N° 1988 - 27 de Setiembre al 03 de Octubre de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa renuncia del ministro de Economía, Danilo Astori, a ser precandidato presidencial, realizada mediante un estilo tan honesto que hasta pareció atípico de un político —similar al utilizado en su momento por el ex vicepresidente colorado Enrique Tarigo—, marcó el arranque definitivo de la campaña para elegir a quienes nos gobernarán a partir del 2020. Ante esta situación, la pregunta natural que surge es: ¿qué debería pretender la sociedad en un postulante a presidente?
Basta con hacer una búsqueda en Google para recabar viejas opiniones al respecto, pero también para detectar algunos elementos nuevos que probablemente tengan una fuerte influencia en lo que suceda: las nuevas tecnologías y en especial las redes sociales.
Las primeras páginas que surgen en el principal buscador de Internet son de este estilo: “Cinco recomendaciones para elegir un candidato”, “Tips para elegir”, “Tres claves…”. Los contenidos son obviedades que invitan a optar por el que tenga mejor currículum o sea más honesto o tenga las mejores ideas o se haya desempeñado mejor en su actividad pública o privada.
En realidad, lo que se propone es que haya una tesis sobre cada uno de los postulantes para que el ciudadano pueda decidir. Uno de los portales consultados sostiene: “Como ciudadanos necesitamos tomar decisiones razonadas y de manera inteligente, sin dejarnos llevar únicamente por las impresionantes campañas de mercadotecnia”. Esta es la idea que debe prevalecer.
En el mundo de hoy, con el poco tiempo que tenemos y el exceso de información al que estamos expuestos y que termina provocando desinterés, es necesario volver a ciertas cuestiones que parecen haber quedado en el pasado. No está de más pensar en algunos elementos básicos, como quién es en verdad el candidato, la consistencia entre la imagen que pretende proyectar y lo que no se ve a simple vista, su experiencia y logros en otras funciones y otros elementos primordiales.
Algunos de los especialistas recomiendan no votar en función de “la afiliación y apasionamiento partidista”. Pero no está mal confiar en los grupos políticos con los que nos sentimos representados. Aunque para eso también es necesario tener en cuenta una combinación de intuición y sentido común, y no quedarnos solo en la superficie.
En estas páginas ya nos hemos referido en alguna oportunidad a la manipulación de la opinión pública a través de lo que llamamos símbolos. Los símbolos están en todos lados y en la mayoría de las oportunidades dificultan un pensamiento claro. Un ejemplo es lo que ocurre actualmente en Argentina. La sola mención por parte del presidente Mauricio Macri del FMI tiró abajo su popularidad y lo sumergió en el mote de “neoliberal”, por más que solo pretendía actualizar la negociación con ese organismo internacional. El “neo” se agrega porque el “liberal” a secas suena demasiado bien.
La izquierda ha sido maestra en el manejo de los símbolos y últimamente ha intentado acomodar la información para que tengan más fuerza. Un claro ejemplo es decir que la dictadura empezó antes de 1973 para justificar la inútil rebelión tupamara.
Por eso, quienes quieran combatir u oponerse a estos símbolos, no deben caer en la tontería de pensar que van a dejar de jugar un papel preponderante en la sociedad uruguaya. Probablemente tengan que combatirlos con otros símbolos, o antisímbolos.
En la búsqueda realizada en Google sobre los candidatos también surge algo muy importante en una de las páginas más serias: el manejo de las redes sociales. “No crea todo lo que se dice en las redes sociales” y “Ayude a frenar las cadenas de agresiones y mentiras”, son algunas de las recomendaciones.
Las redes sociales son un campo fértil para esa manipulación de símbolos, porque en general no permiten razonar, pero sí lanzar bombas que no son más que mentiras que promueven el odio.
Siguiendo la campaña del colega El País celebrando sus 100 años, una recomendación que se puede agregar es: infórmese en aquellos medios que han demostrado estar preocupados por la calidad de la noticia y no en aquellas vías de comunicación que se nutren de las fake news (noticias falsas). No dejemos nuestras decisiones en manos de la inercia.