En la 86ª entrega del Oscar, la mayor ganadora con siete premios fue “Gravedad”, aunque la mejor película resultó “12 años de esclavitud”; el peor fracaso recayó sobre “Escándalo americano”, que tenía diez nominaciones y no se llevó nada, lo mismo que “El lobo de Wall Street”
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáTendría que pasar algo muy especial para que los pronósticos acerca del Oscar no se cumplieran. Es que desde el Globo de Oro en adelante, todos los premios recaen sobre las mismas películas y sobre los mismos actores, y nunca fallan. La única diferencia es que en aquel caso se distingue entre drama y comedia, por lo que habrá luego que descartar a algunos (generalmente del rubro comedia) para acertar con los elegidos para quedarse con la codiciada estatuilla dorada. Y es que no hay premio más apetecido ni más gratificante, aunque todo el mundo sepa que no se elige la calidad sino una curiosa mezcla de popularidad y éxito de taquilla, aderezada con una pizca de oportunismo y varias dosis de simpatías personales, porque entre los más de seis mil miembros de la Academia parece que Leonardo DiCaprio no tiene chances de ganar y Martin Scorsese es otro que suele integrar las nominaciones para luego ver cómo el Oscar va a parar a otras manos.
En términos generales, la ceremonia siempre es la misma, aunque los animadores cambien y los chistes se adecuen a cuestiones del momento. Se sabe que va a durar tres horas y media y que habrá soporíferos números musicales entre innumerables tandas publicitarias, porque los dos mil millones de telespectadores de todo el mundo son sin duda un mercado muy considerable. Claro que a veces el carisma del maestro de ceremonias alivia el tedio de los discursos de agradecimiento y las doce tandas (por suerte cortas) que sirven de intermedio entre un premio y otro. Ellen DeGeneres es simpática y tiene mucha cancha, tanta como para repartir pizza entre las primeras filas ocupadas por estrellas de merecido renombre, al punto que Meryl Streep, Julia Roberts, Brad Pitt y Harrison Ford, entre otros, no tuvieron empacho en servirse sus porciones, aceptar un plato de plástico y una servilleta y soportar luego que la anfitriona pasase el sombrero de Pharrell Williams para recolectar el dinero que se le debía al delivery boy, que no era un actor sino un empleado auténtico.
Esas cosas divierten y desacralizan un ceremonial donde siempre habrá más perdedores que ganadores (en una razón de cuatro a uno) y se prestan a que para amenizar la noche DeGeneres proponga una foto selfie con su celular y una docena de celebridades no duden en posar apretujadamente para que luego la red de Twitter quede saturada a causa de la famosa e informal instantánea. Es que los premios para “Gravedad” empezaban ya a resultar abrumadores (ganó siete de sus diez nominaciones) y los verdaderos Capitán Phillips y Philomena, que se encontraban entre el público, vieran perder una a una sus posibilidades. De vez en cuando, un dinámico número musical despertaba a la concurrencia, como la rendición de Pharrell Williams de la canción “Happy”, candidata por el filme de animación “Mi villano favorito 2”.
En otros momentos, el horror se hizo presente en la figura de la reaparecida Kim Novak (81 años), que acompañada de los compases de Bernard Herrmann para “Vértigo” mostró su rostro estirado y desfigurado por la cirugía y el botox al entregar premios (acompañada por el gallardo Matthew McConaughey) a los filmes de animación. Algo semejante ocurrió con una casi irreconocible Goldie Hawn (68), aquella deliciosa rubita convertida ahora en una caricatura teñida y cirujeada. Entre el público, el venerable anciano Sidney Poitier (87) asumía dignamente su edad y recibió una enorme ovación cuando subió a entregar el premio a la mejor dirección. ¿No es eso mejor? La tradición indica que los ganadores del año pasado proclamen al ganador de este año, intercambiando los sexos: Anne Hathaway anunció a Jared Leto y Christoph Waltz a la méxico-kenyata Lupita Nyong’o. Ambos actores de reparto pronunciaron sentidas palabras de agradecimiento que sonaron muy auténticas.
Desde que Hattie McDaniel ganara en 1939 por su recordado papel de Mammy en “Lo que el viento se llevó”, hubo que esperar más de veinte años para que otro actor de raza negra ganara un Oscar. El honor le cupo a Sidney Poitier en 1963 (“Una voz en las sombras”), que durante mucho tiempo fue la única estrella de color en los elencos de Hollywood, protagonista de una de las pocas películas ganadoras del Oscar que trataron el tema del racismo (“Al calor de la noche”, 1967). Pero desde los años 80 la cosa cambió, cuando Louis Gossett Jr. ganó por “Reto al destino” (1981) y Denzel Washington por “Tiempos de gloria” (1989). En los 90 le tocó a Whoopi Goldberg (“Ghost”, 1990) y a Cuba Gooding Jr. (“Jerry Maguire”, 1996), siempre en papeles de reparto. Pero en 2001 la cosa se revirtió de manos del propio Denzel Washington, protagonista de “Día de entrenamiento”, en doblete con Halle Berry (“Cambio de vida”). Ese mismo año, simbólico si los hay, se le entregó a Sidney Poitier un Oscar honorario.
