. Es mucho más significativa la experiencia que la osadía.

    Por eso también es una mentira, la tercera, que el próximo será el año en el que se consolidará la renovación del sistema político. No cabe ninguna duda de que habrá recambios en todos los partidos y que una nueva generación prepara su ingreso a los principales lugares. Pero eso no necesariamente significa el fin de los viejos liderazgos. Porque para que se terminen, primero hay que ganarles y desplazarlos y nadie lo ha hecho.

    El expresidente Julio María Sanguinetti será un protagonista principal de la contienda electoral. Cada vez parece más obvia su precandidatura presidencial, las encuestas muestran que es el favorito en la interna del Partido Colorado y que esa colectividad política puede subir considerablemente sus votos y ser decisiva para una eventual victoria del Partido Nacional en segunda vuelta. Si esto ocurre, Sanguinetti será sin lugar a dudas —y a sus 84 años— el principal socio de la coalición gobernante.

    En la vereda de enfrente ocurre lo mismo pero a la inversa. Los más veteranos, José Mujica, Tabaré Vázquez y Astori no estarán en la carrera presidencial. Al menos así parece. Ellos tres fueron los grandes conseguidores de votos que se transformaron en gobiernos del Frente Amplio. Esa tríada convenció a muchas personas ubicadas en el centro del espectro político a inclinar la balanza a favor del partido fundado por Liber Seregni. Que se mantengan demasiado lejos puede favorecer a su competidor generacional y dos veces presidente y acercarle votos batllistas que hagan la diferencia. Si se muestran, el partido cambia. Lo cierto es que lo que hagan tendrá consecuencias importantes.

    Así que miente el que habla de un recambio generalizado. Así no es la política en la penillanura levemente ondulada. Aquí la idiosincrasia de los años y de los votos es la que manda, hasta que la muerte los separe. 

    ?? El astronauta y el 2020