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    Pesadilla palpitante que Argentina quiere llevar al Oscar

    “Los tacos. Los ta-qui-tos”. Con esas palabras, la cineasta argentina Natalia Meta sintió la intriga. Las leyó en el comienzo de una novela, El mal menor, del escritor rosarino de culto C. E. Feiling. El libro llegó a sus manos gracias al narrador y editor Luis Chitarroni, con quien Meta codirige la editorial La Bestia Equilátera.

    La recomendación no sucedió en términos literarios. Meta se encontraba editando su primera película, el policial Muerte en Buenos Aires (2014), y el montaje tenía lugar cerca de la oficina de Chitarroni. En uno de tantos intercambios entre colegas, el editor le mencionó a la directora el comienzo concebido por Feiling, quien murió en 1997 con 36 años.

    “Nunca había leído la obra de Feiling porque era alguien muy icónico, una figura del escritor con peso”, confesó Meta en el comienzo de su diálogo con Búsqueda. “Me pareció una novela maravillosa pero muy gore, truculenta. No me imaginaba haciendo una película de terror”.

    La corazonada resultó equivocada. El inicio fue el sonido de los ‘ta-qui-tos”, que introducen a El mal menor, y el final fue El prófugo, la nueva película escrita y dirigida por Meta, que se estrena hoy, jueves 2, en cines uruguayos.

    La adaptación llega cargando un estandarte peculiar. En octubre fue elegida por la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Argentina como la candidata para competir por el premio Oscar a Mejor película internacional. La última película argentina en obtener una nominación dentro de esa categoría fue Relatos salvajes, en 2014, cinco años después de la victoria de El secreto de sus ojos.

    Si de antemano una “película de terror argentina” suena como una opción disparatada de cara a los Oscar, considerando sus probabilidades, entonces es necesario una aclaración: El prófugo tiene con qué pararse firme, y tal vez hasta con qué correr, en la reñida carrera por los premios dorados.

    Hay una línea sobrenatural que recorre toda la película. El prófugo narra un tormento psicológico de cualidades oníricas y consecuencias cotidianas como un drama de climas disonantes. Es oscuramente romántica y, por momentos, incómodamente mundana. La película de Meta apela a una sensación de exorcismo que desemboca en una pregunta clara y aliviante: ¿qué vimos realmente? Tiene, a su vez, una cualidad notoria y, por qué no, envidiable: la del regusto, que no lo abandona fácilmente a uno cuando la proyección ha finalizado.

    Durante la promoción de su película, Meta se ha mostrado muy cuidadosa en no adentrarse en demasiados detalles de la trama, cuyas sorpresas cuida con recelo. Sí se pueden revelar, de todas formas, algunos desencadenantes.

    Tiene como protagonista a Inés —interpretada por Érica Rivas—, una cantante que trabaja como actriz de doblaje. Durante unas vacaciones con su pareja (Daniel Hendler), Inés vive un episodio traumático. No consigue recuperarse, no consigue ser la misma y, sobre todo, no consigue detener algunos sueños que la atormentan.

    Más que sustos, es una experiencia de inquietudes; un desacomodo constante en terrenos que parecen familiares hasta que no lo son. Prueba de ello es el comienzo, cuando vemos a Inés proporcionando el doblaje, en un español neutro ridículamente perfecto, a una película asiática de terror en donde una mujer es sometida bajo una práctica de sadomasoquismo. Una lúgubre banda sonora antecede a la primera imagen de esta película: otra película.

    Con la luz azul de la proyección sobre sus ojos, Inés habla. “Quiero que me suelten. No voy a seguir”. Lo dice con una voz que es suya pero que, a su vez, tampoco le pertenece.

    Desde ese momento, Meta hará lo contrario a lo que su protagonista le pide. Se aferrará a ella y seguiremos a Inés hasta el final de su descenso, incluso en los créditos. Así se presenta también el primero de los falsos niveles de realidad en los que El prófugo comienza a habitar una vez que su protagonista descubre que en su voz, que comienza a flaquear en varios compromisos profesionales, se encuentra algo fuera de este mundo.

    Meta atravesó varias preocupaciones durante el proceso de creación. Leyendo a Feiling, la directora pudo detectar que la necesidad de una adaptación era inminente. Pensaba quién de sus conocidos podría encargarse de ello y durante la entrevista explicó que, como licenciada en Filosofía y como una persona con un pie en el mundo editorial, lo último que pensó fue en convertirse en directora de cine. Recordó que su primera película, Muerte en Buenos Aires, la convirtió en una “turista accidental” de ese mundo. Con El prófugo, el accidente se repitió.

