N° 1861 - 07 al 13 de Abril de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl rector de la Universidad ORT Uruguay, Jorge Grünberg, no es un actor político. Es un ciudadano claramente comprometido con la cuestión educativa y con su proyección en el futuro del país. Sus opiniones son propias de quien ha estado y está involucrado desde hace décadas en la dirección de una institución que cumple un importante rol en la formación académica de miles de jóvenes que encuentran en su oferta educativa y en sus planes de estudio un ámbito donde ampliar sus conocimientos y capacitarse para volcar sus ideas y su energía en el mercado laboral.
La voz del rector de la ORT se caracteriza por su independencia, una voz que nadie puede asociar a operación o jugada política alguna. Sus puntos de vista tienen, además, el valor del amplio conocimiento de los problemas de la educación uruguaya y de las experiencias en la región y en el mundo.
Por ello, frente a las vacilaciones y el inmovilismo que exhibe el sistema político —y particularmente el oficialismo, consecuencia de las encontradas opiniones que se manifiestan en sus filas, y de la pulseada que le plantea el sindicalismo, vale la pena prestar atención a recientes declaraciones de Grünberg en “El País” (27/3/2016).
El entrevistado considera que en materia de educación, Uruguay enfrenta una “tormenta perfecta” por cuanto tiene “graves problemas” que se han consolidado en el tiempo en medio de una constante pugna por ejercer el poder.
El más grave es el hecho bien conocido de que “alrededor de dos tercios” de los adolescentes no completan la educación media. Un verdadero drama nacional por cuanto en el mundo actual no terminar la educación secundaria supone “una sentencia” que impide “acceder nunca a los beneficios de una sociedad moderna”, lo cual constituye “una forma de analfabetismo”.
Para peor, destaca, “en su enorme mayoría” quienes terminan el bachillerato pertenecen a los quintiles más ricos de la población”, que son quienes “ya tienen ventajas en el inicio” de sus vidas. Lo cual considera un verdadero contrasentido, ya que “un sistema educativo tiene que estar orientado a compensar diferencias, no a ampliarlas”. Y lamenta que esta situación “no está mejorando”.
Como si la proyección hacia el futuro de todo esto no fuese suficientemente dramática, Grünberg recuerda que en las pruebas internacionales PISA, los resultados obtenidos por “los mejores alumnos uruguayos son peores que los de los peores alumnos de Corea del Sur”.
No solo pocos alumnos completan la educación media, no solo quienes terminan pertenecen a los quintiles superiores de la población, sino que “aun proviniendo de familias educadas aún saben poco”. Por todo ello, cree que la educación uruguaya soporta una “tormenta perfecta”.
Su valoración, basada en hechos ampliamente divulgados en el país, contrasta claramente con el juicio que manifestara meses atrás en el Parlamento la ministra de Educación y Cultura, María J. Muñoz, quien negó que la educación esté en crisis. Afirmación complaciente que pocos se animarían a suscribir.
Para el rector de la ORT, “no hay un problema técnico” para “cambiar un sistema (…) que tiene casi un millón de estudiantes” y cuya reforma “requiere voluntad política”.
Recuerda que la reforma educativa que impulsó Germán Rama en 1996, que tanta oposición recibió del Frente Amplio y de los sindicatos docentes, cambió el modelo educativo, “cambió el objetivo” pero no el “método”.
Según Grünberg, para superar esta situación que viene de muchos años atrás “tiene que haber una voluntad política importante” que hoy por hoy no se aprecia. Por el contrario, añade, la realidad indica que “la capacidad de hacer está muy desperdigada” y la de obstruir “muy concentrada”. Como consecuencia de ello quienes obstruyen el cambio logran imponerse.
“Hay grupos chicos pero poderosos” que de hecho tienen un ”poder de veto”. En consecuencia, “no hay nadie que tenga el poder real de cambiar las cosas” en la educación.
Es, por tanto, el triunfo del statu quo del que se benefician los intereses corporativos y que perjudica abiertamente a generaciones de educandos, a sus familias y al país todo.
Grünberg reconoce los méritos del Plan Ceibal, iniciado durante la primera Presidencia de Tabaré Vázquez. Sin embargo, indica que “si Uruguay quiere ser una sociedad abierta, emprendedora, creativa, competitiva tiene que tener una cantidad de arreglos sociales y políticos” porque “si todo el resto de los factores queda congelado como sucede hoy, lo único que hacemos es que la gente creativa se vaya del país”.
“Si a la gente educada la ponemos frente a un mercado en donde los cargos se reparten por sorteo o por cuota política, o donde cuanto más trabajás, más impuestos tenés, o donde empresario o emprendedor son vistos negativamente”, se corre el riesgo de que los jóvenes a quienes les hemos dado “educación ceibalizada” se vayan a trabajar a otros países.
La realidad del mundo actual, añade, desafía “nuestra manera de pensar, trabajar, regular el trabajo”. Frente a ello, la reacción de las autoridades es “congelar y proteger” cuando “las sociedades modernas, las que tienen éxito, no son las sociedades más fuertes sino las que se adaptan rápidamente al cambio”.
El problema de liderazgo que enfrenta la sociedad uruguaya no es, a juicio del rector de la ORT, “una expresión política”, ya que “en todos los ámbitos se encuentran problemas para aunar las voluntades necesarias para hacer los cambios y los costos que implican”. Por eso, asegura, hasta las “pequeñas decisiones llevan un tiempo enorme”.
Grünberg apunta también a “una falta de valorización del conocimiento” que determina, por ejemplo, que cuando “se va a discutir la ley de la marihuana (…) no se atiende lo que dice la Sociedad de Psiquiatría”. Regularmente, añade, “en los debates públicos se nota que el conocimiento académico no es suficientemente valorizado”, lo que supone un hándicap que da el país.
A su juicio, el liderazgo “tiene que actuar para el bien común y aunar voluntades para pasar por arriba de corporaciones que hoy defienden sus intereses y bloquean esos cambios”.
Su planteo, precisa, “no tiene que ver con ningún partido político” sino que refiere a “una falta de liderazgo” que hay en el país, porque en el gobierno o en la oposición los “líderes” se sienten “atados, son fieles a su partido, a su sector, a su historial, a su programa” en vez de estarlo al bien común. Liderar, remarca Grünberg, es, siempre, elegir.
Toda actividad requiere un liderazgo decidido, dispuesto a afrontar los problemas y encaminar sus soluciones. Requiere convicción y voluntad política. Firmeza en las decisiones. Nada de eso caracteriza a la sociedad uruguaya hoy. Las decisiones se postergan para tratar de ganar tiempo, pero los problemas siguen ahí y se van acumulando.
Hace unos años, Rama atribuyó esta compleja problemática al hecho de que los uruguayos tienen su paradigma en el pasado. Una sociedad nostálgica que cree que puede seguir viviendo en los tiempos de Maracaná.