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    Muy mala señal

    Sr. Director:

    ¿En qué se parecen Ernesto Talvi, Guido Manini y Pablo Mieres? En que los tres le han hecho un serio daño al próximo gobierno. Gobierno que integrarán los tres. O sea, a su gobierno.

    Con diferencias adjetivas, cada uno de ellos torpedeó la base de credibilidad de ese gobierno. Los tres antepusieron otros intereses, en algunos casos político-partidarios, en otros político-ideológicos y aún político-personales, a la solidez (necesaria), de la coalición de gobierno, sin entrar a evaluar las acciones y reacciones de Mieres, Manini y Talvi, a raiz de la dificultad política que presenta la elección por Montevideo. Aun si estos dirigentes pudieran esgrimir argumentos (adultos) para intentar explicar sus posturas, es indiscutible que todos ellos priorizaron otras cosas a la buena salud de la coalición. Les pareció más importante salvaguardar otros valores que preservar la delicada estructura que necesariamente deberá sostener al próximo gobierno.

    Es así. No hay otro análisis. Les pareció más importante preservar cierta “pureza” ideológica, o cierto prestigio político-partidario, que cuidar el futuro del país.

    No se trata de un sesudo análisis teórico, es lo que la gente vio: “Ya se están peleando”, “todavía ni empezaron y ya se están peleando”, “son todos iguales”. No se engañen, así es el juicio popular.

    Ya era difìcil creer en una coalición política con tantos caciques y de características tan distintas. Ahora, cuando aparece fuego cruzado, un tironeo por candidaturas, es inevitable que la credibilidad quede malherida.

    Yo sé que no es cierto, que todos los políticos no son iguales y sé que ni Mieres, ni Manini, ni Ernesto Talvi, de quien me precio de ser amigo personal, son personajes pequeños, ajenos a los mejores intereses del país. Lo sé. Pero sé también que en este episodio se equivocaron feo y causaron un serio daño político. La confianza es una planta muy delicada, no soporta fácilmente los embates.

    Estos tres hombres públicos, que resolvieron dedicar sus vidas a servir, tienen que reconocer que se equivocaron y que su equivocación deja heridas abiertas. No pretendo que hagan un meaculpa público, lo que no va a ocurrir, pero hacia dentro de sí mismos y de su gente (y por ese camino, de la opinión pública) deben restaruar la convicción de que la coalición es esencial al futuro gobierno y, por tanto, al futuro del país. Por lo cual, la coalición es un valor superior a la enorme cantidad de valores políticos y personales que, a diario, chocan en política. Superior aun a temas como la elección por Montevideo. Y, obvio, superior a orgullos personales. Tienen que re-convencer a la gente de que han comprendido ( y así, comprometido), que el futuro gobierno no es “el de Lacalle”, sencillamente porque, si fracasa, marchan todos, sin posibilidad de explicaciones de “yo no fui”. Pelearse por un puesto de poder eventual, sacrificando una responsabilidad mayor y real, es una pésima señal.

    Tienen que internalizar que, una vez pactada la coalición, deben extenderle los mismos criterios de conveniencia y prudencia, en materia de comprensión y, sobre todo, de declaraciones públicas que aplican en relación a sus propios partidos políticos. Por la sencilla razón de que el daño que hacen declaraciones desubicadas con relación a mi partido es el mismo que las que refieren a mi coalición.

    Estas críticas que hago no pueden ser planteadas por otros dirigentes en actividad, ya que arriesgarían echar leña al fuego. Hacen bien en guardar prudente silencio. Pero también es cierto que si nadie sincera el error cometido y el daño ya hecho, arriesgamos su repetición.

    A veces los viejos tenemos utilidad: nadie podrá ofenderse porque un veterano, sin actividad ni aspiraciones políticas, ayude a sincerar la realidad para bien del país, sin desearle mal a nadie.

    Ignacio de Posadas