    Una vez que aceptó que dirigiría una vez más, la primera preocupación de la directora fue trasladar “la visualidad de la novela” al cine. Durante el proceso de escritura comenzaron a colarse vivencias personales que trasladaría luego al guion. Su experiencia con el doblaje de Muerte en Buenos Aires la sumergió en ese mundo por un buen rato y se convirtió en la columna de su historia. “Fue un proceso larguísimo”, recuerda sobre el doblaje de su ópera prima, mientras aclara que la llevó a descubrir “un montón de trucos” sobre la voz y, en particular, elementos en las deformaciones del sonido que le propulsaron una idea: cómo actúa el sonido en la fantasía.

    “La fantasía opera mucho a través del sonido y la palabra. Me fascina cómo entra en el mundo corpóreo y no cambia en su naturaleza cuando pasa de la pantalla a los oídos. Me parecía que era un gran vehículo para narrar lo que buscaba”, compartió.

    La segunda vivencia personal que se coló en su historia fue introducir la presencia de un coro de mujeres, que termina siendo estelar en algunas de las escenas más memorables gracias a un protagonista poco tradicional del filme: el órgano de la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner de Buenos Aires. Es en los entretelones del diseño del instrumento que Meta introduce el elemento de la seducción: el encanto que Inés experimentará con el afinador del órgano, interpretado por Nahuel Pérez Biscayart, quien próximamente protagonizará la película uruguaya El empleado y el patrón, de Manolo Nieto Zas.

    La directora reconoció que el deseo femenino es una temática presente en la obra original de Feiling, pero remarca que por su contexto histórico —la novela fue publicada en 1996— ese anhelo “parece estar asociado al mal”. En la película, ese sentimiento es revertido y la sexualidad de Inés comienza a cobrar importancia a medida que su mundo cercano se desmorona por una presencia inexplicable.

    El prófugo también se plantea cómo hacer posible el amor, cómo no tener que resignarse”, señaló. “Me pregunté cómo no resignar el género de terror cuando ideológicamente tiene todas estas cosas con las que deberíamos cuestionarnos. La película dice que hay que encontrarle la vuelta y no resignar nada: ni el deseo, ni el amor, ni el cine de género, que es algo que nos da enorme placer”.

    Ante su equipo de colaboradores, Meta propuso la construcción de climas paradojales. Quiso que en su película se superpusieran situaciones de humor con momentos de suspenso puro, rompiendo con algunas reglas del cine de género que en su lugar propone recorrer esos terrenos de forma sucesiva. “No es juego caprichoso con los géneros”, confesó la directora al detallar los pormenores de sus intenciones. “¿Nos tenemos que asustar de lo que nos dicen las películas de terror o asustar de otras cosas?”, se preguntó.

    Como referencias, recordó varias películas, entre ellas, El exorcista, a la que vio innumerables veces en busca de un elemento particular: el dominio que el director William Friedkin demostró sobre los tiempos en la historia de Regan, la niña poseída. También aparecieron en su lista El bebé de Rosemary y Berberian Sound Studio. En ellas, en menor o mayor medida, la cineasta reconoce lo siguiente: “En el género del terror sabés que algo va a ocurrir en cualquier momento. Y eso aplica directamente con el tiempo. Hay que estirar el tiempo y generar una inquietud que no se pueda aguantar”.

    En ese sentido, la elección de Rivas como protagonista no tardó en llegar. Si bien Meta reconoció que ha seguido con atención la carrera de la actriz, fue la película La cordillera, de Santiago Mitre, que la convenció de que era la indicada para cumplir con el papel de Inés. “Ella sostiene muy bien el misterio. Casi que esconde su centralidad verdadera en la trama”, señaló la directora sobre el anterior rol de su actriz, una asistente del presidente representado por Ricardo Darín. “Grababa partes de la película y se la mostraba a ella como referencia”, recordó con humor.

    El rodaje tuvo lugar en Buenos Aires en 2019 y la cineasta enfatizó en que la experiencia se siente algo lejana. Finalizó la película dentro de los tiempos planeados por la producción pero su estreno se vio pospuesto por la pandemia. De todas formas, El prófugo sí logró un comienzo destacado al tener su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Berlín, en su edición presencial realizada en 2020. Finalmente, la película llegó a las salas argentinas en setiembre y, unos meses después, se coronó como el título elegido para representar al país en los premios Oscar. Meta, que sigue mostrándose asombrada por la elección, lo consideró “un regalo inesperado” que recibió “con orgullo y responsabilidad” y que ayudó a mantener la presencia de la película en los cines.

    A futuro, la idea de continuar sintiéndose, y llamándose, cineasta y no una “turista accidental” parece volverse cada vez más cercana. Meta se encuentra preparando, entre otros proyectos, un suspenso político para 2022 que espera poder filmar junto con Rivas y Hendler. “Hacer una película te cambia profundamente y hay algo aún más misterioso y que todavía me llama la atención, y es que una vez que la hacés, siempre parece haber otra que aparece después”.