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Tiene la extensión de una película de Theo Angelopoulos y no lo justifica (tampoco algunas películas del griego lo justifican). Perfectamente podría haberse ajustado a las dos horas: en honor al ritmo, en honor a la síntesis y en honor al tiempo del espectador. Pero bueno, esta nueva peripecia del hombre murciélago a cargo del británico-estadounidense Christopher Nolan cierra la trilogía que comenzó con “Batman inicia” (2005) y siguió con “Batman, el caballero de la noche” (2008), que también eran largas, aunque no tanto.
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La consecuencia de este exceso de metraje es la dispersión del material, la partición de una historia que se abre en subhistorias: la del propio Batman, la del malo de turno, la del comisario de policía, la de tal o cual personaje. Y ya se sabe que la división de una avenida en arterias quita fuerza al tránsito pesado, lo diluye.
También es cierto que hay momentos logrados (un par de persecuciones vertiginosas, la explosión en el estadio que se propaga como una epidemia, las escenas en las alcantarillas) gracias, en gran parte, a una vistosa fotografía y a una efectiva ambientación. Nadie lo duda: el realizador de “Memento” y “El origen” es un tipo realmente competente. Por lo tanto, todo lo que es armado, andamios, luces y colores, está muy bien.
Pero vuelve a ocurrir lo mismo que en la anterior entrega del superhéroe, y es la desproporción energética de los personajes. Mientras en “Batman, el caballero de la noche” era el Guasón encarnado por Heath Ledger quien sostenía sobre sus hombros el peso de la empresa, en este caso el que destaca muy por encima del resto de los actores es el londinense de 34 años Tom Hardy, un temible enmascarado que emerge de las cloacas con su ejército para sembrar el terror en Ciudad Gótica, hasta ese momento un ejemplo de seguridad ciudadana.
Una queja recurrente de los actores que interpretaron al superhéroe nocturno (Michael Keaton, George Clooney, Val Kilmer, el propio Christian Bale) fue el insufrible calor que generaba el traje, además de las pocas —por no decir nulas— posibilidades dramáticas para demostrar expresividad con una máscara en el rostro. Ya se sabe que el bueno es más soso que el malo, que tiene menos chances de condimentar con sal y pimienta o ají picante las escenas. Y peor aún con la cara cubierta.
Pues bien: ahora tenemos a un villano enmascarado con una especie de bozal de cuero y, sin embargo, lejos de quitarle posibilidades expresivas a su personaje, se las potencia a tal punto que lo transforma en el gran solista de la orquesta, dejando por el camino a tipos de mirada y presencia muy pesada como Gary Oldman, Morgan Freeman y Michael Caine, a chicas que encandilan la pantalla como Marion Cotillard y Anne Hathaway, a estrellas como Matthew Modine y Joseph Gordon-Levitt y al propio Bale, que es el protagonista.
El señor Hardy tiene el físico de un rugbista. Si bien no destaca por su altura, es lo suficientemente cuadrado para hacer sentir el rigor necesario en una pelea. Pero lo que le da una combinación original y mortífera es el bozal de cuero negro, que representa a la bestia incontrolable y voraz con el insulso y cotidiano gamulán forrado de corderito que podría llevar cualquier ciudadano anónimo que camina perdido y muerto de frío con el mentón contra el pecho en una tarde de invierno. Este genio del mal no tiene veleidades de maquillaje ni plantea acertijos: únicamente existe para provocar miedo y destrucción.
Y se apoya en una voz que emerge detrás de la máscara, que viene del más allá, como la de Darth Vader, una voz que sabe jugar con la inquietud del eco y la resonancia como lo hacía la computadora Hal en “2001, odisea del espacio” y que está singularmente amplificada y definida por un acertado trabajo sonoro. La voz como el correlato del alma.
En la historia verdadera de Edward Thomas Hardy también abundan los elementos de un peleador callejero: durante su adolescencia fue un pendenciero adicto al alcohol y a las drogas, y esa experiencia no le debe haber costado llevarla al contorno del malvado Bane porque, cada vez que el tipo aparece en la pantalla, el espectador siente miedo, aunque, claro, después de que un imbécil homicida en Denver arremetiera hace pocos días contra el público, también existe un temor real a morir en el cine.
“Batman: el caballero de la noche asciende” (“The Dark Knight Rises”). EE.UU.-Reino Unido, 2012. Dirección: Christopher Nolan. Guión: Christopher y Jonathan Nolan, sobre personajes creados por Bob Kane. Duración: 164 minutos.