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Las escenas de clientes agolpados en los shoppings buscando sacarle provecho a las campañas de descuentos, las compras en masa de televisores plasma o electrodomésticos y, en menor medida, de automóviles nuevos, no volverán a repetirse en este 2013. Con una visión sobre la economía uruguaya menos optimista, sobre todo en un horizonte de largo plazo, los consumidores se están comportando con más cautela y esa actitud es la que predominará en este año.
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Ese panorama es el que augura el índice de Confianza del Consumidor (ICC) y otros indicadores de confianza que monitorean la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica y Equipos Consultores. La última medición, publicada el jueves 14, situó el ICC para el promedio de 2012 un 3,2% por debajo del nivel del año previo. A su vez, en enero pasado disminuyó otro 3,1% frente a diciembre.
Una combinación de factores parecen estar impactando en el ánimo de los uruguayos y sus expectativas para sí mismos y sobre la economía del país: el deterioro de la competitividad comercial —producto de un tipo de cambio relativamente bajo y una inflación que se resiste a bajar—, un contexto económico mundial complejo, a lo que se suman “ruidos” surgidos desde la política. En ese marco “el consumidor, sin tener una lectura muy elaborada, percibe que los márgenes se están recortando” y ello se traduce en una mayor prudencia en sus gastos personales, manifestó a Búsqueda la directora de la licenciatura de Economía de la Universidad Católica, Silvia Vázquez.
El consumo fue en años recientes uno de los motores más potentes que movieron la economía uruguaya. Pero a la luz de los indicadores de confianza cabe esperar que su aporte al crecimiento sea menor en este 2013; “volvimos a una época normal” en materia de gastos, lejos de los boom recientes, apuntó esa economista.
Optimismo moderado.
Siguiendo la metodología que emplea la Univesidad de Michigan, el ICC empezó a elaborarse en agosto de 2007 a partir de seis preguntas con respuestas precodificadas que se agrupan en tres subíndices (de situación económica personal, del país y de predisposición para la compra de bienes durables). El índice global surge de su promedio simple.
El ICC solo cayó a niveles de “moderado pesimismo” (entre 40 y 50) por el impacto de la crisis mundial que se originó en 2007-2008 en Estados Unidos tras el impago de créditos hipotecarios. En los años siguientes se movió en rangos de “moderado optimismo” (entre 50 y 60) y de “atendible optimismo” (60 a 70). Desde mediados de 2011 volvió a ubicarse en la zona de “moderado optisimo” (ver gráfico).
En la baja en el índice en 2012 incidió fuertemente el “achique importante” de la predisposición a la compra de bienes durables, pero desde un nivel previo que puede describirse como de una “burbuja de mucho optimismo” asociada entre otros factores a la mejora de los salarios y a un tipo de cambio deprimido, analizó Vázquez.
Los electrodomésticos y también los automóviles e inmuebles, son bienes prescindibles que el consumidor elige el mejor momento para adquirirlos, a diferencia de los alimentos u otros artículos básicos. Debido a la dolarización de los mercados de dichos bienes durables, “en el caso de Uruguay la predisposición a la compra está muy relacionada con la cotización en la pizarra”, observó.
El último día de 2012 el Banco República compraba dólares a $ 19,15 y los vendía a $ 19,65, mientras que un año antes lo hacía a $ 19,65 y $ 20,15, respectivamente. Vázquez remarcó que la predisposición a comprar bienes durables cayó mucho más que eso (–11%).
Es que si bien en el promedio de 2012 las expectativas sobre la situación económica del país mejoraron cuando los consumidores miraban un año hacia adelante (9,1%), a más largo plazo —tres años— la visión se deterioró (–6,2%). “Se está teniendo una mayor preocupación por el largo plazo”, lo que lleva a los consumidores a tener “una actitud mucho más prudente y conservadora que hace un año”.
Algo similar ocurrió con la expectativa acerca de su situación personal, en el sentido de que si bien es positiva los consumidores dejan entrever una mayor preocupación por el futuro más lejano que en lo inmediato.
La economista de la Universidad Católica infirió a partir de esos datos que “empiezan a aflorar aspectos más estructurales, como la preocupación por la pérdida de competitividad de la economía” y la percepción de que si bien los precios de los commodities en el mundo “siguen altos”, Brasil “se desacelera”, hay dudas sobre la “sostenibilidad de la situación de Argentina” y resurge el proteccionismo comercial. Se asume que “todo eso le va a empezar a pasar factura al consumidor” en algún momento, añadió.
En ese marco también se deterioró la expectativa de desempleo (cayó 11%) en el promedio de 2012.
También se fortaleció la percepción de que la inflación —que en períodos de doce meses ha oscilado en torno a 8,5% según la medición oficial— es un corrosivo para el dinero en sus billeteras que está incidiendo en la confianza en igual sentido. El indicador de expectativas inflacionarias tendió a subir desde abril de 2012 y tuvo un salto de 14,1% en enero pasado respecto a diciembre, lo que lo dejó casi 26% por sobre el nivel de un año atrás.
Frente a eso “hay muy poco márgen para hacer desde la política monetaria y la única variable termina siendo el tipo de cambio, lo que afecta la competitividad”, que “ya está en niveles de la década de los noventa”, analizó Vázquez. Además, dijo, la posibilidad de actuar se acota para el gobierno cuando tiene un desequilibrio fiscal anual equivalente a 2,8% del Producto Bruto Interno. “La situación se está complicando. ¿Dónde está el margen para solucionar esto? Ahí aparece el problema estructural”, afirmó.
A ese panorama podrían estarse añadiendo factores surgidos del ámbito político que permean en los consumidores.
Por un lado, terminada la “luna de miel” que habitualmente sigue a la instalación de un nuevo gobierno (y de hecho en 2010, cuando empezó la administración del presidente José Mujica se alcanzaron los mayores niveles de optimismo), ahora se está en una fase “normal” del ciclo político. Si bien no surge de las encuestas que se realizan para elaborar el ICC, para la economista de la Universidad Católica es notorio que hay “ruidos” provenientes de la política —como eventuales cambios tributarios— que “capta el consumidor y afectan su confianza”.
En suma, advirtió que por la percepción de un “agotamiento de las políticas de corto plazo” y sin mayores expectativas de que problemas más estructurales tengan solución, cabe esperar que la confianza de los consumidores se mantenga este año en rangos “moderados” y sin clima de “boom” en su comportamiento de gasto.