Y a partir de allí, se sucedieron en 2004 Jamie Foxx (“Ray”) y Morgan Freeman (“Million Dollar Baby”), en 2006 Forest Whitaker (“El último rey de Escocia”) y Jennifer Hudson (“Dreamgirls”), en 2009 Mo’nique (“Preciosa”), en 2011 Octavia Spencer (“Historias cruzadas”) y ahora Lupita Nyong’o, al mismo tiempo que gana “12 años de esclavitud”, todo un manifiesto de los tiempos de Barack Obama. Es una revancha, si se considera que el año pasado “Lincoln”, un tema antiesclavista, fue derrotada por “Argo”, que ensalzaba una operación exitosa de la CIA en Medio Oriente. Las pocas películas antirracistas que han ganado antes, con libreto incluido (“Al calor de la noche” en 1967, “Conduciendo a Miss Daisy” en 1989, “Vidas cruzadas” en 2005) tuvieron todas algo en común: como “12 años de esclavitud”, su director no ganó.
Jim Carrey apareció imitando a Bruce Dern, pero solo para presentar clips de héroes en el cine de animación. Luego Sally Field se encargó de los héroes reales que han sido objeto de biografías (¿por qué aparecía “Ben-Hur” entre ellos?) y finalmente Chris Evans evocó los héroes de fantasía (él mismo es el “Capitán América”). Otro homenaje presentado por Whoopi Goldberg consistió en celebrar los 75 años de “El mago de Oz”, mostrando las zapatillas de rubí debajo de sus polleras (y las medias de la Bruja Mala del Este) mientras Pink cantaba “Over the Rainbow”. Los hijos de Judy Garland, Lorna y Joey Luft, y una irreconocible Liza Minnelli (¿qué se hizo en la cara?) saludan desde sus asientos.
Luego es Glenn Close la encargada de recordar a los que se fueron, momento siempre emotivo mientras desfilan por la pantalla James Gandolfini, Karen Black, Tom Laughlin, Jim Kelly, Eileen Brennan, Paul Walker, Deanna Durbin, Annette Funicello, Peter O’Toole, Richard Griffiths, Sid Caesar, Shirley Temple, Joan Fontaine, Juanita Moore, Harold Ramis, Eleanor Parker, Julie Harris, Maximilian Schell, Esther Williams y Philip Seymour Hoffman (actores), Ruth Prawer Jhabvala, Fay Kanin, Elmore Leonard, Richard Matheson (escritores y guionistas), Hal Needham, Eduardo Coutinho (directores), Saul Zaentz, A.C. Lyles (productores), Ray Harryhausen (efectos especiales), Gilbert Taylor (fotógrafo), Riz Ortolani (músico) y Roger Ebert (crítico). Bette Midler canta “Wind Beneath My Wings” para cerrar el acto.
Con seis premios ya obtenidos por “Gravedad” y solo dos para “12 años de esclavitud”, el hecho de que el anciano, querido y venerable Sidney Poitier subiera al escenario acompañado de Angelina Jolie para entregar el Oscar al mejor director, daba toda la impresión de que le iba a tocar abrir el sobre para pronunciar el nombre de Steve McQueen, representante de su raza. Como cuando ganó Scorsese en 2006 y quienes se reunieron para proclamar su nombre fueron nada menos que sus amigos Spielberg, Coppola y Lucas. ¿A quién otro se lo iban a dar? Sin embargo, gran chasco, el ganador fue el mexicano Alfonso Cuarón, cuya labor en “Gravedad” es excelente, no hay dudas. Pero, ¿es mejor que Scorsese en “El lobo de Wall Street”? ¿O que David O. Russell en “Escándalo americano? ¿O que Alexander Payne en “Nebraska”? Bueno, la tendencia venía por ese lado.
No hubo misterio en cambio cuando Daniel Day Lewis pronunció el nombre de Cate Blanchett por “Blue Jasmine”, porque esa australiana ha venido arrasando con todos los premios hasta ahora. Es su segundo Oscar (tuvo otro como actriz de reparto personificando a Katharine Hepburn en “El aviador”, en 2004) y la sexta vez que una película de Woody Allen le vale el premio a una figura femenina (las otras: Diane Keaton en 1977 por “Dos extraños amantes”, Dianne Wiest en 1986 por “Hanna y sus hermanas” y en 1994 por “Disparos sobre Broadway”, Mira Sorvino en 1995 por “Poderosa Afrodita” y Penélope Cruz en 2008 por “Vicky Cristina Barcelona”). Blanchett integra ahora el cuadro de honor de las dos veces laureadas.
Y le llegó luego el turno a Jennifer Lawrence (candidata y perdedora, a su vez) de llamar a Matthew McConaughey por su tremendo papel en “Dallas Buyers Club”, donde lucía demacrado y delgadísimo para componer a un enfermo de Sida que luchaba por sobrevivir. La Academia siempre ha sido sensible a estas transformaciones físicas o a papeles de minusválidos, con una lista llena de nombres ganadores. Pero Matthew abrazó a Leonardo DiCaprio antes de subir al estrado, sabiendo que él era el favorito y muy seguro de sí mismo. Al final, el Oscar compensatorio a “12 años de esclavitud”, entregado inequívocamente por Will Smith, puso la nota políticamente correcta y cerró otra noche de celebraciones para unos y lamentos para otros. Es lo que siempre ocurre y seguirá ocurriendo todos los años, monótona y previsiblemente.